No sé qué es lo que más me aqueja, si mi cuerpo por los tratos que recibí de Lucas, o es realmente mi alma. Quizá un poco de ambas. Siento que me han golpeado, han hecho de mi cuerpo una aberración. Me siento una piltrafa. Quizá sea yo, yo mismo el que esté causando este malestar, mi malestar, nuestro malestar.
-¿Cuándo pensás irte? -pregunta con desdén. Como si esa pregunta, no significase nada. Y los dos sabemos que significa mucho para ambos, y me atrevo a decir que todo. Creo que está siendo demasiado inmaduro. No lo culpo. ¿Quién puede culparlo?
Él ha sido abandonado cuando era apenas un crío que se comía los mocos, él ha construido una barrera, una coraza, y cuando vuelve a confiar en alguien, en mí. Lo defraudo. Sí, está siendo infantil y está en todo su derecho. Tiene que ser así, es un crío que están a punto de abandonar de nuevo y me remonto a sus días en el orfanato, donde debían haber cuidado de él, y solo recibió abusos y malos tratos.
Debería gritar, enojarse, romper cosas, no sé.
Solo está de costado con la cabeza hacia la pared y me perturba su mutismo. Me perturba su quietud. Su silencio y mucho más él mío.
Si me voy, si es que tomo el valor en volver a Buenos Aires, él debería hablar con su madre. En definitiva esas fueron las palabras de Miguel. Todavía tengo impregnando en mi psiquis esa conversación. Se me eriza el cuero cabelludo.
"Él fue en busca de respuestas, hijo"
¿Respuestas?
Quisiera reír, pero sé que es más por nervios, que por otra cosa.
Lucas sigue en posición fetal. Me aterra la idea de él odiandome.
¿Sera capaz? Es factible, dado mis actitudes.
-¿Lucas te puedo hacer una pregunta?
Me mira y arruga la frente. Perdido, herido. Como un animal que han lastimado y dejado a merced de su muerte. Con la mirada ida y los ojos vidriosos. ¿Puede una persona estar tan vulnerable como él? Creo que sumamos la culpa de haberse desquitado con mi cuerpo, y yo, como buen sumiso, me dejé hacer lo que le apetecía.
Sí, me dejé. No fue contra mi voluntad, pero transgredió algunos de mis límites. Límites, con Lucas no hay límites impuestos, él hace de mí cuerpo, alma y corazón lo que venga en gana. Quizá yo esté haciendo lo mismo. Estamos hurgando nuestros límites, manoseando y poniéndonos a prueba. Algo así como una competencia, quién lastima más a quién. Creo que voy ganando.
¿Es eso posible?
Quizá esa sea la forma de castigarme, como él sabe hacerlo. Porque no sabe otra manera. Un poco banal y baja, pero es la que sabe, la que aprendió de crío. No lo culpo, tampoco odio. Jamás podría hacerlo.
-¿Hablaste con tu madre? -Rompo el silencio. Podría haber formulado otra pregunta, es la primera que se me vino a la mente. Un "no estoy enojado, por lo que me hiciste", hubiese estado mejor. Mostrando preocupación, que es verdadera, que note que no estoy enojado, quizá sobrepasado.
-¿A qué viene esa pregunta, Jeremías?. No estoy de humor en este momento para hablar de mi madre. -Remarca esa última palabra, sabiendo que le queda muy grande. Que sobra por todos extremos.
¿Por qué hablar de la madre en este instante? Es que no hay de otra de que hablar. O quizá sí.
-Dejame decirte que si querés yo puedo acompañarte. Me gustaría conocerla.
-Esa mujer no vale la pena -responde tajante-. Es una puta igual que la tuya, Jeremías.
Cuatro letras que la describen de pies a cabeza. La mujer más desagradable que he visto en mi vida, aunque pensándolo bien tiene a quién salir. Ofelia no es santo de mi devoción.
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Hacia el camino de la perfección
Fiksi SejarahUna familia estrictamente religiosa, con padres ligados a la alta sociedad. Jeremías un adolescente, retraído, inteligente y por sobretodo; tímido. Conocerá el amor, en el lugar menos pensado y con la persona menos indicada. Y tratará...