Capítulo Diecisiete - Terapia intensiva (✔)

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El olor a gasolina me causó un fuerte mareo y dolor de cabeza, pero no me importó. Desabroche el cinturón de seguridad de mi asiento y me lance por Deb salí del carro y desde la parte exterior las cosas se veían aún peor, saqué fuerzas de dónde no tenía, la puerta del copiloto había quedado tan jodida que pude arrancarla de auto y como pude la tomé en mis brazos y corrí por toda la calle desierta gritando por ayuda. Su cuerpo estaba débil, sus ojos estaban cerrados y su blusa favorita estaba empapada en sangre.

Un fuerte sonido me terminó de reventar los tímpanos, caí de rodillas, pero no soltaba el cuerpo lastimado de Deb, no me permitía caer encima de ella y seguir haciéndole más daño; giré mi cabeza hacia atrás y descubrí que mi carro, estaba quemándose. Las llamas salían descontroladas por las ventanas y la pintura roja, ya no era de ese color, sino de uno negro calcinado.

Como pude, me levanté y seguí caminando mientras pedía ayuda —¡AYUDA! ¡Por favor! Sálvenla, por favor. —Mis piernas se comenzaron a debilitar hasta que caí de rodillas en una esquina. Mis lágrimas salían expandidas sobre mi cara y cuando menos lo pensé, ya estaba en el hospital.


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— ¡No, no! ¿Dónde está ella? ¿Dónde? —Desperté exaltado. No sabía dónde estaba

—Señor, podría calmarse por favor, la señorita está inconsciente. —Pude ver que estaba en una habitación de algún hospital.

—Yo fui el culpable, yo... yo fui. —Dije a medio terminar la oración.

—Si usted no se calma, voy a tener que verme en la obligación de hacerlo yo mismo. —Entró un paramédico mostrándome una inyección. Supongo que tenía algún sedante.

—No, no, está bien... yo me calmo. —Me daba igual las inyecciones, no es como si les tuviera miedo; simplemente no quería que me sedaran, quería ver a Deb, saber que estaba bien y necesitaba hacer caso y tranquilizarme para que eso pasara.

— ¿Qué fue lo que sucedió? —Preguntó la enfermera intrigada.

Pensé unos minutos para contestar, me dolía la cabeza y al parecer, no recordaba con certeza lo que había sucedido.

—Creo que chocamos. —Mis recuerdos vagaban, no recordaba qué pasó.

— ¿Y qué más? —Siguió preguntando.

—Solo sé que un carro... de carga... nos atropelló en una curva e impactó donde estaba Deb. —Suspiré y luego un montón de cosas se me vinieron a la cabeza. ——Veníamos del juego de la gran final de básquetbol, el cual nuestro equipo ganó y ella se enojó mucho conmigo debido a que una de las porristas me besó y por ese beso ella me gritó diciéndome que la llevara a casa, lo cual hice, pero ella aún estaba muy enojada, en el auto seguimos discutiendo; en una de las curvas un camión cisterna lleno de gasolina chocó contra nosotros y en minutos el carro explotó. Sólo fue cuestión de segundos para poder salir, pero ella fue la más afectada debido a que se encontraba muy cerca de las llamas y pocas chispas se esparcieron en su cuerpo, la puerta del copiloto quedó destrozada. — Suspiré. — ¿Estará bien? —Pregunté preocupado, todo era mi culpa.

—Primero preocúpese por su salud, señor y luego podrá saber el estado de salud de la chica.

—Ok, que exigente. —Dije acostándome en la camilla.

¿Cuántos días habían pasado? Ya se me había hecho una eternidad. Supuse que no habían pasado ni dos horas porque yo aún traía mi uniforme de básquetbol lleno de sangre, sabía que esa sangre era de Deb, no mía.

—Yo me siento bien. —Dije tratando de ponerme de pie. El mundo me dio vueltas y preferí volver a la camilla. —De acuerdo, dormiré. —Me dije a mi mismo en voz baja.

La enfermera que estaba cerca de mí, río y cruzó sus brazos.

—Eres algo hiperactivo, ¿No crees? —Yo me negué con la cabeza.

—Para nada. —Ella volvió a reír.

—Vamos a ponerte un tranquilizante, tu cabeza no está en muy buenas condiciones. —Colocó una inyección en mi vena. —Buenas noches, señor Armacost. —Cuando se fueron los efectos del tranquilizante abrí lo ojos muy lentamente, sentía mis parpados pesados, pero pude ver a Deb, estaba tomando mi mano y sus ojos estaban cerrados. Su piel blanca me pareció lo más hermoso del mundo y esas pestañas negras que adornaban sus ojos grandes, eran lo más cercano a la perfección.

Deb, ella estaba bien, y me estaba cuidando. Miré hacia la ventana y el sol me iluminó los ojos, los cerré y me aseguré de que todo en mi cabeza estaba en orden, me sentía tranquilo.

—Bebé... —Dijo haciendo para atrás mi cabello con su mano. —Mi vida, ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes, corazón? —Eché una mirada hacia mi lado izquierdo y Deb había desaparecido.

— ¿Dónde está mi novia?

—Estará bien, amor. —Respondió mi madre. Deb no era la que estaba a mi lado, todo lo había imaginado.

Al parecer ya estaba mucho mejor en comparativa con la última vez que la vi; respondía todo coherentemente y su cara ya no estaba demacrada, era hermosa, hermosa y joven como cuando yo era un niño, claro se le notaba unos cuantos años encima, pero seguía siguiendo bella.

— ¿Dónde está, mami? —Pregunte con mis ojos hechos un mar de lágrimas.

Ella sonrió al escuchar "Mami" y beso mi frente. Tenía años que no la llamaba así, creo que se sintió devastada, sabía que yo estaba asustado.

—Está en terapia intensiva. —Prosiguió con su voz lenta y aterciopelada.

No estaba muy seguro de lo que "Terapia Intensiva" significaba, pero al parecer no era nada bueno y si algo le sucedía a mi Débora, mi vida ya no iba a tener sentido. Todo fue por mi culpa. Por mi maldita culpa, por mi maldita estupidez le paso eso a ella. No me iba a perdonar que había sucedido, jamás.

Fantasma De Amor© (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora