Capítulo XXXVI La magia no existe

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<< ¿Sabes cuál es tu problema Elizabeth? que vos querés una solución mágica a lo que nos pasa,  per la magia no existe, entonces acá estamos en el medio de la nada,  sin ir y sin volver,  a medias,  vos testaruda,  haciendo reclamos y reclamos que  no resuelven nada. He sido distinto contigo, he hecho lo imposible, ya no creo que pueda hacer nada más. Si no te gusta nada de mi vida tendrás que irte, puedo cambiar algunas cosas, puedo entender otras,  pero es demasiado, no puedo cambiar quién soy, creo que nadie puede >>.― dijo Will con seriedad antes de desaparecer de la habitación que compartían.  Y aunque Lizzy creía en la magía y sabía que simplemente se trataba de esa química especial,  que había aparecido en su vida cuando por algo del destino todo la había llevado  a conocer  a  Willian Darcy que con su galantería la  había hecho  volver a creer, a sentir, y a reir por lo que antes sufría, no podía detenerlo. Él,  se despedía esa mañana con esas palabras después de que ella  le reclamara insistentemente que no le gustaba vivir con los sirvientes y con la Sra. Reynolds en esa enorme mansión y la magía entre ellos por primera vez desaparecía y los desprotegía retirando ese  velo de felicidad que hasta ese día los había encantado. Lizzy,  lloró porque supo por primera vez que podía perder a Will, que él podría  desaparer de su vida, luego  se levantó y comenzó a juntar sus cosas. 

Georgiana se había ido a Manchester con su marido y su pequeño hijo Will,  que con casi  tres meses ya estaba precioso y fuera de peligro,   Brandon los había acompañado, y en  Londres la Sra. Reynolds, Philip encargado de seguridad,  y seis personas para el mantenimiento general de la mansión vivían con ellos, eran demasiados a su entender. Ella de todos solo aceptaba a Brandon, a él  lo sentía cercano, le tenía aprecio, pero con la Sra. Reynolds la relación no terminaba de sellarse, "cuestión de piel decía Elizabeth",  pero era algo más. La Sra. Reynolds llevaba tantos años en la casa que se creía la dueña y a  Lizzy  eso no le gustaba.  A veces consentía a Darcy  de manera incorrecta,  notando que muchas cosas de su  temperamento eran  producto de  las consentidas de la señora que no ayudaban en nada,  más que en hacerlo ver  inmaduro y quisquilloso,  con manías ridículas. Una de las manías más ridículas que ella conocía era que  Reynolds  lo llamaba todas las mañanas antes de las nueve si  él no había bajado, Elizabeth le había pedido encarecidamente a ambos que ya  no lo hagan y ella lo seguía haciendo, sábados,  domingos, feriados, era insufrible, nunca podían disfrutar tranquilos de nada porque ella llamaba para molestar. 

Ese domingo por la mañana la discusión había comenzado por el llamado de  Reynolds a las nueve y un minuto,  había seguido porque Will se iba a jugar al tenis con los Bingley,  y había terminado cuando  Lizzy algo descompuesta,  más allá de no disfrutar en particular de la compañia de Caroline, había confirmado que no lo acompañaría. Una cosa había llevado  a la otra y de repente ella  se encontraba en el auto de  Jane, con  Tris y una maleta, entristecida y confirmando con rotunda convicción que: ¡No volvería a la mansión nunca en su vida!, no le importaba nada. Will no conocía sobre  su decisión,  por supuesto,  él se sentía incómodo con las peleas constantes por el mismo tema, pero  no creía que ella tomaría una decisión así,  se enteraría al regresar dos horas mas tarde. 

Lizzy estaba agotada, no había forma de acostumbrase a la casa, no le gustaba nada, era enorme, con  tanta gente  dando vueltas y observando, sabiendo cada movimiento, mirando sus cosas, no había manera, era peor que vivir en un hotel;  desde que Georgiana  había dejado  que  los sirvientes hicieran y deshicieran, era horrible y  la Sra. Reynolds había osado hasta en  llamar a una decoradora que se ocupaba de los arreglos cuando  Darcy padre aún vivía. Todo era una locura que no mejoraba con el pasar del tiempo y que  Will minimizaba,  preocupado por  cosas de la empresa y de las obras en construcción. Elizabeth y él se entendían en la intimidad,  nada había cambiado en ese sentido, pero la convivencia era imposible, apenas comenzaba el día el llamado de la Sra. Reynolds  comenzaba las diferencias, no coincidían en nada de nada, si Will creía que algo era una pavada, para Lizzy era importante, en caso de que Will se preocupara por algo a Lizzy le parecía sin importancia y así iban como el agua y el aceite.

El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora