CAPITULO 47

443 40 6
                                    

¡Maldito día de San Valentín! Definitivamente, Cupido me la tenía
jurada por todas las veces que me había metido con él y su día con mi
variada gama de productos. Me había pasado toda la noche en vela, sin
poder dejar de admirar los regalos que me había hecho llegar Ichigo a lo largo de la semana, para convencerme de que asistiera a nuestra boda.
El primero de aquellos espléndidos presentes me hizo derramar alguna
que otra lágrima. Hallé el paquete en mi despacho, entregado por un
misterioso mensajero que mis empleados aseguraban no haber visto, y contenía un hermoso vestido de novia que parecía caro y exquisitamente antiguo. No pude resistir a probármelo en cuanto lo saqué de su caja, y mientras daba vueltas por mi despacho como si fuese vestida de princesa de cuento, me percaté de que la naricilla chismosa de mi mejor amiga asomaba por la puerta junto con la de algún otro de los cotillas de mis empleados.
Cerré, molesta por mi debilidad ante el tentador regalo de un adonis
egocéntrico y volví a mi trabajo. Cuando me quité el vestido, estaba
dispuesta a devolvérselo hecho trizas, pero entonces hallé una nota que me
hizo cambiar de opinión:
Por favor, si no te gusta, no la pagues con el vestido. Era de mi madre.
En ese momento me di cuenta de lo decidido que estaba Ichigo a
conseguir su objetivo, ya que él guardaba con mucho celo los pocos
recuerdos que le quedaban de su madre. ¿Cómo podía confiar tanto en mí, una arisca mujer que siempre le devolvía cada uno de sus presentes
destrozados?, pensaba yo una y otra vez, mientras derramaba lágrimas de
emoción por el valioso tesoro que había depositado en mis manos.
Luego, los regalos siguieron llegando. Unos preciosos zapatos de tacón
blancos, un chal de la más fina seda, unos pendientes de diamantes, una
hermosa pulsera...
A pesar de que estuve tentada de tirárselos a la cara, cada uno de ellos me advertía que era un recuerdo de su amada madre, ¿cómo podía yo pensar siquiera en estropearlos? Así que los fui amontonando uno a uno,
escondiéndolos en mi habitación.
Finalmente, caí en la trampa de ese experto embaucador, cuando esa
mañana llegó a mi despacho su último obsequio: mi regalo de cumpleaños.
Un cumpleaños del que nadie se acordaba nunca y por el que todos
olvidaban felicitarme.
En un pequeño estuche de terciopelo había un pequeño colgante de plata en forma de corazón roto, como el logotipo de mi empresa. Las letras
grabadas tenían una tipografía similar a la que utilizaba para mi tienda, pero
el mensaje era totalmente distinto: «Te esperaré siempre». Mientras apretaba entre mis frías manos el colgante que ahora pendía de mi cuello, me di cuenta de pronto de que Ichigo era la única persona que había acertado con mi regalo de cumpleaños. ¿Cómo podía perder al único hombre que me conocía
y me amaba como nadie lo había hecho?
Pues os diré cómo: con una estúpida furgoneta que se negaba a arrancar
en medio de una desierta carretera en medio de la nada, donde no había
cobertura para el teléfono móvil ni un teléfono de emergencia.
—¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! —grité una vez más, histérica, mientras pateaba la rueda de mi antigua furgoneta de repartos, recién salida del taller.
¿En qué maldito momento se me había ocurrido ayudar a Renji con los
últimos repartos del día de San Valentín, cogiendo aquella vieja tartana antes de decidirme a asistir a mi boda? Sólo quería darle una lección a ese presumido de Ichigo , haciéndolo esperar un poco antes de presentarme en la iglesia. Incluso llevaba conmigo todos los complementos de mi atuendo por
si se me hacía demasiado tarde.
Pero desafortunadamente para mí, nadie sabía que pensaba asistir a mi
boda, y si la furgoneta y yo desaparecíamos ese día, todos pensarían que había hecho lo que siempre había insinuado que haría: dejar al esperanzado novio plantado en el altar, demostrándole con ello que todavía lo odiaba.
Pero en realidad, y para mi desgracia, nunca lo había dejado de amar.
Incluso cuando me rompió el corazón en pedazos con su traición. La
pregunta que me hacía mil veces en mi desesperación por que alguien
pasara por aquel solitario lugar era si él comenzaría a odiarme si yo no
asistía a la boda, avergonzándolo delante de todos.
Por primera vez en años empecé a rezar. Rogué para que Ichigo nunca
me odiara, porque yo lo amaba con toda mi alma.

Conecté la radio, que era lo único que parecía funcionar en aquel maldito trasto, inquietándome aún más cuando oí los comentarios de la
maliciosa prensa del corazón:
—Hoy, catorce de febrero, se celebrará el tan esperado enlace entre la dueña de Love Dead, Rukia Kuchiki , y el famoso propietario de la cadena de tiendas Eros, Ichigo Shiba . No sabemos a qué hora tendrá lugar la ceremonia, debido a que el evento, que ya debería haber comenzado, lleva dos horas de retraso.
»No podemos evitar recordar las palabras de la novia, quien ante
nuestra insistencia sobre su enlace, nos informó de que no habría boda.
»Y las preguntas que nos hacemos a esta hora son: ¿asistirá finalmente
a la ceremonia, o dejará plantado en el altar al famoso conquistador? Todas las mujeres esperan impacientes que ocurra esto último, para así tener una oportunidad con el apuesto magnate que tantos corazones ha roto a lo largo
de los años...
—¡Lagartonas! —exclamé furiosa, mientras apagaba la radio y volvía a
mis inútiles ruegos. Pero las súplicas parecieron funcionar, porque mi móvil comenzó a tener algo de cobertura y no dudé sobre quién era el primero al que debía llamar en esos momentos.

Ichigo iba ataviado con un elegante esmoquin negro, una delicada camisa blanca y una corbata roja. En el ojal llevaba una rosa blanca y en las manos sostenía un olvidado ramo de novia compuesto por iris blancos, que en el idioma de las flores significaba «amar y confiar». Unas palabras que, al parecer, para la novia eran desconocidas, ya que una ceremonia que debía comenzar a las siete de la tarde llevaba ya dos horas de retraso.
El exterior de la iglesia, a pesar de las restricciones de la seguridad
contratada, estaba atestado de periodistas y curiosos a la espera de ver o bien una bonita boda o bien un jugoso cotilleo al contemplar de primera mano cómo tan famoso playboy era abandonado por la novia.
Los invitados, elegantemente vestidos, comenzaban a cuchichear ante el retraso, aunque eran hábilmente silenciados por el coro de angelicales
niños que Isshin Shiba se encargaba de sobornar ante la menor muestra
de impaciencia.
La hermosa iglesia de Saint Andrew estaba engalanada para la ocasión con elaborados centros florales señalando el camino hacia el altar y una hermosa alfombra roja, una alfombra que el novio no dejaba de recorrer con impaciencia.
Ichigo miraba su reloj sin cesar, inquieto ante el comportamiento de su evasiva novia.
—¡Maldita mujer testaruda! —murmuró cuando su reloj marcó las
nueve y media.
—Creo que será mejor que desistas, hermano. Rukia no vendrá —le dijo Kaien con una sonrisa satisfecha.
—¡Te juro, kaien , que si no te apartas de mí en este mismo instante, te
voy a poner un ojo morado!
—Bueno, no sé de qué te sorprendes. Rukia siempre ha sido sincera
contigo: te dijo que no vendría y, por lo que puedo ver, ha cumplido su
palabra.
—No pienso escuchar tus envidiosas palabras —replicó Ichigo —. La
esperaré lo que haga falta, así que no insistas e intentes hacerme perder la
paciencia.
—No hace falta nadie para hacerte perder la paciencia, tú mismo lo
haces muy bien. ¿Cuántas vueltas has dado a ese altar? ¿Quince? ¿Dieciséis? —se burló Kaien .
—Veinte, ¡y daré veinte más si hace falta!
—Rukia está enamorada de ti, hermano, cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de ello —afirmó despreocupadamente su hermano, atrayendo su atención—. Ahora sólo tienes que rezar para que se dé cuenta ella también antes de dejarte definitivamente plantado ante el altar.
—¡Ya es suficiente! —gritó Ichigo , enfadado al oír unas palabras que se
hallaban muy cerca de la verdad e, ignorando a kaien , contestó la llamada de su maldito teléfono.
—Ichigo ... yo... boda... no... voy... asistir... ahí... —oyó que le decía Rukia
entrecortadamente.
—¡Rukia ! ¿Me llamas por teléfono para decirme que no vas a venir a la
boda? ¡Esto es el colmo! ¡Creía que por lo menos te dignarías decírmelo a la cara! ¡Confiaba en ti! ¡Aún confío en ti! No me moveré de aquí hasta que vengas a darme tu respuesta, aunque si finalmente no vienes, creo que todos la sabrán, ¿verdad? —preguntó Ichigo , apenado, poniendo fin a la conversación.
Luego se sentó en los escalones del altar, resignándose a ser
abandonado por la única mujer a la que había amado.
—No, si al final vas a ganar esa estúpida apuesta, Rukia —musitó,
mientras se pasaba las manos por el pelo, frustrado.

HASTA QUE EL AMOR NOS SEPARE (adaptación ichiruki )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora