Tras una feroz tormenta, el Perla Negra a sufrido daños e inevitablemente toda su tripulación se ve en la necesidad de esconderse en la isla más cercana mientras la nave es reparada. Ahí mismo e inesperadamente, el Capitán Jack Sparrow recibirá un r...
Jack Sparrow golpeaba fuertemente la puerta de madera, para que quien estuviera del otro lado pudiera escuchar y atender su llamado, pero no había respuesta alguna. Y no es que la habitación a la que quería entrar estuviera vacía o quien se encontraba dentro no escuchara que llamaban. Era todo lo contrario. Constanza podía oír perfectamente que Jack estaba en el pasillo, llamándola, pero se resistía a abrirle, a dejarlo pasar, a verlo y a escucharlo. No deseaba saber nada de él.
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Las flores que una vez estuvieron decorando la habitación, brindando de su frescura y aroma, ahora estaban completamente marchitas. Desde hace días que no las cambiaban ya que la joven Gastrell no permitía la entrada a nadie, ni siquiera a Rosemary.
Constanza se sentía devastada, rota y muerta al igual que aquellas flores. Todas sus ilusiones habían sido destruidas con una sola imagen, y esa horrible imagen era la de Jack besando a otra mujer. Jamás olvidaría el dolor que sintió al encontrarlos juntos. Nunca lo perdonaría. Nunca lo haría, no importaban las excusas que él diera, ella había visto con sus propios ojos la terrible escena.
Al haber sido descubiertos, Jack arrojó a la mujer al suelo, se levantó rápidamente de su silla y caminó despacio hacia Constanza, con las manos levantadas como en son de paz. Le dijo que podía explicarlo, pero ¿qué podía explicar? Lo había encontrado con una desconocida sentada en sus piernas, rodeándole el cuello con los brazos, besándolo en los labios y él no se miraba incómodo por eso, sino todo lo contrario, respondía a las caricias y besos por voluntad propia. Sin decir una sola palabra, Constanza salió corriendo de la nave y volvió a su habitación, cerrando con llave y negándole la entrada a todos durante tres días, en los cuales no probo alimento alguno ni le dirigió la palabra a nadie.
—¡Abre la puerta o la derribaré! —ordenaba el pirata. Pero seguía sin recibir respuesta. Se sentía extraño, culpable en cierto modo, pero más que eso, extraño. Suspiró, se alejó de la puerta y se dirigió al bar en donde Gibbs lo esperaba.
Constanza escuchó los pasos de Jack cada vez más lejos. Parte de ella deseaba con todas sus fuerzas abrirle y dejarlo entrar, abrazarlo y perdonarlo, pero por otro lado, no quería hacer nada de eso.
La puerta se abrió lentamente, dejando entrar a Rosmarie con una bandeja con comida. La joven rubia le sonrió a Constanza y se le acercó a la cama.
—No tengo ganas de ver a nadie.
—Lo sé. Cierra los ojos entonces.
—¿Cómo entraste?
—Existen duplicados de todas las llaves de este burdel. Y yo tome la de este cuarto. Necesitas comer algo.
—No quiero nada.
—No has probado bocado en varios días. Por favor, aunque sea poquito. —suplicó.
—¡Qué no quiero nada! ¡No quiero que se me moleste! —gritó.
Rosemary contempló el nefasto semblante de la joven. Su cabello estaba alborotado, su rostro pálido y tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar. Inspeccionó la habitación, las flores estaban todas marchitas y había un olor agrio en el ambiente y eso solo significaba una cosa.