Lucas, la degradación.

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Antes de que comiencen a leer, les comento que este es un capítulo escrito bajo la perspectiva de Lucas, espero que lo disfruten los que hace poco comenzaron con la lectura. 

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Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.

1 Juan 1:9


No puedo creer que se haya ido y me que haya dejado así. Aunque estoy embroncado porque se fue y me dejó de esta manera, siento orgullo por él. Todavía estoy saboreando su semen en mi boca.

Me levanto del suelo y voy hacia la cocina.

Prendo un pucho y reflexiono de lo que acabo de hacer.

Aunque debería sentirme mal, no puedo hacerlo mi culpa amortigua en mi alma oscura.

¿Para qué habrá venido a buscar a Miguel?

Tenerlo cerca y en mi territorio es un lujo que no se me permite todos los días.

¿Debería ir tras él?

¡No!

Lo mejor sería dejarlo solo, Lucas.

El cigarro se consume en mis dedos y voy a la habitación para terminar de ordenar mi ropa.

Nunca debió pasar nada entre nosotros. Pero, ¿quién puede resistirse a él? Su dulzura y su inocencia te hacen querer más, mucho más de él. Hasta tenerlo todo. Hasta saciarte, hasta llenar cada hueco que dejaron en tu alma.

No es un buen pensamiento.

Agarro la biblia el rosario y comienzo con mi oración.

—Dios mío,
tú eres todo bondad,
ten compasión de mí;
tú eres muy compasivo,
no tomes en cuenta mis pecados.
2 ¡Quítame toda mi maldad!
¡Quítame todo mi pecado!
3 Sé muy bien que soy pecador,
y sé muy bien que he pecado.
4 A ti, y sólo a ti
te he ofendido;
he hecho lo malo,
en tu propia cara.
Tienes toda la razón
al declararme culpable;
no puedo alegar
que soy inocente.
5 Tengo que admitir
que soy malo de nacimiento,
y que desde antes de nacer
ya era un pecador.
6 Tú quieres que yo sea sincero;
por eso me diste sabiduría.
7 Quítame la mancha del pecado,
y quedaré limpio.
Lava todo mi ser,
y quedaré más blanco que la nieve.
8 Ya me hiciste sufrir mucho;
¡devuélveme la felicidad!
9 No te fijes en mi maldad
ni tomes en cuenta mis pecados.
10 Dios mío,
no me dejes tener
malos pensamientos;
cambia todo mi ser.

A veces siento que ese Salmo está escrito solo para mí. Me identifica de principio a fin.

Intento hacer lo correcto solo Dios sabe de mi martirio diario, de mi peso en la espalda.

Voy hacia la cocina nuevamente y me siento tan inquieto y tan impotente, en la mesa hay un cuaderno y un lápiz, deben ser de Miguel. Los observo y me animan a escribirle una carta. Son muy malo con las palabras. No sé expresarme bien y todo lo que sé de escritura se lo debo a Miguel.

Querido Jeremías. No. Tacho. Comienzo a escribir otra vez.

Patrón. Sonrío, sé que no le gusta que le diga así. Me decido por "Jeremías" así a secas. Comienzo a escribir y las palabras salen solas.

Jeremías:

                  Cuando te ví en la parroquia pensé que eras un ángel; con tus cabellos rubios y tu mirada inocente. Me dije, estoy en cielo, él me ha venido a salvar. Él va liberarme de todas mis culpas. Y me enamoré de lo prohibido, me enamoré de un ángel. Ahora, me encomiendo a Dios, pongo todo en sus manos para salvarte, para salvarnos. Tengo que arrancar todos y cada uno mis demonios y lo haré a través de la fe. He sido concebido a través del pecado, desde pibe me han  marcado y necesito arrancar todo el odio que envuelve mi alma y a todo aquel que me ha lastimado. Has venido a salvarme a mostrarme el camino correcto. Y es a través del amor. Vos me salvaste y ahora yo te salvo a vos.

Hacia el camino de la perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora