No me niegues

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No me niegues

Décimo encuentro

Magnus

Magnus estaba perdido mirando al techo de su habitación cuando escuchó la llave en la cerradura de la puerta. Alec había llegado tal como lo había dicho. Pero en esta ocasión, la excitación habitual de cuando él llegaba, no estaba presente.

Sus pensamientos volaron a la noche anterior, que ahora parecía un sueño raro. El amigo de Clary, el mundano, Stanley, se había convertido en vampiro. Recordó como Alec se había puesto pálido, cuando Magnus tratando de tranquilizarlo, había intentado acercarse, solo para encontrar la nada. Alec se había movido de lugar antes de que lo alcanzara a tocar, pues no quería que lo hiciera frente a los demás. Había dolido. El humor de Magnus había cambiado al instante, de evidente curiosidad a dolor. Habían regresado a Stanley a la casa de Clary, que resultó también ser la de Luke Garroway, el líder de la manada del centro de Nueva York. Allí habían limpiado al chico y lo habían llevado a su propia casa. Clary había manejado la camioneta de Luke de regreso. Hasta entonces fue que Magnus pudo zafarse de ellos y dirigirse a su loft. No sólo, por supuesto, tuvo que llevar con él, al rubio y molesto cazador de sombras.

—Iré mañana. -Alec había gritado mientras ellos se alejaban. Magnus no supo si el comentario había estado dirigido a él o a Jace, pero sospechaba que más bien para este último y eso lo puso de más mal humor.

Jace y Magnus habían tomado un taxi para regresar a Brooklyn. —Así que ¿cómo estuvo tu día con Alec? -Jace trató de romper el silencio inocentemente.

—¡Cállate! -espetó Magnus como respuesta y Jace que era muy inteligente había acatado la orden.

De regreso en casa, Magnus no había dormido bien. Se la había pasado tosiendo y revolviéndose en la cama pensando en Alec. Preguntándose cuántas veces iba a permitirle a ese cazador de sombras cruzar la línea antes de que el pusiera un límite.

Ahora Alec estaba en casa. Ya estaba entrada la noche. Ellos habían regresado cuando el sol había empezado a bajar, y Magnus acababa de despertar. No había oído a Jace hacer ruido. Aparentemente la aspiradora no debía usarse los domingos. Escuchó a Alec entrar en la cocina, a ellos hablar en voz baja, y a la cafetera traquetear. El olor a café recién hecho flotó por el aire hasta su habitación.

Estaba analizando la posibilidad de levantarse, cuando un toquido suave en la puerta atrajo su atención.

—Adelante.

Alec entró en el cuarto sosteniendo dos tazas de café. Cerró la puerta tras él con la punta del pie y se acercó a la cama pasándole una de estas a Magnus. Éste la tomó mirando directo a sus ojos.

Alec, que iba descalzo, se sentó en la cama, con las piernas estiradas y cruzadas a la altura de los tobillos. — ¿Magnus?, -el tono que usó para decir su nombre fue suficiente para que Magnus quisiera soltar la taza de café que sostenía para poder rodearlo con sus brazos. Había tanta inseguridad en la voz de Alec, que lograba afectarlo.

Alec busco sus ojos tímidamente, disculpándose.

—Lamento mucho lo de ayer. No fue a propósito. No quiero...

Todo el coraje que Magnus había estado acumulando las últimas horas, se derritió al ver lo tenso que estaba, como la nieve bajo el sol. ¿Qué esperaba del chico, realmente? Había sido él mismo el que le aseguró que no iba a obligarlo a hacer nada que él no quisiera hacer. No debía presionarlo. Alec no había querido que lo tocara, pero esa no era razón suficiente para portarse tan infantil. Daba pena ajena. Sacudió la cabeza y colocó una mano en la muñeca de Alec.

Malec Una Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora