Capítulo X Londres sin tí

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Las horas en lo de Elizabeth pasaron como un suspiro, y Will se había ido dejando su aroma en todos los y en particular en  los almohadones del sillón, donde luego de tomar el té habían estado recostados besándose intensamente como el día anterior. Él no soportaba tener a Elizabeth cerca sin abrazarla, y ella no se resistía a ninguna demostración de afecto aunque  se mostraba tímida y cautelosa.

Ahora sin él cerca ella tenía una extraña  sensación,  perdía el sentido del tiempo, algo no funcionaba bien en su cuerpo, lo extrañaba de una manera exagerada y rara, mientras  intentaba ocupar su mente.
Buscaba unas mariposas de tul blanco con algunos brillos en los estantes del garaje para su trabajo del día siguiente, que era lo único que la mantenía en pie manteniendola distraía de aquel sentimiento tan extraño, y una cajita cayó sobre el auto de Will estacionado  a unos pasos.

Rápidamente se acercó a buscarla ,  sintió curiosidad por mirar que había en las gavetas,  sentía un hormigueo en todo el cuerpo y ansiedad como si alguien la hubiera descubierto o la estuviera mirando, el auto estaba abierto, con las ventanas bajas para evitar que se active la alarma.

Revolvió un poco y encontró un manual de conducción, un perfume de automóvil, todo impecable y ordenado, toco un botón que decía baúl y se levantó la puerta del baúl automáticamente, salió de asiento delantero sin haber encontrado  nada importante y ahí  atrás tenía para entretenerse.

Un bolso de deporte, entreabierto, un olor inexplicable a Will se evaporaba de él. Había dos raquetas de tenis, un remera,  un short que aunque parecían usados estaban impecables , como se veía él siempre desde que ella lo había conocido, un par de zapatillas, un carnet de socio del Wimbledon Lawn tenis , no podía ser socio de un club normal. La foto podía ser de diez años atrás, un joven de 25 años que también le hubiera gustado, aunque  Elizabeth prefería a los hombres maduros.

Guardó las cosas sintiéndose muy atrevida  cuando creyó ver algo de color rosa salir del baúl del auto, rápido volvió a abrirlo y una musculosa diminuta de mujer de color blanco y rosado se escapaba de una bolsa.

Se enfureció, una remera casi nueva, con olor a perfume de mujer junto a las cosas de Will, no entendía y tampoco podía preguntar ¿De quién sería?, la ansiedad no la dejaba respirar. Él no parecía ser un hombre que subiera a cualquiera a su auto,  eso la tranquilizaba, pero por otro lado, la idea de que ella no lo conocía mucho y  se había subido a su auto rondaba en su cabeza.

En dos segundos y con todas esa ideas en su mente se había desinteresado de las mariposas de tul, de los artículos de decoración y de todo lo que hasta ese día centraba su atención y solo pensaba en él nuevamente.

Decidió dejar la maldita manía de hurgar en lugares ajenos y se desplomó en el sillón.

El teléfono no paraba de sonar, atendió a su madre que parecía secuestrada del otro lado del teléfono:

- ¡Elizabeth Bennet debes dejar de desaparecer! hace más de cuarenta y ocho horas que te estoy llamando y no me escribes ni un mísero mensaje.

- Madre estoy bien, en tu casa en Londres, como siempre. Tengo casi treinta años ¿ Qué es lo que te sucede?

- ¡Nada en particular, pero me llamó Paul, me contó que estabas muy bien acompañada, que un hombre te abrazaba en el estacionamiento de las galerías y yo en París sin saber nada de eso!

Elizabeth no podía creer lo que escuchaba, se trababa al hablar ¿ Qué diría ante semejante situación?

- Mamá la gente habla de todo e inventa cosas que ve, he tenido una reunión de trabajo en las galerías, apareció Tomas, me entristecí, y la persona que me acompañaba me abrazó. Eso es todo_ Elizabeth minimizó los hechos, de una manera muy convincente, pero su madre, era la Sra. Gardiner y no se contentaría con eso.

El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora