CAPITULO 18

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Tras ir a casa para cambiarme el traje por otro similar, fue la joven
Amanda la que acabó contándome algunos de los problemas que había
tenido Rukia en las semanas que yo había estado fuera. Era muy normal que, con su temperamento, se hubiera alterado al ver a una de las principalescausantes de sus desdichas abrazada a mí.
Amanda, que en esos momentos no dejaba de hacerle ojitos a Gavin,
mi joven y tímido empleado, con el que había empezado a salir, me contó todo lo sucedido esa mañana con los osos.
Después de cavilar durante horas, finalmente Amanda tuvo una idea
muy buena, que yo no dudé en apoyar: con la ayuda de Agnes y de toda la plantilla de Love Dead, añadieron unos pequeños camisones y unas horrendas cabelleras a esos osos, convirtiéndolos en algo muy parecido a la niña de El exorcista. Teniendo en cuenta que el defecto del oso era vomitar incansablemente, el cambio era sin duda bastante adecuado.
Después de que llevaran a cabo esas imaginativas modificaciones, le
aseguré a Amanda que yo me encargaría de todo y, sin vacilar, busqué en mi agenda un número de teléfono que tenía un tanto olvidado. Llamé a uno de mis excompañeros de clase, zaraki, que era ahora un famoso actor que había hecho el papel de malo en alguna que otra película de terror. A él le divirtió mucho la idea y se le ocurrió añadir ese singular obsequio al festival de cine de terror que promovía su productora.
Por desgracia, yo no me llevaría el mérito ante Rukia , porque, con lo
furiosa que estaba en esos momentos y el mal carácter que tenía, sería capaz de arrojarme la ayuda a la cara, aunque la necesitara con desesperación. Así que le sugerí a Amanda que mintiera diciendo que un amigo suyo resolvería el problema de los peluches. Le di mi número personal y le aseguré que la
llamaría en cuanto supiera algo de zaraki y de la dirección a la que debían enviar el pedido.
Ichigo  buscaba el número de teléfono de Amanda para darle la dirección
del festival de cine de terror, que zaraki ya le había hecho llegar, cuando su teléfono comenzó a vibrar con una llamada entrante. En cuanto descolgó, supo que se había buscado un nuevo dolor de cabeza.
—¡Ichigo! ¿Cómo van las cosas por ahí? ¿La has seducido ya? ¡Dime
que le has comprado una casita en las afueras y que va a abandonar su
negocio! —rogó esperanzado su padre, Isshin shiba.

—No, nada de eso. De hecho, ahora mismo acabo de ayudarla con un
gran problema —contestó Ichigo , harto de su insistencia.
—¿No se supone que estás ahí para hacer que esa chica cierre su
negocio y se aleje de mi banco? —le recordó Isshin .
—La manera en que yo resuelvo mis asuntos es cosa mía, padre.
Además, ya no estoy tan seguro de querer ganar esa apuesta —añadió,
arrepentido.
—¡No! ¡Eso sí que no! ¡No me digas que tú también has caído en las
garras de esa arpía!
—¿Yo también? —preguntó él, confuso por la afirmación de su padre.
—Tu hermano me ha llamado hoy para hacer algo que, al parecer, tú
has olvidado —gruñó Isshin , molesto—: ¡felicitarme por el día del Padre!
Y luego no ha dejado de reprenderme por el modo en que quiero
deshacerme de esa mujer. No sé qué le pasa, desde que la conoció ya no es el mismo. ¡Seguro que esa bruja lo sedujo para quitárselo de en medio!
—No digas estupideces, papá, Rukia no es así —replicó Ichigo , no del
todo convencido, recordando que, efectivamente, su hermano kaien había conocido a Rukia antes que él, y que ella constituía un atrayente reto para cualquier hombre.
—Bueno, entonces explícame por qué kaien se niega a volver a casa
mientras tratemos de echar a la señorita Kuchiki, y por qué, cada vez que hablamos, no deja de defenderla.
—Porque lo que hacemos está mal, papá —admitió finalmente Ichigo ,
dándole por una vez la razón a su sabio hermano mayor.
—Tú dirás lo que quieras, pero yo estoy seguro de que Rukia Kuchiki
ha jugado con ambos —declaró Isshin , aumentando las dudas en la mente de su hijo—. Cambiando de tema, he recibido un extraño regalo de kaien .
Te llamo porque parece una de las bromas de esa fastidiosa joven: se trata de un oso de peluche. Pero es el oso más feo que he visto en mi vida. Encima, lleva una nota en el ombligo que dice «Seguro que no te atreves a
apretarlo». ¡Pues van listos! Si esa mujer o tu hermano creen que me voy a acobardar...
—¡No, papá! —intentó advertirle Ichigo —. No lo aprietes... —Y se
calló, resignando, cuando oyó las maldiciones de su padre, que le indicaban que su advertencia había llegado demasiado tarde.
—¡Tres mil dólares! ¡Este traje me costó tres mil dólares! —vociferó
histérico Isshin —. ¿Cómo mierda se para este maldito oso? —gritaba desesperado, sin lograr detenerlo.
—Papá, verás... ese oso es defectuoso, así que...
—¡¿Qué demonios es esto?! —oyó Ichigo que gritaba una voz femenina
a través del teléfono.
—Yo, yo... —intentaba excusarse Isshin .
—¡Es usted el más cochino de la planta, y eso que es el jefe! ¡Pues yo
ya he terminado mi jornada, de manera que esto lo limpia usted! —
sentenció la voz, alejándose.
—¡María! ¡Le ordeno que vuelva aquí ahora mismo! —Pero por lo
visto las órdenes no fueron atendidas, porque la tal María no hizo su
aparición—. ¡Mierda, Ichigo ! ¡La mujer de la limpieza acaba de entregarme su fregona!
—Bueno, papá, lamento decirte que eso no es lo peor que te ha pasado.
Ese oso no se puede desactivar, así que no parará hasta que se le vacíe el depósito.
—¿Y qué hago ahora? —preguntó Donald, suplicante.
—Bueno, creo que es un buen momento para que aprendas a utilizar la fregona.
—¡Oh, no sabes cuánto odio a Rukia Kuchiki ! —masculló su padre,
furioso, justo antes de colgar.
Ichigo , aún sonriente por la jugada de su hermano, se apiadó de él y le
envió una limpiadora como regalo de ese día. Se preguntó desde cuándo su
hermano se había vuelto tan osado, pero en realidad lo sabía muy bien:
había sido poco después de conocer a Rukia .
¿Qué habría pasado en esa cita? ¿Sería verdad lo que su padre había
insinuado? ¿Se habría acostado Rukia con su siempre correcto hermano? Eso era algo que debía averiguar antes de que los celos hicieran estragos en él, porque pensar que su amada podría haber estado en brazos de su propio hermano lo enfurecía profundamente, sobre todo porque él siempre era el segundo en todo lo que se refería a su inigualable hermano mayor.

Rukia disfrutaba de unos minutos de descanso, mientras tomaba su
espeso café. Y todo gracias a que Amanda había localizado a alguien que resolvería una de sus complicaciones más aparatosas. Todo era paz y tranquilidad, hasta que oyó una aniñada voz:
—Perdone, ¿es usted la bruja malvada dueña de esta tienda? —preguntó decidida una hermosa cría de unos siete años, con unos bonitos
rizos rubios y rostro angelical.
—Sí, pero estoy a régimen y he decidido comerme a los niños
insolentes sólo los martes. Así que ya te puedes largar por donde has venido—contestó Rukia bruscamente.
—¡Quiero comprar uno de sus productos! —afirmó la niña, desafiante.
—¿Por qué? —soltó groseramente Rukia , decidida a deshacerse de
aquella chiquilla que estaba segura de que sólo le traería problemas.
—¡Porque mi padre se olvida siempre de mi cumpleaños, no va a mis
recitales ni a mis funciones de teatro, ni pasa tiempo conmigo! Y a pesar de
todo, mamá me obliga a hacerle un regalo por el día del Padre, ¡así que este año he decidido que le regalaría algo de su tienda!
—Tus padres se enfadarán si compras algo aquí y lo más probable es
que te castiguen —advirtió Rukia a la pequeña sobre las posibles
consecuencias de sus actos.
—¡No me importa! Tampoco me importa que digan que es usted una
mujer mala que debería irse de aquí. Creo que sus regalos son para que los
papás entiendan que no se están portando bien —expuso muy resuelta la insistente mocosa.
—No, no y no —se negó tajantemente Rukia —. Venderte algo a ti
solamente me traerá problemas y dolores de cabeza.
Pero la decisión de esa niña era inquebrantable y utilizó su último gran recurso, uno contra el que Rukia no podía hacer nada: la miró con unos ojos enormes, llenos de pena y desilusión, y para terminar tan triste escena, dos pequeñas lágrimas asomaron silenciosamente a ellos.
—¡Bien, vale! Pero límpiate esas lágrimas o no te venderé nada —
gruñó Rukia , tendiéndole un pañuelo de papel.
—No se preocupe, ¡son falsas! —contestó alegremente la pequeña
mentirosa, mientras se las secaba.
—Tú sí que eres una bruja —sonrió Rukia , despeinando el cabello de la
manipuladora.
—Entonces, le gusto, ¿verdad? —preguntó la cría, emocionada.
—Sin duda alguna —confirmó ella, mostrándole su tienda.
Después de media hora de indecisión y de darle vueltas una y otra vez
a su escaso presupuesto, Rukia se compadeció de la niña y se inventó unas inauditas rebajas en alguno de los productos más asequibles. La pequeña secmarchó con una alegre sonrisa y le prometió que no le contaría a nadie que había estado allí.
Supo que sus promesas no eran muy de fiar cuando, mientras degustaba otra taza de café, fue interrumpida de nuevo.
—¿Es usted la bruja? —habló una decidida vocecilla infantil.
En el instante en que Rukia alzó la vista, se encontró con seis niños
cuyas edades oscilaban entre los cinco y los diez años.
—Rin nos ha dicho que hoy tiene descuentos en su tienda —declaró
el más valiente.
—¡Usted es la persona que regala cosas a los papás malos, ¿verdad?!
—preguntó tremendamente excitado un chiquillo de unos cinco años.
—¡Nosotros también queremos comprarles algo a los nuestros! —
ceceó uno de los críos, al que le faltaban dos dientes.
—¡Para que nunca más se vuelvan a olvidar de nosotros! —terminó
otro.
Rukia abrió la boca, dispuesta a negarse con rotundidad, cuando seis
pares de ojos lastimeros la miraron llenos de pena y desilusión.
—Maldita mentirosa —murmuró Rukia , mientras enseñaba a sus
nuevos clientes las ofertas de ese día.

HASTA QUE EL AMOR NOS SEPARE (adaptación ichiruki )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora