Capítulo 24. Pronto

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Los tripulantes del Perla Negra iban de un lado a otro, haciendo sus labores lo más rápido que podían, trabajando lo mejor posible para que su irritado Capitán no les gritara tanto. Todos estaban fastidiados por su malhumorada actitud, y no es que siempre haya sido muy amable, pero ese día estaba hecho una fiera.

—¿Jack? —lo llamó Gibbs en voz baja.

—¿Qué quieres? —le respondió el mandamás.

—Entiendo que estés alterado, pero tu mal genio no hará que la nave avance más rápido.

—Si realmente me entendieras, entenderías por qué estoy tan preocupado... Si no llegamos a tiempo... ese hombre es capaz de matar a Constanza. Ya viste cómo la dejó la última vez.

Gibbs recordó como la vio llegar ese día a la nave, convaleciente y bañada en sangre.

—¿Crees que te perdone, cuando la rescates?

—Eso ya no importa. Prometí mantenerla a salvo y no lo cumplí. Si no llegó a tiempo, jamás me lo perdonaré.

—Llegarás, Jack. Siempre lo haces. —le aseguró su amigo, tratando de reconfortarlo —¿Qué tan lejos creen que estén?

—Nos llevan dos días de ventaja, pero estoy seguro que su padre va de regreso a Barbados.

—Eso es ventaja para nosotros.

—Y tenemos el barco más rápido de los siete mares. —dijo el pirata sonriendo. Estaba seguro que la encontraría, pero su intuición le sugería que lo hiciera pronto. Por alguna extraña razón sentía que algo peligroso estaba por ocurrir, y odiaba cuando eso pasaba, porque el Pirata Jack Sparrow siempre tenía la razón.

Después de dirigir él mismo el timón durante horas, ya había oscurecido y el cielo estaba despejado, las estrellas cubrían el firmamento como miles de diamantes celestiales, pero todo aquel paisaje pasaba desapercibido por el Capitán. Él no tenía tiempo de mirar, ya que solo pensaba en rescatar a su pajarito asustado. El malvado de su padre, lo había atrapado y enjaulado de nueva cuenta, esta vez corría más peligro. En el pasado, Máximo Gastrell casi mataba a su hija, solo por haber roto un compromiso ¿qué sería capaz de hacerle si se enteraba que ya no era virgen y que además había tenido amoríos con un pirata?

Estaba muy preocupado. Temía lo peor. La vez anterior había llegado apenas a salvarla, si hubiera tardado un poco más, en ese baúl solo habría encontrado un cadáver. No podía llegar tarde ahora, no podía permitírselo, y si ese hombre le había puesto ya una mano encima a Constanza, ahora sí lo mataba. Aunque se tratara de uno solo de sus cabellos, le cortaría la cabeza y se la daría de comer a los tiburones.

Miró de Nueva cuenta a su brújula, desde hace un rato que no lo hacía. Se percató que esta había cambiado de dirección. ¿Qué había pasado? ¿El barco que perseguía había cambiado de curso? Eso era lo más probable.

—¡Maestre Gibbs! —llamó a su segundo al mando en un fuerte grito.

—¡Capitán! —respondió el anciano.

—Necesito las cartas de navegación correspondientes a este rumbo.

—¡A la orden!

El marino corrió hacía el cuarto de navegación a buscar lo que su Capitán había demandado. Encontrando lo que buscaba, salió victorioso y desplegó frente a Jack los mapas.
Solo fueron necesarios unos instantes para que pudiera descifrar el lugar en donde el barco que quería alcanzar se encontraba.

—Se han detenido. —murmuró.

—¿Dónde?

—Muy cerca de aquí. Si el viento nos favorece, tal vez en dos horas llegaremos.

Little BirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora