El silencio se apodera de la parroquia y la quietud me pone tenso. El olor característico a humedad se impregna en mis fosas nasales, y por más que duelan mis rodillas sigo inclinado ante Dios.
Él tiene que escucharme. Él tiene que oír mis plegarias.
Necesito que mi hermanita mejore, necesito que ésta pesadilla termine y que él regrese; que él regrese a mí.
—Por favor, Dios, ayúdame. Ayude a mi hermanita. Ella se tiene que curar.
Entrelazo mis manos y las junto en forma de plegaria. Limpio mis lágrimas y mi angustia no me da tregua.
Me quedo observando el Cristo crucificado que tengo en frente y no doy crédito a todo lo que está aconteciendo.
—¿Hijo? —La voz de Miguel me sobresalta—. Qué sorpresa verlo aquí.
Me incorporo y limpio mis rodillas.
La última vez que pisé ésta parroquia fue en el bautismo de Eva. Ese día él dijo que se iba a Misiones.
—Lamento haberme ausentado por tanto tiempo.
Nos quedamos en silencio y él me observa un poco impaciente. Tengo la sensación que va a decirme algo pero no lo hace.
—Hijo, quédese el tiempo que sea necesario. Toda su familia está en mis plegarias, sobretodo la pequeña. -Suena complaciente y amable, muy característico de él.
—Se lo agradezco —hago una pausa para tomar valor y preguntar por él—. ¿Sabe algo de... de... Lucas? —concluyo, agachando la mirada. Como buen pecador que soy.
—Él está muy bien. Gracias por preguntar, hijo. Yo me retiro tengo algunas cosas que solucionar —se excusa.
"Él está muy bien"
¿Muy bien sin mí? ¿Eso quiso decir? O ¿Solo está bien?
Desisto de ese pensamiento.
Él dijo que iba a tratar de ser feliz sin mí. Yo lo estoy intentando, pero juro por el mismísimo Jesús Cristo que no lo consigo.
Mis ojos nuevamente se cristalizan y me inclino ante él, ante Dios y pido por él, para que vuelva.
—Lo necesito, Dios —susurro con la voz entrecortada. — Te necesito, Lucas.
Limpio mis lágrimas.
Y no puedo creer que le haya pedido a Dios para que él regrese.
Llevo mis manos a regazo y me refriego nervioso.
Debo volver a la finca. Delia me ha esquivado esta última semana, sé que tiene algo que ver con las cartas, ella debe conocer a esa mujer, pero todavía no he podido hablar. La pequeña Eva me lleva demasiado de mi tiempo y energía. No puedo verla otra vez así. Es tan indefensa, estaría en su lugar si pudiese.
No he visto a Joaquín desde la última noche que pasamos juntos. Me he comportado como un imbécil. Tengo que hablar con él y pedirle disculpas, últimamente no me reconozco a mí mismo y me siento en un laberinto sin salida. Todo se ve oscuro y siniestro. Todo está vacío, sin colores ni brillos. Ya no hay sonrisas pícaras; él ya no está.
Debo canalizar mi dolor y enojo no quiero convertirme en algo que no soy. ¿O lo soy? ¿Puedo ser tan miserable como lo es Gregoria? ¿Puede que esa sea mi esencia?
¡No!
Me niego a pensar algo de ese modo. Yo no quiero ser como ella, no quiero que nada me una a esa mujer que dice llamarse mi madre.
Es que... todo me conduce a ser como ella. Mentiroso y vil. ¿Ese seré yo? ¿Esa persona soy yo?
La puerta de entrada cruje y volteo a ver quién ingresa.
ESTÁS LEYENDO
Hacia el camino de la perfección
HistoryczneUna familia estrictamente religiosa, con padres ligados a la alta sociedad. Jeremías un adolescente, retraído, inteligente y por sobretodo; tímido. Conocerá el amor, en el lugar menos pensado y con la persona menos indicada. Y tratará...