Capítulo Veintiuno - Estoy embarazada (✔)

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—Ya pedí un taxi. —Respondió a los minutos. —Y justo en este momento, está afuera esperándome. —Mi corazón explotó y como un tonto, tomé sus maletas y las subí al taxi. Sentía que estaba en modo automático.

Ella sonrió y bajo la lluvia me dio un gran abrazo, el cual me terminó de matar.

— ¿Puedo besarte una vez más? Compadécete de este pobre hombre que no puede vivir sin ti. —Ella asintió desconcertada, igual no le costaba nada besar los labios que un día daban la vida por ella.

En ese instante, sus labios hicieron contacto con los míos y tal vez, fue el beso más doloroso de toda mi vida.

Acerqué su cuerpo al mío, y sentí como si estuviera flotando, como si los mismos ángeles me tuvieran entre sus brazos y me dijeran "Todo estará bien ahora, Armacost, todo estará bien ahora que ella se va". Pero en realidad no quería que se fuera.

Seguía llorando a mares, mis lagrimas se mezclaban con la lluvia hasta que pude sentir una gota salada llegar hasta mis labios... labios que Deb besaba. Nos separamos y yo la abracé fuerte. No la quería dejar ir.

—Adiós. —Susurró. —Si logro recordar algo, te aviso... hablamos y miro si vuelvo. —Afirme ante sus palabras, el agua helada de la lluvia me puso la piel de gallina. Me quedé ahí de pie, esperando que el auto se detuviera y ella regresara a mis brazos corriendo diciéndome que me amaba y que todo era una simple broma, pero no, ella no volvía y el auto avanzaba cada vez más, alejándose de mí a cada segundo, hasta que se alejó tanto... que la perdí de vista.

La lluvia había borrado mis lágrimas, ya no parecía más que un enfermo con ojeras que se había escapado del hospital psiquiátrico. Pero el hospital psiquiátrico ya era muy poca cosa para mí, yo ya era otro nivel de loco.

Los días habían pasado muy lento, las noches se me hacían eternas. Habían pasado ya cinco días desde su partida, y mi esperanza se estaba desmoronando, pero, si la esperanza es lo último que se pierde, ¿Qué queda cuando ya no hay esperanza? tenía que recuperar las fuerzas. Debía tener la fuerza suficiente cuando ella regresara ¿Ella sí regresaría? Era a lo único que me aferraba.

Una llamada inesperada a mi puerta, me hizo llegar corriendo a abrir, creyendo que había vuelto a mis brazos. Pero para mí mala suerte, sólo era Missy.

— ¡Armacost! —Exclamó con una serie de sentimientos que no reconocí. —Qué bueno que te encuentro, tengo que hablar contigo.

— ¿Hablar? ¿De qué? —Pregunté mientras abría más la puerta para que ella entrara.

Ella se sentó en el sillón de la sala y cruzó sus piernas largas y firmes. Y de la nada, explotó la bomba que acabaría conmigo.

—Estoy embarazada. —Escupió sin más.


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Cinco días alejada del mundo en el cual me sentía ahogada, el hospital no era bueno ni la casa de mi "Prometido". Aunque Axel no era una mala compañía, no soportaba que siempre estuviera besándome, acariciándome o abrazándome. Era muy molesto y no quería rechazarlo, eso me hacía sentir mal. Sabía que él estaba derrotado, que estaba decaído y que sus esperanzas estaban por los suelos, pero ese era un tema que a mí no me importaba.

Solo quería ser feliz, recordar todo lo que una vez viví y nada más. Mis padres eran buenas personas y se dedicaban a estar al pendiente de mí. Mi hermana, Susann, no se apartaba de mí, a decir verdad, mi vida estaba siendo muy agradable en la casa de mis padres. Aunque no negaré que toda esta atención en cierta medida era perturbadora, me sentía en breves momentos observada... o peor aún vigilada por mi propia familia.

Así que, para evitar esa sensación por la mañana de un hermoso viernes, mi hermana y yo, salimos al parque hacer un poco de ejercicio y en el camino, me encontré con Benjamín, un viejo amor que tuve cuando tenía alrededor de quince años. Su cabello estaba más largo que antes, sus ojos azules brillaban como dos luces intermitentes, y su sonrisa era amplia, había crecido unos cuantos centímetros más.

— ¡Debora! —Exclamó abriendo sus brazos para entrelazarme en ellos.

— ¡Benjamín! —Saludé correspondiendo su abrazo.

— ¡Vaya! Mira que hermosa que estas, ¿Cuánto tiempo hace que no nos veíamos? ¿Dos o tres años? —Yo asentí con una sonrisa, estaba algo apenada.

—Estás hermosísima, ¿Qué te hiciste? —Me alagó.

— ¡Basta, Benjamín! —Le dije muy apenada.

Él siempre me llenaba de cumplidos, pero ya me había desacostumbrado a ellos que cualquier cosa que me decía, él hacía sonrojarme.

—Benjamín, si quieres puedes cenar con nosotros en casa, mi madre hará una comida tipo italiana ¿Te gustaría ir? —Lo invitó Susy.

La sonrisa de Ben se hizo mucho más amplia, como si estuviera satisfecho de que Susann le hubiera ofrecido ir a cenar con mi familia. Como los viejos tiempos.

—Claro, ¿A las ocho?

—A las ocho. —Respondió Susann.

Nos despedimos de Benjamín y continuamos caminando hasta llegar a una banca lo suficientemente alejada de él. Me dejé caer en la banca, agotada y tomé un poco de agua para hidratarme.

— ¿Y? —Preguntó Susann curiosa.

— ¿Qué?

— ¡Vamos! ¡Dime ya! ¿No sentiste algo lindo en el estómago al volver verlo?

—No.

— ¡Deb! Ambas sabemos que ese chico te sigue poniendo los pelos de punta. —Yo reí y saqué una moña para el cabello y la volví a poner haciéndome cualquier mechón hacia atrás.

—De acuerdo, si, si me sigue poniendo algo nerviosa. —Suspiré y crucé mis piernas. —Es que es lindo, es lo que siempre soñé.

— ¡Lo sabía! —Contestó ella con una sonrisa amplia y brillante.

Y por la tarde, pensé todo el día en Axel. En como estaría pasándola sin mí, en cómo seguía, debido a que la última vez que nos miramos, fue algo difícil para él, lo podía sentir en cuanto él ponía su mirada en la mía.

Extrañaba un poco sus besos, era extraño, ya que no recordaba en lo más mínimo de ese chico. Pero en cierta forma, me llamaba la atención... y mucho.

Sin embargo, por otro lado, estaba Benjamín Bennett, quien me hacía suspirar mil veces en un segundo, quien con un sólo beso en mi mejilla me hacía flotar y llegar hasta los brazos del ángel más hermoso del universo.

Pero temía que la razón por la que habíamos terminado fuera mala. En realidad, no recordaba lo más mínimo del por qué habíamos acabado con nuestro amor. Era algo puro, donde una pelea no significaba nada, él podía llegar a mi habitación a las dos o tres de la mañana diciéndome un "Lo siento, Deb, te amo y fui un tonto" y todo estaba bien, es decir, no me podía resistir ante sus encantos.

El tiempo pasó más rápido de lo que me imaginé. Me maquillé un poco y me puse una ropa que estaba en el armario. Era muy elegante y al compararla con la que tenía en la casa de Axel, era demasiado costosa.

¿Yo solía pasar horas de compras? ¿O mi madre era la que se encargaba de comprar mi ropa? No quise darle mucha importancia a la ropa ni a los zapatos, ni mucho menos al peinado. Sólo hice una trenza, decidí usar un vestido sencillo, no quería impresionar, pero tampoco quería estar mal vestida. Me eché un último vistazo por el espejo y descubrí que me veía muy bien.

Bajé las escaleras y Benjamín ya se encontraba en la entrada, se miraba en el espejo que estaba en la pared cerca al comedor y a través del mismo espejo se dio cuenta de que yo bajaba las escaleras con precaución. En un pequeño brinco llegó al final de las escaleras y tomo mi mano como todo un caballero, luego la beso.

—Te ves hermosísima. —Yo sonreí y lo abracé.

Nuevamente sentí la conexión que alguna vez tuvimos cuando éramos unos adolescentes y cuando abrí los ojos para despertar de ese recuerdo, sus labios estaban en los míos, sus brazos rodeaban mi cintura y me aferraban a su alto y esbelto cuerpo.

Fantasma De Amor© (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora