Capítulo IV ¿Cómo contestarle a Will Darcy?

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Al terminar sus actividades programadas del día y atareado aún con algunos planos pendientes, William decidió tomar un baño.

Revisó por última vez su celular, un mensaje de su hermana, dos de su ama de llaves en Manchester, y nada, absolutamente NADA MÁS.

Se indignaba pensando en por qué, esa menuda e insignificante decoradora no lo había contactado aún. ¡Estaba muy, PERO MUY, mal acostumbrado a ser festejado por las mujeres!, y contenía su impulso de enviarle un mensaje, o llamarla por teléfono todo el tiempo.

Decidió llamar a Charles para avisarle que estaba en la ciudad y tratar de organizar un plan que lo saqué de ese bucle de pensamientos redundantes que no dejaban de atormentarlo, los ojos, la mirada, el probador, y la desesperación por conocerla más lo enfermaban. Dejó un mensaje en su contestador ya que el teléfono después de sonar varias veces fue transferido a la casilla.

<< Charles, soy Will, estoy en Londres, y Londres sin ti casi no es Londres. Fue un día agotador, tengo cosas para contar, algunas del trabajo, otras de mi vida... llamame, estoy en casa hasta mañana, estaré esperando>>

Cortó el teléfono sintiendo como bajaba su energía, se sentía solo, solo y sin nadie, y eso, no era habitual para él. ¿Sentirse solo? se asombraba, jamás había experimentado esa sensación, siempre había tenido a su lado a alguien en quien confiar, desde su madre, hasta su nana cuando ésta falleció, y su padre por sobre todas la personas era su más alto sostén, aún habiendo fallecido, por su solo recuerdo, por sus enseñanzas, pero ese día sentía que necesitaba otra cosa.

Necesitaba que alguien lo ame profundamente, una mujer como Elizabeth, simple y sofisticada a la vez, que podía mirarlo sin saber quien era, sólo por ser ese joven apuesto, bien vestido y de ojos celestes, que podía mirarlo sin demostrarle un interés voraz por su posición y sus bienes materiales. Esa chica de voz cálida y dulce. Solo pensar en eso lo dejaba perplejo, porque no se reconocía.

Tomó el teléfono nuevamente se tiró en el sillón mientras ubicaba el contacto de Lizzy, iba a marcarle, se arrepintió tirando el celular sobre el puf que tenía al lado, se agarró la cabeza y gritó: ¡grrrrrrr!, luego sonrió, estoy muy, pero muy loco, pensó y luego dijo en voz alta: "¡Me siento un adolescente, por dios!", sintió una fuerte energía en todo su cuerpo, tomó su celular seleccionó el contacto de Lizzy en whatsapp y escribió:

_ Hola Elizabeth, ¿Cómo estás?...

Ya había mandado el mensaje, se arrepentía en ese mismo instante, la energía del impulso inicial lo había abandonado, pero tenía que estar a la altura de su conducta anterior. ¿Qué le importaba enviarle un mensaje a una mujer con la que se había quedado encerrado por la mañana. ¿Qué tenía de malo? , se preguntaba... y continuó escribiendo:

_ No es habitual que yo le escriba a una desconocida, pero cuenta como conocida una decoradora que trabaja para la empresa de uno de mis mejores amigos de la infancia, Clark Beenice y con quién quedé encerrado por la mañana.

Quería morirse, borrarse de la faz de la tierra, acababa de declarar haber estado haciendo averiguaciones sobre ella. ¿Cómo podía enterrarse tanto? No podía culpar a nadie más de semejante exposición, las miradas desde el probador, los mensajes, sentía calor en sus manos y en su pecho. Se recostó sobre el sillón y sonriendo dijo, estoy jugado voy a hacer lo que sea por verla, y ella decidirá si le gusto o no. Esas palabras sonaban en su cabeza como las más ridículas que había escuchado en su vida, y lo peor, provenían de su pensamiento. ¿ Si le gusto o no? ¡Ridículo, eso es lo que soy!

_¿Podemos vernos? Continuó escribiendo.

¿Podemos vernos? se preguntaba, a quién se le puede ocurrir preguntarle a alguien ¿Podemos vernos?

El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora