Vigésimo encuentro - En donde hay dolor...

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Alec

"No los veo." –Alec, buscando ansiosamente a su familia, se escuchaba como si estuviese a millas del lugar, o hundido en el agua. –Ya deberían estar aquí...

· City of Glass, pág. 289 vs. Inglés

Cuando tu hermano muere, es como si una parte de tí muriese también.

Porque ya no eres un hermano mayor

Ya no tienes un hermano menor

No hay manera de volver atrás

Alec escudriñaba el Salón en busca de sus padres. La gente corría alrededor, gimiendo y llorando por los heridos. Era difícil ver algo entre tantas personas. Creyó haber visto una cara familiar con pelo negro por el estrado y fijó un poco la vista. Sí, era Isabelle en los brazos de su madre.

—Están ahí, por el estrado. –le señaló a Jace. ¿Por qué estaba Isabelle abrazando a su madre? ¿Dónde estaba su papá? —Parece que... -no terminó la oración. Empezó a abrirse paso entre la multitud. Izzy lloraba. Algo estaba mal, lo podía notar. La gente abría el camino para que pasara. Cuando alcanzó a ver a su padre, este sostenía a Max en sus brazos. Estaba sentado en el suelo.

La cabeza de Robert inclinada sobre su pequeño hermano que yacía inmóvil en su regazo. Alec se paralizó por unos segundos, Jace que venía justo detrás, casi choca contra él.

—Alec, -dijo Jace, alcanzando a tocar su hombro. Pero Alec se echó a correr. En segundos estaba arrodillado junto a su padre. — ¡Max! -Le llamó tomando las manos de su pequeño hermano que colgaban a los lados de su cuerpo. Estaban heladas. Buscó el pulso en la muñeca. Buscaba la mirada de su padre, pero este se encontraba perdido, ni siquiera lo notaba. Robert tenía fija su mirada en Max y murmuraba el nombre de este, tan bajo, que Alec apenas le escuchaba.

—Max, -repitió Alec, su voz en una súplica desesperada. —Despierta.

Pero no tenía caso. Por la muñeca helada y sin vida de Max, lo sabía, desde el primer momento. No había pulso. No había vida. Se había ido.

Alec sintió a Jace caer a un lado de él, pero no le importó, hizo caso omiso a la incomodidad que usualmente sentía ante la cercanía de su parabatai. El dolor en el pecho era más fuerte. Todo a su alrededor se estaba cayendo. Ahora podía escuchar el susurro de su padre, "Mi hijo, mi hijo." una y otra vez, como letanía. Alec sentía las lágrimas acumularse en sus ojos. Esto no debería estar pasando. No podía ser cierto. Apretaba la mano de Max tratando de forzarle para que abriera sus ojos. Miraba el rostro de su padre y se daba cuenta de la cantidad de sangre que había en la manga de la camisa de este. Había brotado de la cabeza de Max. Muy despacio, porque ya estaba coagulada en la tela del abrigo.

Alec se detuvo en el tiempo. No podía moverse. Fue hasta que un sonido en su lado derecho le hizo levantar la cabeza. Vio a Isabelle hundida en el piso, llorando, con sus manos en el pelo, jalando tan fuerte que seguramente estaba arrancando un tanto de este. Su madre continuaba parada a un lado de ella. Su rostro más pálido de lo que Alec recordara alguna vez. Alec encontró el valor suficiente en su voz, — ¿Qué pasó?

Maryse no contestó, pero Jace, detrás de él, lo hizo. —Fue Sebastian.

Alec giró para ver a Jace. Su rostro como el de una estatua. Duro como una roca. El enojo ardiendo en sus ojos. —Debió haber sido, -dijo. —No hay otra explicación.

Malec Una Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora