Me quedo acurrucado en la cama. Sus motivos no me convencen o por el momento no entro en razón.
Me siento devastado como jamás lo estuve en mi vida. Estoy realmente perdido y solo.
Sabía que si el cruzaba esa puerta no iba a saber cómo contenerme.
Mi cama está impregnada a él, al igual que mi cuerpo. Aspirar su olor es una tortura pero por el momento no tengo fuerzas para levantarme de hecho desearía morir aquí.
Me abrazo a las rodillas.
¿Por qué soy tan patético?
Escucho ruidos en el pasillo, ni siquiera me importa. No me interesa saber nada de nadie.
Golpean la puerta y me tapo la cabeza con las sábanas.
Lo vuelven a hacer.
-¿Quién es? -grito demasiado furioso.
-Soy yo, mi niño.
Su voz suave me hace quebrar. Retengo mi llanto mordiéndome los labios.
Ella abre la puerta sin permiso y asoma su cabeza.
Me busca la mirada y la encuentra al instante.
Yo sigo acurrucado en la cama, desnudo y vacío. En cambio, Delia, un poco indecisa entra a la habitación.
Todo está hecho un desastre, mis cosas, mis sentimientos, mi razón; absolutamente todo.
Ella entra despacio y se sienta en mi cama.
Está en silencio y observa el lugar, luego toca mi mejilla y corre mi pelo de la cara. Yo sigo con mi mirada perdida sin saber que decir.
-Hijo. ¿Qué pasó?
¿Ella sabe que Lucas estuvo aquí?
Levanto la vista y me encuentro con sus ojos, con esa mirada cargada de compasión y de amor.
¡Oh Delia! Por favor no lo hagas. No soportaría una negativa de tu parte.
-¿Él estuvo acá?
-¿Él? -carraspeo-. La angustia me está jugando una mala pasada.
-Lucas -confirma, levantando las cejas.
Lucas... Escuchar su nombre es como si me apuñalaran. Es sentir que mi carne se abre.
Asiento con la cabeza e inclino mi mirada hacia mi cuerpo, intentado así poder esconderme.
Ella me toma del mentón y me obliga a mirarla.
-Hable conmigo, hijo. Por favor.
No sé si es su voz, el contacto cálido de sus manos, o es que es ella, simplemente ella, pero mi angustia se va incrementando y comienzo a llorar sin consuelo.
-¡Oh no, hijo!
Ella se acerca a mí y yo me aferro desnudo a su abdomen.
-Perdón, Delia. Perdón -digo.
-Hijo, no me pida perdón. ¿Por qué lo hace?
-Defraudo a todas las personas que me quieren. Y no soportaría que usted no me hable más o me rechace.
-¿Por qué haría algo así? ¿Usted tiene que contarme algo?
Asiento todavía escondido en su panza.
Ella me toma de la cara y me saca de mi refugio.
-Míreme -dice con firmeza-. Jamás en mi vida usted me podría defraudar, prefiero morir antes de dejar de hablarme. ¿Me escuchó?
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Hacia el camino de la perfección
Historical FictionUna familia estrictamente religiosa, con padres ligados a la alta sociedad. Jeremías un adolescente, retraído, inteligente y por sobretodo; tímido. Conocerá el amor, en el lugar menos pensado y con la persona menos indicada. Y tratará...