Capítulo 18

3.2K 340 77
                                    


¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará.

Santiago 5: 14 -15





-Lo tenés merecido -digo, refiriéndome a la mordida.

-Ah ¿sí? ¿Y por qué? Solo le estaba siguiendo el juego. Te voy a confesar algo, fui a ese bar, de hecho, lo conocí después que tu madre apareció. Estaba mal y a mí corta edad pasé por muchas cosas muy pocas son agradables de contar. Pero lo que sí aprendí es qué el alcohol ayuda a olvidar. O por lo menos por un rato.

Estoy confundido, él me confunde.

-¿Por qué accediste?

-Bueno, tenía que disimular, Jere.

-¿Estuviste con alguna de esas señoritas?

Reprime una sonrisa.

Me imagino su cuerpo desnudo, ella besándolo. Gimiendo en su oído, dedicándole su sonrisa pícara.

¡No! es demasiado.

- No, Jeremías -confiesa resignado y creo que algo fastidiado.

-¿Cómo querés que yo confíe en vos? si haces estas cosas.

-En mi mente nada de esto estaba planeado -confiesa.

-En la mía mucho menos. La verdad no sé dónde me llevas ahora, pero me gustaría volver, Lucas.

-¿Otra vez con eso?

-¡Sí! otra vez. Y quiero que quede en tu conciencia que esto es tu culpa.

- Ya te pedí perdón, Jeremías. No sé qué más querés que haga.

- Nada, Lucas. Quiero volver eso es todo.

- Está bien. Vamos a volver, vos te lo perdés.

Le doy una piña en el brazo, él se queja.

-¿Qué hacés? -reprocha a los gritos

- Te estoy pegando. Porque sos un idiota.

Le doy otro puñetazo, volantea y nos movemos hacia un lado en la ruta, el auto se detiene y nos expulsamos hacia delante.

-¿Qué haces? ¿Estás loco? Nos vas a matar.

Le vuelvo a pegar en el hombro, una vez más y otra. Me agarra la mano.

Su mirada se carga de enojo y no me importa. Aprieta los dientes y me mira fijo, creo con rabia.

Con la mano libre le doy un cachetazo sonoro. Y sé que me pase de la raya. Me quedo inmóvil sin siquiera respirar, sus rulos se voltean hacia un lado y mi acción me recuerda a Gregoria.

¡Me aborrezco!

Nos quedamos en silencio mirándonos agitados.

Me agarra de la nuca y me lleva a su boca.

-¿Así la besaste a ella? -pregunto en sus labios.

-Sí, así -contesta con la misma intensidad que la mía. Saca su lengua, la pasa por mi cuello. Intento alejarme de él. Pero no puedo ya que es mucho más fuerte que yo y sinceramente se siente delicioso.

-¿Por qué lo haces? - digo suplicante.

-¿Esto? -Indaga y sigue en mi cuello-. Porque me encanta, porque me encantas. Y aunque estés confundido, yo te voy a esperar.

Hacia el camino de la perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora