Te amo, Estúpido Nephilim

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Decimonoveno encuentro

Magnus

Al caer la noche y cansado ya de permanecer en la casa abandonada, Magnus decidió dar un paseo por los alrededores. Perdido en sus pensamientos no prestaba mucha atención en el rumbo que estaba tomando. Estaba clavado pensando en Ragnor, y cómo este se había ido para siempre. Aún no podía comprenderlo y se preguntaba qué pasaría ahora que se supiese la verdad. Analizaba lo que le había dicho a Clary acerca de Alec. Este le había herido de manera inimaginable. No creyó posible que el hecho de que Alec le negara ante los demás le doliese tanto. Al parecer todas esas horas que pasaron juntos no significaron para Alec, lo que significaban para él. Estaba tan frustrado y no podía sacarse el sentimiento de encima.

De repente escuchó un alboroto a la distancia y levantó la vista para averiguar su procedencia. Desde donde estaba se podía ver Alicante y sus torres de cristal sobresaliendo en el horizonte. Normalmente estas brillaban con una luz plateada. Sin embargo, en estos momentos centellaban con un rojo intenso, tal como lo hace una alarma de auxilio. Magnus paró en seco. No era como si, de hecho, la alarma estaba activa. Sin pensarlo siquiera comenzó a correr. Alec se encontraba allí.

***

Las calles estaban oscuras. Él encontraba el camino adivinando entre ellas. La ciudad parecía abandonada. Se daba cuenta que correr como loco hacia Alicante estaba mal y ahora que ya había llegado, no tenía ni la menor idea de cómo proseguir. Estaba dándole la vuelta a Cistern Square cuando decidió regresar a la finca, pero fue emboscado por una horda de demonios Iblis. "Demonios." En Alicante. Ésto era realmente malo.

Los demonios estaban acorralándole contra la pared de una tienda. Él acabó con el primer demonio de ojos amarillos horribles, enviando varios ataques de magia azul contra este. Un segundo demonio ocupó el lugar del primero y Magnus repitió el proceso, matando a tres de un solo ataque. Había algunos más esperando cuando escuchó la ráfaga de aire tras él y el aterrizaje de un par de botas en el suelo. El sonido de una espada serafín romper en el aire. Magnus envió dos demonios más de un solo tiro al suelo y se dio tiempo para girar un poco, alcanzando a ver a Alec parado ahí, tras él, partiendo a otro demonio en dos con su espada serafín.

— ¿Alec? -Magnus se distrajo al ver a Alec y no se dio cuenta de que un último demonio se aproximaba a él sigilosamente por detrás. Pero Alec estaba allí. Allí listo para salvarle la vida. Miraba al cazador de sombras fijamente y con total asombro. Se veía espectacular. Vestido en sus ropas de cazador y sus hermosos ojos azules brillando en la oscuridad de la noche. Su cuerpo en posición de ataque, con cada músculo de su cuerpo tenso y preparado para la acción. Su pelo moviéndose en el viento golpeando su rostro mientras guardaba la espada serafín que acababa de usar contra el demonio. Una delgada capa de polvo le cubría el cuerpo, seguramente polvo del demonio Iblis que acababa de despachar, pero fuera de eso, parecía que no estaba herido.

— ¿Acabas de salvarme la vida? -Magnus se daba cuenta que le costaba trabajo creerlo. Nunca antes de ésto, algún cazador de sombras se habría arriesgado para salvarle la vida a él. Aunque por supuesto, Alec no era cualquier cazador de sombras, ¿o sí? Pero lo que realmente importaba en ese momento era el hecho de que Alec estuviese dispuesto a arriesgar su vida para salvar la de él. Magnus estaba de una pieza. ¿Significaría ésto, quizás, que su relación tenía un futuro?

Alec le veía fijamente, buscando las palabras que ocupaba. Cuando finalmente encontró que decir, Magnus no podía entenderlo.

—No me regresaste las llamadas. Te marqué tantas veces y no me regresaste ni una llamada.

Malec Una Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora