Capítulo Trece - El pasado (✔)

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Era tan sólo un niño. No podía decirle no a lo que Oscar me estaba tratando de explicar. Yo solo asentía como un tonto sin saber por qué tenía que ser un "Hombre", sería el hombre de la casa a tan poca edad.

Nunca viví mi infancia como lo vivieron mis compañeros de jardín, o los de la primaria. Jamás me atreví a contarle nada de mi pasado a nadie. Era un niño solitario que jugaba con sus carritos en el recreo, alejado de todos. No socializaba con nadie, yo solo crecí con la mentalidad de que yo ya tenía que ser un hombre y que tenía que proteger a mi madre.

Y así fue... nos mudamos de ciudad para variar.

Oscar... bueno Oscar desapareció de la faz de la tierra, ya nunca supe de él. Solo tengo en mente que él fue una buena persona con nosotros y que fue como un padre para mí, y gracias a él a mi mamá le cambió el semblante con su ayuda. Siempre estaba ahí para protegernos y darnos cariño. Siendo el padre que, a pesar de tenerlo, nunca tuve esa conexión.

Eventualmente, crecí...

Entré a la preparatoria y me empecé a revelar. No quería obedecer las reglas que mi madre imponía en casa. Solo quería ser libre; vengar la muerte de mi padre, y por igual la de Oscar. Seguí los pasos de mi padre al entrar a una pandilla.

"Oscar no podía estar muerto" me decía mi madre con mucha tranquilidad cuando hablábamos del tema. Sin embargo, yo sabía que él ya había muerto, debido a que quiso vengar la muerte de mi padre y murió en el intento; o al hemos eso me hice creer como excusa para entrar a una pandilla. Cuando cumplí los dieciséis, estaba completamente perdido. Pero tenía el dinero suficiente para comprar una casa, un auto y mantenerme yo mismo. ¿Qué si como conseguí ese dinero? Pues ya se imaginarán con ayuda de quienes y haciendo ciertos trabajos deshonestos.

Salirme de esa mala vida, fue aún más complicada de lo que creí, tuve que realizar un trabajo realmente difícil; más no imposible... a la final, si pude completarlo. Consistía en desvivir uno de los cinco lideres de la pandilla rival "Los cuervos negros". Después de completar el trabajo me dejaron ir con todo el dinero que había conseguido, pero el líder de la banda me emboscó antes de salir de la bodega.

—Axel, felicidades completaste el trabajo. —Era Rob.

—Sí, tenía que hacerlo para conseguir mi libertad. —Confesé.

—Jajaja, sabes muy bien que así no son las cosas. —Dijo con un tono de arrogancia. —Primer mandamiento de "Los lobos sangrientos", dime ¿Cuál es?

—Una vez un lobo sangriento, siempre lo serás. —Recordé el maldito mandamiento.

—Me siento más tranquilo, ya que recuerdas los mandamientos. —Se apartó de mi camino. —Espero no lo vuelvas a olvidar... porque con gusto te lo vuelvo a recordar, pero no de la misma manera. —Amenazó. —Eres un niño, dejaré que te vayas, disfruta las obligaciones y la carga de ser un adulto... pero nunca olvides que tu vida me pertenece. —Decía mientras se alejaba. —Y cuando quiera, volveré para tomarla y hacer de ella lo que me plazca. —Se fue completamente.

Era consiente de sus palabras, prácticamente estaba citando palabra por palabra nuestro ritual de iniciación a la pandilla. Pero, para ese tiempo no era consiente de lo que significaba, solo ahora que ya quería ser libre y no ser parte más de ese mundo; fue que caí en cuenta. Mi vida no me pertenece...

Después de un largo periodo y vivir tantas experiencias, me encontré con Deb en el momento menos esperado, cuando menos deseaba enamorarme. En un instante en el que creía que el amor era solo un cuento de hadas, o algo que ocurría en las novelas que mi madre solía ver cuando era niño. Sin embargo, ella llegó a mi vida, convirtiéndose en una parte esencial de mi existencia. Con su llegada, logró despojarme de la costumbre de pasar las noches en bares, buscando consuelo temporal en brazos desconocidos.

Aunque ya estaba sumido en la embriaguez, no importaba quién apareciera, solo buscaba desahogar mi ira, estrés y confusión. Aquello era mi única vía de escape. Regresaba a casa a altas horas de la madrugada, pues vivía solo y nadie cuestionaba mis acciones. Aunque en cierto sentido me sentía satisfecho, anhelaba la compañía de alguien que me brindara un dulce beso de "Buenas noches" o que me abrazara cuando las pesadillas del pasado me atormentaran.

Anhelaba todo lo que me había faltado en mi infancia y con Deb encontré exactamente eso. Era mi refugio, mi confidente, mi amor. Sus abrazos y besos me reconfortaban, sus palabras de cariño me llenaban el alma. Aunque discutíamos a veces, nunca pasaba mucho tiempo antes de que nos reconciliáramos y durmiéramos juntos, enredados en nuestros sueños. Éramos la pareja ideal, pero sus padres nunca me aceptaron, así que ella tomó la decisión de mudarse a mi casa. No comprendía completamente por qué lo había hecho hasta aquella noche, cuando apareció en la puerta con dos enormes maletas. En ese momento supe que eran sus pertenencias; no me equivoqué. Deb había llegado a mi vida y deseaba fervientemente que se quedara a mi lado para siempre.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y, sin pensarlo, la abracé con fuerza. Le aseguré que podía quedarse el tiempo que deseara, aunque sabía que mi estilo de vida podía resultarle ajeno. Sin embargo, para mi sorpresa, se adaptó rápidamente. En solo una semana, encontramos una armonía increíble en nuestra convivencia. Nos entendíamos a la perfección. A pesar de ello, un temor latente se apoderaba de mí: el miedo a que alguien pudiera lastimarla, a ella, mi amada. La sola idea desataba un instinto protector feroz en mí. Si alguien osaba herirla, mi furia sería descomunal, sin importar su sexo, tamaño o edad. Estaba dispuesto a hacer frente a cualquier amenaza para protegerla.


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— ¿Cariño? —Murmuró cerca de mis labios.

Su voz me hizo salir de mis recuerdos. La miré y le dediqué una sonrisa, ella me la devolvió y comenzó a acariciar mi pecho en forma verticalmente, con sus dedos.

— ¿Sí?

— ¿En qué piensas? ¿Tienes mucho tiempo despierto? —Yo afirme con la cabeza y luego pase mi mano por mi cabello.

—Pienso en el pasado.

—Pasado pisado ¿Lo recuerdas? —Dijo besando mis labios

Yo suspiré. — ¿No tienes miedo? —Pregunte ingenuo.

— ¿Debería? —Pensé unos segundos y me senté en la cama.

—No lo sé, hasta ahora nos ha ido muy bien. —Dije, pero, ¿Por cuánto tiempo?

— ¿Echas de menos esos recuerdos inocentes? —Preguntó mientras se sentaba conmigo en la cama. —Estando juntos ¿Qué malo podría pasar?

—Eso es lo mismo que me pregunto todos los días. Cada mañana, cada tarde, cada noche... cada madrugada; a cada instante. —Confesé.

—Entiendo. —Dijo de forma tierna mientras me abrazaba como a un niño. —No te preocupes por esas cosas, amor, lo que va a pasar, pasará y no habrá vuelta atrás. —Me quedé serio y entrelacé su mano con la mía. Era suave y blanca, relucía en la oscuridad. No concebía la idea de vivir sin ella a mi lado. ¿Qué sería de mí si Deb no estuviera a mi lado? Probablemente, volvería a caer en los mismos errores del pasado. Regresar a los bares, buscar consuelo temporal en los brazos de porristas y desconocidas, sería lo mínimo. En el peor de los casos, podría retornar a la vida de pandillas, sumergiéndome nuevamente en ese abismo de oscuridad del que tanto me había costado escapar.

Fantasma De Amor© (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora