Capítulo Treinta - El amor de mi vida. (✔)

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En ese momento, la furia corrió a través de mis venas y sentí que mi corazón iba a explotar.

— ¡Aaaaaaaa! —Grité furioso.

El silencio abundó y ambas mujeres detuvieron su mirada en mí. Totalmente petrificadas, Missy se entró a la casa y Deb se recargo en el auto tapando su cara con las manos. Se negaba con la cabeza y lloraba en silencio. Respiré hondo y deje que la tensión saliera de mi cuerpo.

—Cariño-Dije acercándome a ella.

—No digas nada, por favor, Armacost.

Froté mis ojos y me recargue en el auto junto a ella.

— ¿Quieres ir a casa?

— ¿De quién es el bebé? —Preguntó ignorando mi pregunta.

Suspiré y dejé salir mi voz grave.

—No lo sé, Deb. —Le contesté pasando mi mano por mi cabeza.

—Volví contigo porque mi corazón me dijo que ibas a cambiar, pero no, no sé cómo imaginé que eso iba a suceder, la tonta soy yo, Armacost, yo, porque te creí.

Sus palabras me impactaron, me destrozaron, porque por una parte, ella tenía toda la razón y por otra parte, yo estaba completamente arrepentido porque sabía que había sido una completa basura, en realidad no merecía una mujer como ella. Yo era muy poca cosa para Deb.

—Lo lamento. —No sabía qué decir, estaba sin palabras.

—Vámonos a casa. —Dijo ahogando sus penas.

Abrí la puerta del carro y dejé que ella se subiera, después entre yo y durante el camino, no se escuchó ninguna voz, más que la música que reproducía el estéreo. Mi cabeza estaba llena de pensamientos, a veces volteaba a mirar entre ojos a Deb quien solamente veía por la ventana pasar las calles. Trate de tomar su mano provocando que ella me mirara pero fue intento fallido.

—No me toques.

Yo reí, estas peleas eran como las que teníamos siempre.

—Cariño.

—No soy tu cariño, idiota.

— ¿Mi vida?

Ella soportó reír y volteo su mirada hacía la ventana, supuse que todo era para ignorarme.

—No me puedes ignorar, Deb, no puedes ignorar la persona que más adoras.

— ¿Quien dijo que yo te adoraba?

Y en ese momento, sentí que todo ya había acabado, antes ella admitía que me amaba pero al parecer, ya había llegado a su límite. Me había soportado muchas veces mis infidelidades y peleas tontas. Regresé mi mano derecha al volante, sosteniendo el mismo con ambas manos. Estacioné el auto en la cochera y justo cuando iba a decir algo, Deb salió corriendo.

— ¡Debora espera! —Grité en lo que salía de mi carro.

— ¡No te atrevas a seguirme! —Decidí que dejar pasar su enojo, era lo mejor. Así que regresé a mi habitación, me quité la ropa y me dejé el bóxer, después prendí el televisor y me puse en busca de algún canal entretenido.

Pasó al menos una hora, cuando Debora llegó a mí.

— ¿Puedo usar tu baño? —Era Deb, sostenía en sus manos algo de ropa y estaba parada en el marco de la puerta.

—Claro que sí.

—Gracias.-Dijo atravesando la puerta.

Yo la miré como bobo hasta perderla de vista. Escuché el agua caer y miles de recuerdos se vinieron a mi mente. Quise entrar, pero luego pensé que no era lo correcto. Me concentré en la televisión y fue ahí cuando Deb gritó mi nombre.

— ¡Armacost!

— ¿Si? —Contesté acostada en mi cama.

— ¿Podrías traerme una toalla? Olvide traer una. —Era mi oportunidad, tomé una toalla y entré al baño, ella estiro su mano para alcanzarla y antes de que ella la sostuviera, la deje caer en el suelo.

— ¡Rayos! Que idiota eres.

— ¡Gracias! —La volví a recoger pero esta se había empapado un poco con agua, así que la estire en la porta toallas.

—Tengo frio, Armacost, apresúrate y trae otra. —Se quejó.

Cerré la puerta del baño para mantener la calidez del cuarto y me metí a la regadera junto a ella. Sorprendida cubrió su cuerpo con sus manos y yo reí, la abracé y dejé que mi calor entrase en su cuerpo. Recargo su cabeza en mi pecho desnudo y yo acaricie su espalda en forma verticalmente.

—No me hagas daño. —Pidió en un susurro.

Yo reí, puesto que había comprendido lo que eso significaba. —No te haré daño, cariño. —Le prometí.

Ella suspiró y hundió sus manos en mi espalda, hasta la mitad. Pensé que si seguía, íbamos a terminar mal, pero me gustó la idea de que a lo mejor ella quería continuar. El agua corría por nuestros cuerpos y decidí pasar al siguiente nivel. Besé su cuello y ella se encogía de hombros mientras me pedía que parara.

Al final, terminamos los dos desnudos en la cama. Sentí sus caricias en mi piel y luego sus labios besando los míos.

—Te amo, Armacost. —Susurró. — ¿Qué debo hacer para comprender un poco tu actitud? —Yo desperté de mis pensamientos, y mire su rostro cerca del mío. Pase mi mano por su brazo y la miré bajo la oscuridad.

—Perdóname, Deb, es lo único que te pido.

—Aunque te perdone, el daño ya está hecho. —Contestó.

Baje mi mirada y cerré mis ojos, estaba cansado.

Ella continúo acariciando mi rostro, lo cual me tranquilizó hasta olvidar lo que estaba pasando. Después de tantos años de noviazgo, mis ganas de hacerla mía se habían cumplido, todo había sido tal y como yo lo soñé alguna vez, incluso fue mucho mejor, porque esta vez, lo había hecho con la mujer que amaba, y esa era una sensación única.

Le demostré lo mucho que la deseaba, de miles de formas. Esta vez, por primera vez, le había hecho 'El amor', iba a ser la primera y última mujer a la cual yo podía hacerle llamar: 'El amor de mi vida'.

Fantasma De Amor© (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora