Despertar con el aroma del café

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Treceavo encuentro -Despertar con el olor del café

Levantó la cabeza de la almohada a la que estaba aferrado, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo: seguía en el aire el aroma a café.

● The Bane Chronicles, What to Buy the Shadowhunter Who Has Everything, p.307

Magnus

Magnus despertó con el aroma del café. ¡Alec! Le dio un salto el corazón. Había sucedido ya algunas veces en las últimas semanas. Despertaba con el aroma del café y encontraba a Alec en su cocina preparándolo. La única razón para que él pudiera oler café en esos momentos es que Alec estuviera en casa. Saltó de la cama y puso sobre el pecho desnudo, una bata de dormir negra y unos metió en unos pantalones de seda mientras se dirigía a la puerta del cuarto. Su mano se detuvo en seco. Tienes que empezar a hacerte el difícil, Magnus. Se reprendió. No podía correr a la cocina y tirarse en los brazos del cazador de sombras. Eso revelaría lo que había en su corazón definitivamente y estaba seguro que Alec aún no estaba listo para eso. O por lo menos no se encontraba en la misma situación en la que estaba él.

Con todo el esfuerzo del que fue capaz, se obligó a abrir la puerta muy despacio y caminó igual hacia la cocina, fingiendo total indiferencia. Se paró en la puerta para observar a Alec, que estaba parado a un lado de la cafetera, estirándose para alcanzar una tasa. Su corazón dio otro brinco al encontrarlo así. Alec dio la vuelta y sonrió para Magnus.

-"Hey" -dijo. -¿Te he levantado? Me sentía con ganas de un café. ¿Está bien?

Magnus devolvió la sonrisa. -Buenos días, Alexander. Es bueno verte.

Alec murmuró algo que sonó a un "a mí también" y regresó a buscar la tasa. Magnus avanzó unos pasos dentro de la cocina, queriendo acortar la distancia entre ellos. "¿De veras?", pensó. ¿Sería tan molesto para Alec, saludarlo primero, de una manera más propia? El café podía esperar. Pero, también igual, no quería verse ansioso. Era todo un dilema, no quería mostrar todas sus cartas antes de tiempo, pero tampoco le estaba gustando tener que limitarse.

-¿Qué? -preguntó. ¿Qué dijiste?

Alec tomó la tasa, la colocó en el la repisa del gabinete y se estiró para alcanzar a Magnus. Le rodeó el brazo con sus delgados dedos y sin previo aviso, tiró de Magnus, atrapándolo entre los suyos. -Dije, -su voz muy cerca al oído de él, -a mí también.

Magnus se ajustó al abrazo, enterrando su nariz en el pelo de Alec e inhaló su aroma.

Alec jaló un poco más para acercar su cuerpo y Magnus sintió la bocanada de aire tibio en el punto del cuello, en el que Alec dejó sus labios. Permanecer así, -pensó Magnus, -y nunca soltarte. ¡Eso sería perfecto para mí!

Sintió a Alec exhalar, su respiración moviendo el cabello en su nuca. -¿Estás bien? -preguntó Magnus preocupado. -¿Está todo bien con tu padre?

Apenas ayer lo había curado de la herida de demonio. No estaba en peligro cuando Magnus se fue, pero ocupaba cuidados.

-Sí, -respondió con la voz apagada. -Mi padre está bien.

Entonces sus brazos lo soltaron y en respuesta, Magnus forzó una sonrisa para él.

-"No me sueltes, -pidió con su rostro aún entre su pelo. -Solo quédate así, un poco más.

Podía sentir el aire caliente de su respiración mientras Alec presionaba sus labios en la sensitiva piel de Magnus tras su oreja. Estaba dejando un camino de besos a lo largo del cuello, en su garganta, y arriba hacia su boca, hasta que presionó sus labios en los de Magnus.

Magnus separó los labios y Alec introdujo su lengua en él. Sentía el fuego quemándole, ahí donde Alec rozaba la piel. Alec se estaba entregando completamente a él. Magnus sentía cada beso en lo más profundo de su ser. En esos momentos, Alec se entregaba completamente, sin reservas. Eso era lo que él adoraba. Era tan diferente, tan noble. Nada a lo que Magnus estuviese acostumbrado. Alec era tan diferente a él.

Cuando se ha vivido tanto como Magnus lo ha hecho, es difícil abrirse a alguien y más difícil es, permanecer abierto. Entregarte por completo a la gente que morirá o te dejara. Magnus había aprendido a ser cuidadoso consigo mismo y con su corazón, que había sufrido ya, muchas veces. Habían pasado décadas, desde que el último amor real lo había dejado. Se había cerrado completamente, poniendo la mayor distancia posible entre él y las otras creaturas, pero ahora...

Ahora se encontraba parado ahí, entre los brazos de este alto cazador de sombras de ojos azules que lo besaba con todo de lo que era capaz. Magnus sintió la compulsión de entregarse de igual modo. De abrirle su corazón a este chico. Amar y ser amado. Así que se entregó al beso, con pasión. Sus brazos estrujaban a Alec de la cintura, mientras jalaban la costura de la fea sudadera gris. Sus manos se deslizaban por debajo, trazando la espalda de Alec para memorizar cada una de las marcas en la espalda suave, fuerte y musculosa del cazador de sombras.

Magnus quería mucho más, más caricias, pero debía permitirle a Alec marcar la pauta. Alec tenía sus dedos enredados en su pelo, acariciando. Sus labios moviéndose lentamente, sintiendo, probando; y su lengua enroscada en la de él. Después de un largo rato, Magnus rompió el momento para verse en sus ojos. Sus ardientes ojos azules. Alec sonrió ampliamente.

-Entonces, -dijo finalmente. -¿Café?

-Me encantaría. -contestó Magnus.

Alec le alcanzó la tasa. -Me preguntaba, ¿Te gustaría salir el viernes otra vez?

-Sí, -dijo Magnus, esperando que no sonará como una declaración. -Me gustaría mucho.

Malec Una Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora