Abro la puerta de la parroquia, sin ninguna intención, ni siquiera la esperanza de poder verlo. No sé si lo voy a encontrar, pero por alguna razón me encuentro aquí.
En el altar se encuentra un hombre que se voltea de inmediato al escuchar el crujir de la puerta.
-Buenos días, muchacho. ¿En qué puedo ayudarle?
Su voz es pausada y amable.
Tiene un atuendo similar al de Lucas, pero éste a diferencia, tiene puesto el cuello.
-Solo pasaba por aquí... -expreso un poco incómodo, refregándome el brazo.
-Siempre es bueno venir a la casa del Señor.
Agacho la cabeza y junto mis manos.
-Si no le molesta, hijo. Tengo cosas que hacer.
-No sé preocupe, gracias.
Me siento en los últimos bancos y miro hacia ambos lados, pero él no aparece.
Me quedo unos minutos más, largos minutos y me convenzo que esto es una perdida de tiempo.
El venir hasta aquí... y...
¿Qué esperabas, Jeremías?
No sé qué esperaba.
Lo cierto es que no quiero regresar y ni siquiera tengo el dinero para hacerlo.
Pongo mis manos en los bolsillos y me siento tan desprotegido, tan solo.
Camino por las calles de tierra, llenando mis zapatos de polvo.
-¡Jeremías! -grita, escucho mi nombre fuerte y claro.
Me volteo y Lucas viene a mí a paso firme.
-¿A dónde vas? -cuestiona, arrugando la frente. Creo que está reprimiendo una sonrisa.
-Ciertamente, no lo sé.
Sus rulos están más cortos, su apariencia es más apacible, más amable incluso. No sé dónde quedó la pinta de rebelde que tenía tiempo atrás.
-¿Querés que vayamos a comer?
-No sé, es qué... ¿Podés?
-Por supuesto que puedo, Jeremías. Paso después de las doce. ¿Te parece?
-¿A dónde vamos a ir?
-Sorpresa -expresa.
Y ahí está su mirada pícara. Reprime una sonrisa y me mira fijo. Trago saliva y me lo quedo mirando. Se muerde el labio inferior y a mí se me seca la boca.
-Mejor me voy, Jeremías. No me voy a poder resistir a tu mirada un minuto más.
Dibujo una sonrisa y las esperanzas renacen en mi interior, aunque sea un mísero almuerzo.
Voy hacia la pensión y me encuentro muy nervioso, me refriego las manos un poco sudosas y armo el último pucho con el escaso tabaco que me queda.
Doy vueltas en la habitación como si fuese un león enjaulado.
Decido calmarme, estoy tan nervioso y ansioso.
Saco mis cosas y comienzo a garabatear, la imagen de Lucas desnudo y haciéndome el amor aparece en mi mente. Cierro los ojos disfrutando de ese dulce y reciente recuerdo.
Van a ser las dos de la tarde y Lucas todavía no aparece.
Mis esperanzas al igual que mi ánimo caen en picada.
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Hacia el camino de la perfección
HistoryczneUna familia estrictamente religiosa, con padres ligados a la alta sociedad. Jeremías un adolescente, retraído, inteligente y por sobretodo; tímido. Conocerá el amor, en el lugar menos pensado y con la persona menos indicada. Y tratará...