Capítulo 40

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Estamos en mi cuarto, le he prestado ropa a Lucas ya que le suya quedó hecha un desastre.

Es inevitable no mirar su cuerpo mientras se desviste.

Ver su desnudez es una de mis cosas favoritas en este mundo, un mundo que insiste en que mi amor no es verdadero, en que es malo.

-Podes dejar de mirarme, Jeremías.

Siento como un hormigueo crece en mi interior, alojándose en mi pene. Me retuerzo en la cama deseoso.

"Hoy vas a ser mío a mi modo, Jeremías"

Y esa promesa quedó en el aire impregnándome.

-No puedo, Lucas. Mirate. Siempre pensé que eras el pecado hecho carne, y hoy lo confirmo, lo sos. Sos la tentación personificada. -Apoyo mis manos en el colchón y me inclino hacia atrás.

Me mira y hace su sonrisa pícara, esa que creo tiene reservada para mí.

Se acerca en dirección hacia mí desnudo y se sube arriba mío.

-Podría estar toda la vida así, Jeremías. Viéndote a los ojos y haciéndote el amor -expresa sacando mi pelo de la cara, se inclina más a mí y besa en los labios. Cómo él lo sabe hacer, con pasión con fuego que consume nuestro interior.

-¿Pero...?

-Pero tengo que volver.

-Pensé que ibas a quedarte.

-Yo quiero quedarme, quedarme para siempre.

Se aleja de mí y comienza a vestirse.

-Tengo que arreglar muchas cosas por aquí, Jeremías. Te pido por favor que me tengas paciencia.

-¿Qué me estás queriendo decir?

-Lo que oís, vamos a ser vos y yo, como siempre quisimos, lo que anhelamos.

-¿En serio lo decís?

Asiente con la cabeza y termina de subirse el pantalón.

-Gracias, Lucas.

-¿Por?

-Por la hermosa tarde que me hiciste pasar.

-¡Ay, Jeremías! Siempre tan dulce, por un momento pensé que ese muchacho ya no existía, que se había ido, pero no, aquí está. Está para mí.

-Me han lastimado mucho, Lucas. Las personas lastiman, hieren, mienten, engañan. Me cuesta creer en un Dios qué todo lo ve. Esas personas deberían ser castigadas, pero ahí están, felices de la vida. Sacando provecho de todo y de todos. ¿En algún momento me vas a contar todo?

-¿Todo?

-Sí, todo, Lucas. Cómo sabes lo de Delia, lo de Gregoria. Todo -remarco.

-Cuando estés listo. Te amo, Jeremías -dice alejándose de mí. No quiero que salgas lastimado con todo ésto.

Me recuesto en la catrera y la inmensa oscuridad me envuelve.

Pienso en Delia, pienso demasiado en mi viejita. En nuestra última conservación, en sus caricias y cuidados; en ella. Mi abuela.

Llevo mi mano a la nuca y la otra la apoyo en mi abdomen.

Mi mente viaja a lugares desconocidos donde abunda la felicidad y solo somos él y yo.

Un beso en la boca me despierta.

-Hola -susurra separándose de mí.

-¿Lucas?

Hacia el camino de la perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora