Capítulo XVI Olvidarte

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Era sábado por la mañana, Elizabeth sumida en una profunda angustia repasaba en su cabeza una y otra vez sus encuentros con William Darcy, mientras sentada en uno de los sillones dispuestos en su pequeño patio, decoraba con purpurina la cara de unos angelitos que usaría para adornar el festejo de la fiesta de San Miguel en Londres.

Ella, Charlotte y Tris , que no regresaría a  Estados Unidos y formaba parte del plantel de decoración como una más, habían sido encomendadas para los arreglos de la iglesia en donde se realizaría la conmemoración principal de la ciudad.
El  padre de Tris era muy influyente y las había recomendado con los organizadores,  estaría el alcalde, varios representantes de la política, gente prestigiosa,  personas participando del evento como era una costumbre en esas fiestas. 

Toda la comunidad se encontraría en la misa alrededor de las once, para luego en familia o pequeños grupos caminar por las ferias que se organizarían en las inmediaciones, almorzar y pasar el tiempo al aire libre si la llegada del otoño lo permitía.

Era probable que alguien de la familia Darcy y también algún Bingley asistieran como invitados especiales, ya que la empresa de los Darcy se había ocupado de la remodelación de varios de los edificios eclesiásticos, que por el correr de los años estaban deteriorados, y Charles Bingley en persona había participado de la difusión a la sociedad a través de la prensa y las revistas de estos emprendimientos con el fin de recaudar fondos para tal causa. Finalmente,  como todo lo que rodeaba a estos hombres  había sido un éxito logrando la remodelación y el acondicionamiento de treinta iglesias. 

 A Lizzy le daba temor volver a ver a William, no era justamente una opción por esos días. 

Las cosas habían terminado y debían seguir así, verlo no remediaría quien era cada uno de ellos.

Todo en él daba miedo, ese mundo inmenso, opulento y ostentoso, la demanda de sus colaboradores, la participación de William en todo y el ensanchamiento directamente proporcional de su ego con el crecimiento de su fortuna . No había caso, no se trataba de los mensajes que Lizzy había visto de Will con Caroline,  ni de las pavadas y cotilleos de su poca fortuna en comparación con la él. Se trataba de la distancia de sus mundos. Ella no soportaría estar al lado de un ser tan egocéntrico, no soportaría el destrato una vez más  o los automáticos desplantes dejándola sin palabras, desubicada, desplazada, como si ella no pudiera comprender,  por no pertenecer al mundo de los lujos y los negocios siderales las cosas que le pasaban. 

Era improbable  que ella congenie  con eso,   era imposible formar parte de una relación en donde el desdén de Darcy por los sentimientos ajenos y el desprecio por los de su clase eran evidentes. ¿ Quién se creía?

Por momentos  él demostraba con actitudes la convicción de pensar ,  que él era  único en el mundo que tenía problemas y  no se daba cuenta que el peor de sus inconvenientes  era no saber amar,  no saber  rodearse de gente que lo ame con sinceridad, poseer el impedimento de adaptarse a lo nuevo y cambiar sus esquemas para que las nuevas personas se integren a su vida. 

Su propio carácter  lo dejaba fuera de toda posibilidad para el maniobrar en el juego del amor.  

Durante las semanas  en las que había visitado a Elizabeth  se disculpaba cuando aparecía algo de eso en el trato, pero Lizzy había llegado a notar que las disculpas se iban  convertiendo en una cuestión normal.  La relación se basaba en la sucesión de un continuo destrato,  al que seguían  los  arrepentimientos y el  estallido de amor de lo más profundo, no por eso poco doloroso.

Ella acostumbrada a los tratos posesivos de su madre, y al profundo amor de su padre, no soportaba semejantes circunstancias y había decido en contra de sus sentimientos; eso lo reconocía, terminar con la relación. 

El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora