Capítulo 6. Pensamientos

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Constanza despertó abrazada del Capitán Jack, le causó gracia escucharlo roncar. Lo abrazo más fuerte, adoraba la sensación reconfortante de su calor y su cuerpo junto a ella. Curiosamente se sentía más fuerte. Quería que ese momento Durara para siempre.

El sol aún no salía pero ya había dejado de llover; aunque no le gustaba la idea, era hora de que Jack se fuera. En cualquier momento la nana Guillermina entraría por esa puerta para despertarla y si encontraba al pirata descansando en la misma cama que ella, gritaría asustada, alarmado a todos.

—¡Jack! ¡Jack! —lo llamó en casi un susurro. 

El hombre abrió los ojos y sonrió al ver a la joven a su lado.

—Buenos días, pajarito. Aún es muy temprano. ¿No crees?

—Sí, pero debes irte. No pueden vernos, sería peligroso para ambos. Más si te encuentran en...

—¿Tu cama? —preguntó Jack algo pícaro.

—Sí... —ella se ruborizó.

—¡Pero no hemos hecho nada malo! Sólo dormimos inocentemente.

—De todas formas, podrían pensar algo que no es...

Jack sonrió al ver los nervios de la joven.

—No te preocupes. —dijo y se levantó de la cama, se puso las botas e inesperadamente para él, Constanza le ayudó a ponerse el chaleco.

—No es necesario. —pronunció Jack.

—Déjame hacerlo —pidió —. Todos los días ayudo a mi padre a alistarse. —mencionó mientras le ponía el saco.

—¿Y aun así te trata mal? ¡Qué mal agradecido!

Después de unos segundos, Jack estaba casi listo, tomó su sombrero y se lo puso. Se acercó a Constanza colocando ambas manos sobre los delgados hombros femeninos.

—Estoy feliz por la noche pasamos juntos. —confesó.

—Yo igual. ¿Nos volveremos a ver hoy?

—No. Necesito supervisar como van las reparaciones de la nave. Será hasta mañana... Tal vez. ¿Me esperará, Señorita Gastrell?

Ella asintió.

El pirata se acercó más y besó suave y dulcemente la frente de la joven. Al finalizar aquél casto e inocente beso, la abrazó con fuerza, luego salió por la ventana y se fue, desapareciendo entre la vegetación del jardín.

Justamente en ese momento, la puerta de la habitación se abrió y la nana Guillermina entró para ayudar a Constanza a alistarse.

—Buenos días nana. —saludó la joven con una enorme sonrisa en los ojos.

—Buenos días, veo que amaneciste de buen humor. Me alegro mucho por ti. ¿Dormiste bien?

—Sí... Y soñé con muchas cosas muy lindas.

—¿Qué soñaste? ¿Vas a contarme? —preguntó la curiosa mujer.

—Soñé a un ángel que entraba por mi ventana y velaba mi sueño, que cuidaba de mí... Me hacía sentir segura, fuerte y amada —suspiró —... Pero solo fue un sueño.

—¡Ay Constanza! Esos sueños son tan lindos, ojalá y siempre sueñes así, para que al despertar tengas esa hermosa sonrisa... ¡Tal vez sea una señal de que vienen cosas buenas!

—Espero que sí, nana. Ándale, ayúdame a vestirme.

Constanza se arregló y después fue a la habitación de su padre para ayudarle a alistarse. Compartieron juntos el desayuno y aunque él se dirigió a ella como de costumbre, la joven Gastrell no se sintió afectada por las palabras de su padre. Sólo mantenía la cabeza abajo sin pronunciar frase alguna. El hombre se fue y ella comenzó con su rutina, además de organizar los preparativos para el banquete que iban a ofrecer, sin dejar de pensar en Jack un solo momento.

Little BirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora