Capítulo XXXIV Esperando para estar solos

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Amaneció tan lluvioso como el día anterior, parecía que las nubes de Londres no soportaban el peso del agua y la dejaban de caer regando el parque de la mansión Darcy sin intermitencias, William y Lizzy esperaban en el portal sin intimidarse por las inclemencias climáticas, estaban emocionados con su viaje y nada podría detenerlos.

Brandon los llevaría a la estación de tren, en contra de todos los comentarios de sus allegados se irían a Stratford Avon y se quedarían en un hotel de la ciudad frente al Teatro  Real, tenían entradas para ver Noche de Reyes una obra de Shakespeare que apunta a los doce días desde la navidad hasta la víspera de la llegada de los reyes en donde, como todos sabemos y la obra también cuenta se hacen cosas extrañas, se frecuenta y tolera gente que por lo general no se ve en otro momento del año, se reúne la familia, se regalan cosas disparatadas, se deja de trabajar, se trata a las personas en pie de igualdad, se aparcan las diferencias irreconciliables por un tiempo y se celebra por todo y con todo el mundo.

Se sentían dispuestos y seguros, irse despojados de la riqueza de Will era atrevido, por supuesto que llevaban dinero, pero iban en tren, con una pequeña maleta con ruedas cada uno, con ropa para cuatro  o cinco días, visitarían Stratford Avon y Oxford, podrían visitar si les apetecía a uno de los profesores más queridos de William que había trabajado en Cambridge pero se encontraba en Oxford por algunos semestres dictando una materia en la facultad de Arte y Humanidades, Lizzy quería conocerlo personalmente ya que había leído uno de sus libros en la universidad,  luego irían a Bambury otro sitio en donde Will tenía conocidos y que encontraba acogedor y relajante.

Estaban felices y el gesto en sus  caras podía demostrarlo, la Sra. Reynolds y Brandon, acostumbrados a gobernar los movimientos de William,  se consideraban desplazados y sentían resquemor con Lizzy, que comenzaba a ser la madre de los cambios en su amo.

Al despedirse la  Sra. Reynolds se animó a decir:

_¡Espero que no sea un error este viaje!_ su tono sonó a sermón.

William arqueó una de sus cejas, disconforme con el comentario,  e hizo de cuenta que no escuchó nada, Lizzy se despidió rápidamente con respeto,  pero por dentro tuvo ganas de empujarla al piso, ya en el auto hablaban del tema antes de que Brandon se suba:

_¡Tiene que ser agotador estar todo el tiempo con alguien como un zumbido en la oreja indicándote cada paso que das!_ dijo Lizzy con desenfado.

_Lo es _ dijo William convencido_ , pero en cada momento difícil de mi vida ellos han estado a mi lado, debo tolerar algunas cosas y tú debes ser más tolerante también.

_William no quiero eso para nosotros, ni para nuestros hijos, esto tiene que cambiar, si no comienzas ahora a ser diferente con ellos  no mejorará   nunca, debes prometerme que haremos nuestra vida sin depender de la mirada permanente de esta gente_ Lizzy se veía calma pero por dentro sentía preocupación, ella hacía años que vivía por su cuenta, sin quien la molestara  en su vida cotidiana, con semejante madre lo único que esperaba era tener una vida matrimonial feliz y relajada, la Sra. Reynolds no era como  su madre por supuesto, pero en algunas cosas sobre todo en no poder ubicarse siempre,  se le parecía bastante.

_Eres una cómoda señorita Elizabeth , cuando te conviene hablas de hijos_ sonrió él.

_Yo nunca dije que no tendremos hijos, solo dije que falta un tiempo y ahora digo que no quiero esa vida de control sobre cada conducta de parte de extraños, porque para mí son extraños_ lo dijo con humor, pero se notaba convicción en sus palabras.

_Haré todo lo que pueda, pero confío en ellos, están a mi lado y muchas veces solo no he podido, tú los necesitarás también, como ya te ha pasado, recuerda con la ropa, con las cosas nuevas, debes ser más paciente_ William estaba relajado, se lo veía radiante y desinteresado del tema, se iba en tren a pasear por Inglaterra, sin presiones, ni celulares, jugaba con las manos de Elizabeth estirado en el asiento sin mayores preocupaciones.

El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora