Capítulo Treinta y cuatro - Yo también a ti. (✔)

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— ¿Qué? —Inhalé y exhalé millones de veces tratando de controlar mis emociones hasta que me aseguré de que el llanto no me ganara, no podía llorar frente a Axel, no más.

—Quiero que seas feliz con ella, de verdad, quiero que seas feliz con tu hijo.

—Dijiste que podía tener una oportunidad de... —Coloqué mi dedo índice en sus labios y lo abracé.

El me correspondió, y tal vez, fue el abrazo más largo que no hemos dado, estuvo lleno de sentimientos que tuvimos en toda la vida.

— ¿Por qué haces esto? —Preguntó con lágrimas a punto de salir en sus ojos.

—Por el bien de ambos.

Entonces se apartó de mí y me miró detenidamente. — ¿Y piensas que esto es lo mejor? ¿Cruzamos mares y ríos para estar juntos y ahora me dices que lo mejor para ambos es la distancia? ¡No! No puedo dejar a la mujer que amo con todas mi corazón por tonterías. Yo sé que no he sido lo suficiente bueno, pero te prometo... —Lo miré tratando de descifrar sus plegarias pero estaba tan entretenida mirando como sus labios y sus ojos se movían al hablar y cómo sus brazos y manos hacían movimientos exagerados debido a lo exaltado que se encontraba.

Suspiré, lo tomé de las mejillas y lo acerqué a mis labios. Deje que consolara mis desdichas y por supuesto, mis tristezas. Solo él tenía ese 'Don' de poder calmarme con sus hermosos labios. Sus manos me tomaron por la cintura, su respiración era irregular, como si estuviese desesperado de no dejarme ir.

Me aparté de él, sin dejar de abrazarlo y conseguí escuchar su llanto. Había miles de cosas en Armacost que ya se habían hecho costumbre, y llorar por mí era una de ellas. Acaricié su espalda por debajo de su camisa a cuadros.

— ¿Adónde te vas a ir? —Pregunto mirando mis labios.

Yo los fruncí. —Bueno, me ofrecieron una beca para estudiar al este del país.

— ¿Y piensas que es lo correcto?

—Quiero ser psicóloga.

—Tu sueño frustrado. —Dijo entre risas.

Yo asentí haciéndole coro a sus risas.

—Sí, ya sé que no es mi carrera favorita pero... —Suspiré y lo miré a los ojos. —Mi padre me ha conseguido una beca, ya sabes, él siempre ha querido una psicóloga en casa.

—Sí... —Contestó él.

Su rostro estaba destrozado, su cuerpo temblaba y de alguna forma me trasmitía su mala energía. El silencio abundó y él decidió soltarme para sentarse en la arena, yo imite su acción.

—Así que ¿Cuándo te vas?

—Mañana. —Se me quedó mirando y frunció sus labios.

Cruzamos miradas mil veces y luego las regresamos al infinito mar que se extendía frente a nosotros.

—Bien. —Murmuró.

Juntó sus piernas y las detuvo con sus brazos. Y en ese momento ya no hubo nada. Ninguna mirada, ninguna sonrisa; solo dos cuerpos inhalando y exhalando el fresco aire que nos brindaba la brisa del mar. Decidí que lo mejor era que me fuera. Antes de pararme, besé su hombro y respiré su dulce aroma masculino, era una mezcla de sudor con su colonia favorita. El aroma se me quedó impregnado y me empecé a enloquecer. Me miró y besó mi frente, resignado.

—Te deseo mucha suerte, Debora.

—Debora... —Repetí. —Es raro cuando me llamas así.

Él asintió con la cabeza. —No importa lo que te diga ahora, mientras sepas lo mucho que te amo.

—Gracias.

—Gracias. —Me imitó. —Como si fuese un cumplido.

Él solo pensaba en como atacar, pelear, discutir, y yo solo quería saber que no me iba a olvidar. Necesitaba decirle la verdad, íbamos a ser padres. Pero eso sería como echarle leña al fuego. Me puse de pie y me di por vencida. Caminé directo hacia la calle, acariciando mi vientre.

Tenía en mente que tal vez iba a regresar por mí pero él nunca vino.

Nunca llegó...

Esperé en una esquina la parada de algún taxi y para mi mala suerte, comenzó a llover. Eran exactamente las once de la noche y no tenía tanta suerte como para que un taxi pasara. Me mojé completamente, el aire corría a gran velocidad y mi piel estaba de punta, el agua estaba casi congelada.

— ¡Debora! —Gritó aquella voz que de pronto me debilitó. — ¿Hay algo que deba decir para que no te vayas? —Volteé mi cuerpo y ahí se encontraba él.

Estaba a unos diez metros de distancia, sus ojos estaban entrecerrados debido la lluvia, estaba empapado de pies a cabeza. Me robó miles de suspiros en menos de un minuto. Exhale. Sacudí mi cabeza en busca de su cuerpo, el cual se hacía casi invisible bajo la gran tormenta. Me negué con la cabeza y espere que llegase a mis brazos. Corrió a toda velocidad, con grandes saltos hasta llegar a mis brazos. Me sostuvo fuerte por la cintura levantándome del suelo.

—No te vayas, Deb, no me hagas esto. —Comenzó. Me tomaba de las mejillas, mientras temblaba y me miraba a unos pocos centímetros de distancia de mi cara. Juntamos nuestras frentes. Sus labios rozaban levemente los míos y a la misma vez, me daba besos fugaces. — ¿Qué sucedió? ¡Que hice mal!

Lo miré tratando de tragarme mi vómito de palabras que al juntarse iban a formar una frase que podría cambiar nuestras vidas 'Estoy embarazada'. —No hiciste nada mal. —Le dije. —La beca es de gran ayuda y la voy a aprovechar. —Tome sus manos y las quite de mi cara. —Y quiero que me prometas que serás feliz con tu hijo y Missy.

Me miro y resignado levantó sus brazos hacia el cielo y luego los bajo, como tratando de decir 'Es todo lo que puedo hacer. — ¿Te puedo dar un último primer beso? Te prometo que será el último, ya no te buscaré.

Asentí con la mirada perdida y entonces sucedió.

Sus labios húmedos debido a la lluvia, se pegaron como un imán al metal a los míos. Sus ojos estaban cerrados, y al notar eso, yo también cerré los míos. Me deje llevar sabiendo que sus labios eran y siempre iban a ser los mejores que los míos habían probado algún día. Cuando nos separamos, él me tomó de la mano y susurró. —Te amo.

Sus ojos estaban cristalinos en agua y yo solo asentí. —Yo también a ti.

Fantasma De Amor© (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora