CAPITULO 17

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Hola a todos disculpen la demora...
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Desde el mismo y maldito día en el que aquella estúpida asociación
apareció, todo habían sido problemas, problemas y más problemas.
Rukia había estado tan ocupada que ni siquiera había tenido tiempo
para seguir fastidiando a aquel egocéntrico de Ichigo , que no dejaba de dirigirle sonrisitas de satisfacción cada vez que sus miradas se cruzaban. Por lo visto, él también había estado demasiado atareado con la apertura de una de sus tiendas en Londres, pero a diferencia de ella, no tendría problemas con los proveedores, los clientes, los inspectores y los estúpidos de los
comercios circundantes, que habían decidido que su tienda era inmoral e
indecente.
Él era el ojito derecho de todos, mientras que ella era una bruja, pero
una bruja idiota, porque aún intentaba excusar algunas de las cosas que aquellas indeseables le habían hecho, y todo por culpa de los celos, porque a las malditas cotorras les había molestado que ella tuviera una relación con Ichigo . Muestra de ello eran las insistentes visitas de la «señorita lapa» a Eros, con un montón de muestras de afecto caseras.
Aquél era uno de esos días especiales en los que tenía toneladas de
trabajo que hacer, pero sus tareas se acrecentaban cuando los proveedores se retrasaban, los encargos no llegaban y los productos con defectos se amontonaban en su entrada. Le habían entregado trescientos osos
defectuosos, que, en vez de eructar cuando se le daba al botón de encendido, comenzaban a vomitar una extraña mezcla verdosa, sin opción de parar los de ninguna forma.
Cuando los recibió, Rukia discutió durante un buen rato con el
proveedor que se los había servido, y que no les veía defecto alguno.
Finalmente, ella se lo mostró de la mejor manera posible: dirigió un oso
hacia él y accionó el botón de encendido. Para su desgracia, aunque ese obtuso hombre finalmente comprendió el problema, se marchó enfadado, sin darle ninguna solución. Desesperada y sin saber qué hacer, se dirigió a la acera de enfrente, donde tal vez aquel genio de los negocios pudiera darle una solución a alguno de sus problemas.

Ichigo observó con atención la pequeña tienda de Rukia . Otro de aquellos proveedores se marchaba alterado porque ella se había negado a no hacer nada ante sus provocaciones.
Eso a Ichigo no le gustaba. El molesto acoso de aquella exasperante
asociación estaba consiguiendo alejarlos cada vez más. Siempre que él tenía tiempo para verla, ella estaba demasiado ocupada con algún problema referido a su establecimiento. Y, para colmo, tenía que aguantar el asedio de aquella rubia que vestía como los protagonistas de La casa de la pradera, pero que tenía unos pensamientos de lo más sucios y pervertidos. Ichigo estaba hasta las narices de comportarse con educación con aquellas dos fastidiosas cotillas para no dañar la imagen de su negocio. En más de una ocasión se había sentido tentado de contratar los servicios de Love Dead para ver si así les quedaba claro que no le gustaban las mujeres como senna.
Él prefería mil veces la burda sinceridad de Rukia a las dulces
insinuaciones de una víbora malintencionada. Ichigo había tenido bastante de ese tipo de féminas y podía asegurar a ciencia cierta que si no tuviera dinero, aquellas dos no lo tratarían con tanta deferencia.
Se dispuso a salir de su tienda en busca de su amada Rukia para intentar ayudarla a resolver sus problemas, cuando la indecorosa rubia del Comité para la Decencia y la Moral llegó de nuevo para acosarlo con sus empalagosos dulces.
—¡Buenos días, Ichigo ! Pasaba por aquí y he decidido hacerte una visita
—dijo, tendiéndole un pastel—. ¡Es de boniato!
—¡Mmm, mi preferido! —mintió él, dispuesto a indigestar con él al
primer perro que pasara por su lado—. Siento no poder atenderte, senna,
pero ahora estoy muy ocupado y me disponía a salir a almorzar con mi
prometida —añadió, intentando escapar de la agobiante joven.
Pero aunque la rechazara con amabilidad mil veces, no parecía darse cuenta de que sus atenciones no le interesaban en absoluto. En el pasado tal vez hubiera aceptado gustoso alguna de sus invitaciones, pero en esos momentos su mente y su libido sólo podían pensar una cosa: en los treinta y cuatro días, seis horas y cuarenta y dos minutos que llevaba sin acostarse con su bella y arisca enemiga.
—Si me disculpas... —intentó excusarse de nuevo, apartando la mano de ella de su brazo.
—Dime una cosa, Ichigo , ¿por qué estás con una mujer como ésa?
Podrías tener a cualquiera... —contestó senna dulcemente, insinuándosele una vez más—. Y tú vas y caes bajo el influjo de una maliciosa joven que tiene contratados a un grupo de groseros e impresentables. ¡Ichigo , yo soy una
buena mujer y no pararé hasta guiarte por el camino de la salvación y alejarte de los brazos de esa mala pécora! —anunció senna con
determinación, mientras se echaba sobre él, dándole un brusco beso en los labios que a Ichigo lo dejó frío.
La alejó, decidido a rechazarla una vez más con la firmeza y sinceridad
que merecía, cuando vio a Rukia en la puerta, fulminándolo con una de sus
gélidas miradas.
De pie junto a la puerta de Eros, miraba a Ichigo con odio, sintiéndome traicionada por un hombre en el que nunca debería haber confiado. ¡Y se
atrevía a ensuciar nuestro acuerdo con una mujer como ésa!
Me sentaba como una patada en el estómago que «doña Castidad»
hubiera conseguido lo que yo llevaba añorando desde hacía semanas. Esos
apasionados labios, esas ardorosas manos... ¡solamente me pertenecían a mí!
Pero ¿a quién quería engañar? Ichigo kurosaki únicamente era un maldito
conquistador que nunca cambiaría. Él nunca sería fiel a una sola mujer, así
como yo nunca cedería mi corazón a ningún hombre. Todos eran demasiado mentirosos: ésa era una lección que nuevamente Ichigo me acababa de recordar.
—Rukia, ¡no es lo que parece! —se disculpó él, alzando las dos manos
con el gesto universal de «pillado in fraganti».
La señorita «Aún-soy-virgen-aunque-te-mire-como-una-guarra» dirigió
hacia mí una sonrisa llena de satisfacción, mientras intentaba aparentar una inocencia de la que sin duda alguna carecía.
Pero un ser despreciable como ella no iba a conseguir sacarme del
camino de Ichigo, así que, con una de mis mejores y más falsas sonrisas, me dirigí hacia él provocativamente y, delante de aquella ilusa mojigata, me
colgué de su cuello mirándolo acaramelada.
—Cuando me libre de esta lapa te vas a enterar —murmure amenazante, antes de acallar sus excusas con un ardoroso beso al que Ichigo no tardó en responder con el anhelo de las semanas que hacía que nuestros cuerpos no se habían tocado.
En cuanto el beso terminó, la «señorita Empalagosa» seguía de pie
junto a nosotros, sin dejar de observarnos, boquiabierta ante nuestra osadía.
Parecía que no pillara las indirectas, así que metí una mano por dentro de la camisa de Ichigo , me pegué a su cuerpo lascivamente y le hice un chupetón.
A él no pareció molestarle demasiado mi osadía, ya que cogió mi trasero con sus fuertes manos, acercándome más a su cuerpo. En el momento en que Ichigo se enrolló mis piernas alrededor de la cintura y comenzó a devorar con ansia mi boca, el sonido retumbante de un fuerte portazo nos anunció la partida de «miss Castidad».
Entonces me separé de Ichigo , con cierta dificultad a la hora de detener
sus impetuosos avances.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le pregunté impertinente.
—Recuperar las semanas que hemos perdido por culpa del ajetreo de
nuestros negocios —dijo él, intentando volver a atraerme hacia sus brazos.
—Pero, Ichigo , por lo que he podido observar cuando he llegado a tu
tienda, tú ya las has recuperado. ¡Y con creces! —lo acusé, cruzando los
brazos a la altura del pecho, impidiéndole acercarse.
—Rukia , yo... —comenzó a excusarse, alzando una mano hacia mí,
pero tras ver mi ofendida mirada, desistió de sus mentiras—. Nada de lo que te diga hará cambiar la opinión que tienes sobre mí, ¿verdad? —me
preguntó decepcionado.
—No —contesté, desilusionándolo aún más.
—¿Para qué has venido? —inquirió desalentado, a la vez que me
acompañaba a la salida.
Ni una simple excusa, ni un ruego, ni un nuevo intento de explicar lo
ocurrido... ¡Nada! Sólo una mirada de desilusión y una falsa sonrisa de
resignación mientras me mostraba el camino. Me enfurecí más con las
palabras que no dijo que con las que intentó excusar su falta, porque si ya ni se molestaba en mentirme significaba que yo no le importaba nada. Así que, bastante enfadada por su comportamiento, dirigí uno de los osos defectuosos a su entrepierna y le mostré cuál era mi problema.
¿Por qué se me habría ocurrido acudir a un tipo como él, si ambos
sabíamos que no haría nada para ayudarme? Al fin y al cabo, Ichigo sólo estaba conmigo para ganar una apuesta.

HASTA QUE EL AMOR NOS SEPARE (adaptación ichiruki )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora