CAPITULO 23

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«Y entonces el encapuchado le ató las manos a la espalda mientras
silenciaba su boca con una de sus fuertes manos y ella gemía ante el placer de lo desconocido...»
—¿Se puede saber qué mierda es ésta? —exclamó Rukia , tras leer unas líneas del libro de su amiga Ran, que vagueaba tras el mostrador de la
tienda, con una de sus melifluas novelas en la mano.
—¡Es una de las novelas románticas más vendidas del momento! Se
llama Rapto de amor. Trata sobre un mercenario al que ordenan secuestrar a una chica de la cual se enamora.

—Estas novelas nunca son realistas —replicó Rukia —. ¿Quién sería tan
estúpida como para enamorarse de un hombre que te secuestra? Además, esos protagonistas nunca se parecen a los hombres reales: o son hombres
atormentados con su pasado o guapísimos millonarios. ¿Por qué no ponen nunca a nadie de verdad? Como Barnie, por ejemplo —sugirió, señalando a su poco atractivo empleado, que en esos momentos de descanso se buscaba pelusillas en el ombligo.
—¿Porque entonces las mujeres no compraríamos una mierda? —
arguyó —. ¡Yo quiero pasión, una historia que me demuestre que
aún existen hombres que pueden llegar a ser unos verdaderos caballeros!
—¡Venga ya, Ran! Esos tíos no existen —dijo Rukia , cuestionando
los ideales románticos de su amiga.
—¿Estás segura de que en la vida real no hay hombres guapos, ricos,
amables, con bellas sonrisas y un trato encantador? —ironizó Ran, señalando a Ichigo , que estaba en la acera de enfrente, enzarzado con kaien en lo que parecía una acalorada discusión—. Pues creo que en estos
momentos hay dos de esos inusuales protagonistas de ensueño peleándose por ti —concluyó la joven, burlándose de ella y de sus cínicas opiniones
sobre el amor.
—Bueno, puede que haya alguna que otra excepción, pero te puedo
asegurar que yo no soy como esas estúpidas protagonistas que...
—Caen rendidas ante los engañosos encantos del hombre, cada vez que éste quiere —se mofó Ran , recordándole a Rukia las veces que había acabado en los brazos de aquel vil embaucador.
—¡Toma! Será mejor que sigas leyendo —dijo, mientras le devolvía el libro—. Definitivamente, es mejor que metas las narices en la vida de los
protagonistas de esta historia, a que las metas en la mía.
—Eso, amiga mía, es demasiado tarde para que suceda. Tu vida es
muchísimo más interesante que la de la protagonista. Después de todo, ella
no tiene a dos hombres tan apuestos persiguiéndola.
—¡Mi vida es muy simple! Me levanto todas las mañanas para abrir la
tienda, dando con ello trabajo a mis ingratos empleados, y al final del día
cierro para irme a casa solita a contar mis facturas.
—No digas tonterías, pero ¡si hasta te mandan cartas de amor! ¡Y bastantes! —señaló Ran, mostrando un montón de sobres dirigidos a ella sin remitente.
—Ran , no creo que ésas sean cartas de amor —repuso Rukia , mientras comenzaba a abrir una de ellas con extrema cautela.
Dentro del sobre, en una nota pulcramente plegada, había un
amenazante y ofensivo mensaje escrito con letras recortadas de diarios:
«Vete de aquí por las buenas, antes de que te obliguemos a hacerlo».

Seguramente esas calumniosas notas provenían del Comité, que había
convocado una nueva campaña para echarla de allí. Parecían no darse cuenta de que Rukia Kuchiki temía muy pocas cosas en la vida y una reunión de amas de casa aburridas, que eran unas simples cotorras, nunca sería una de ellas.
Ichigo estaba furioso consigo mismo por haber hecho el idiota delante de
Rukia ; con kaien , por volver en el momento menos oportuno; con Rukia , por preferir a su siempre perfecto hermano; con la maldita puerta que estaban arreglando y con la herida de su mano, que dolía como un demonio.
Aquél era uno de esos días en los que hubiera sido mejor no levantarse
de la cama, pero como Ichigo kurosaki no se rendía ante el desastre, lo había hecho con una positiva sonrisa que, a lo largo de la jornada, se había ido borrando de su siempre alegre rostro.
Después de desayunar rápidamente, tras recibir una alarmante llamada
de Gavin diciéndole que alguien había intentado entrar en la tienda por la
fuerza, llegó a Eros en un periquete, dándose cuenta demasiado tarde de que la exaltada llamada de su joven empleado se debía al cristal que Ichigo mismo había agrietado la noche anterior.
Después de tranquilizar al histérico Gavin, llamó al cristalero. El cristal
de repuesto llegó tarde, mal y, a lo largo de unas interminables horas,
durante las cuales el alegre y charlatán operario no dejó de relatarle las dichas de su vida marital: Ichigo deseó que no hubiera llegado nunca.
Para terminar de arreglarle ese nefasto día, su hermano se había
paseado frente a su tienda con una enorme sonrisa llena de satisfacción que le hizo preguntarse si su cita con la bella Rukia habría acabado en la cama de alguno de los dos, lo que hizo que su imaginación se disparara, torturándolo.
Kaien le había entregado muy orgulloso una invitación para su
exposición, mientras le anunciaba que Rukia sería su pareja en ese evento y le aconsejaba que él buscara consuelo en brazos de alguna de sus modelos.
Muerto de celos, Ichigo había intentado averiguar lo que había pasado entre Rukia y kaien , pero éste, como todo un caballero, se negó a hablar de ello, sacándolo de sus casillas y haciéndolo arder aún más con el fuego abrasador de la incertidumbre.
Definitivamente, aquél no era su mejor día, volvió a pensar Ichigo, tras golpear su escritorio, haciendo que el vendaje de su mano se soltara nuevamente, dejando sus heridas al descubierto.

Veinte cartas llevaba Rukia leídas en lo que iba de día y cada una era
más amenazadora que la anterior. Eso sí, había que admitir que ninguna de
ellas era nada original: estaban desde el típico e insultante «¡Lárgate, puta!» a «¡Si no te marchas, sabrás de nosotros!».
Ya que osaban amenazarla, por lo menos podrían haber sido un poco
más imaginativos, o incluso haber utilizado una de sus elaboradas tarjetas y así darle un buen uso a tanto desperdicio de papel. Al leer las cinco primeras, Rukia llamó a la policía, pero éstos rápidamente se lavaron las manos ignorando sus quejas y atribuyéndolo a una jugarreta de algún cliente descontento.
Por lo visto, que alguno de los uniformados hubiera recibido una
muestra de sus regalos del día de los Inocentes no había hecho mucha gracia en la comisaría del distrito. ¡Hombres! Todos eran iguales, unos malditos rencorosos. Por su parte, Rukia había decidido cuidarse ante las posibles consecuencias de aquellas amenazas, así que, ahora, su querida shirayuki descansaba junto a ella en la parte trasera del mostrador en vez de en la trastienda, y había advertido a sus trabajadores de todo lo que ocurría, por si las amenazas de ese estúpido Comité se extendían también a ellos.
Ahora, mientras todos la vigilaban como si de una pieza de museo se
tratase, Rukia empezaba a pensar que no había sido una buena idea
advertirles de la situación. Al final de la tarde, se hartó y los reunió a todos
para dejarles bien claro que sabía cuidarse muy bien solita; después de todo, lo había hecho durante veintiséis años.
—¿Queréis dejar de preocuparos? Nadie me va a hacer nada —declaró
Rukia ante sus escépticos amigos.
—¿Y eso tú cómo lo sabes? Gavin me ha dicho que la puerta de Eros
ha aparecido rota esta mañana. Primero ocurre eso y ahora las cartas
amenazándote. ¡Seguro que van a por nosotros! —señaló la joven Amanda,
que creía cada una de las palabras de su exaltado enamorado.
—No creo que lo que haya pasado en el local de ese egocéntrico
presumido tenga mucho que ver conmigo —replicó Rukia .
—¿Por qué no? El Comité sabe que estáis juntos, aunque, al parecer,
ahora te gusten más los artistas en paro —le espetó Ran.
—¡Entre ese presumido y yo nunca ha habido nada! —gritó Rukia ,furiosa por la traición de sus empleados al expresar preocupación por su
enemigo.
—Si tú lo dices... —dijo con ironía la vieja Agnes, alzando una de sus
pintarrajeadas cejas.
—Por si te interesa saberlo, te diré que, esta mañana, ese niño mimado
tenía vendada una mano. Así que lo más probable es que anoche se peleará con alguien junto a la puerta de su local —comentó despreocupadamente renji.

Rukia pensó en las advertencias de sus compañeros y finalmente llegó a
la conclusión de que no estaba de más tomar alguna precaución.
—A partir de ahora, cuando cerremos, ninguno de nosotros irá solo a
casa: nos repartiremos en grupos de dos hasta llegar a las paradas del
transporte público o a los coches. Y todos y cada uno de vosotros me
mandará un mensaje cuando llegue sano y salvo a su hogar —propuso
Rukia ; una nueva regla dadas las excepcionales circunstancias ante las que se hallaban.
—¿Y a ti quién te acompañará? —le preguntó Barnie, protector.
—No os preocupéis por mí. Conozco a alguien que nunca me dejará
sola —respondió Rukia , sonriendo amablemente y tranquilizando a sus
empleados, que creyeron que esa persona sería el siempre persistente Ichigo .
Ella se negó a sacarlos de su error e informarles de que, en realidad, hablaba de su leal bate de béisbol.

HASTA QUE EL AMOR NOS SEPARE (adaptación ichiruki )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora