36. La boda

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Anne recordó esa noche y ese sueño en que duplicó el anillo de compromiso. Se había olvidado de él ya que nunca se encontró el otro. Y he ahí la razón: el original lo tenía Dave.

- Este es el anillo original- dijo Anne atónita-. Una vez hice una copia del anillo y como no vi más el otro creí que solo había uno.

- Un momento- interrumpió Rosalie-, ¿estás diciendo que mi anillo es una copia? ¿Entonces no me tengo que casar?

La alegría se le notaba por toda la cara. Fue y abrazó a Dave por instinto y le dio un beso en la boca. Anne estaba boquiabierta. Cuando se separó de Dave, este también quedó boquiabierto. Rosalie quiso esconderse bajo tierra por la vergüenza de haberse dejado llevar por el impulso de la emoción.

- Espera, pero si es una copia, ¿por qué no me lo puedo quitar?

Anne se quedó mirando el anillo, casi hipnotizada por él. No pudo evitar querer ponérselo, deseando ser la prometida. En el momento que deslizó el anillo en su dedo anular, Rosalie pudo sacarse su anillo. Se miraron y asintieron. Rosalie trató de ponerse el anillo pero este se convirtió en polvo.

- Soy libre...- murmuró Rosalie.

- ¡Yo soy la prometida!- exclamó Anne recuperando el brillo en los ojos.

- ¡Soy libre!- gritó Rosalie, feliz.

Dave todavía estaba en estado de shock desde el beso. Lo que más le preocupaba era que le había gustado.

- Anne, ¿te das cuenta de que te casas esta noche?- la advirtió Rosalie- ¿No quieres despedirte de todos ya que no volverás al mundo real?

Anne dejó de sonreír y empezó a pensarse las cosas. Era todo muy repentino. ¿Ya había pasado el mes? Era lo que quería, pero no podía hacerse a la idea.

- Espera, ¿pero no tenemos que comprometernos primero? No puedes comprometerte tú y casarme yo- dijo Anne hecha un lío.

- Tengo una idea.

Rosalie le susurró al oído el plan y Anne pareció estar de acuerdo. Dave las miraba inmóvil, no sabiendo qué decir o qué pensar.

***

Edward se detuvo frente al espejo de nuevo. Lo hizo pedazos de un puñetazo. Lo recompuso y volvió a darle un puñetazo. No podía contener su rabia. Durante lo que le pareció una eternidad, no pudo ver a su querida Anne, pero no dejó de pensar en ella ni un momento. Se encerraba en su habitación la mayor parte del tiempo y nadie sabía qué hacía ahí, aunque alguno diría que podían oírse cosas romperse y un llanto silencioso. La situación le volvía loco. Se estaba volviendo violento por la desesperación y la impotencia. Ese día se iba a casar pero era algo que no se veía capaz de llevar a cabo.

- ¡Maldita sea! ¡Soy el rey, todo lo que digo se cumple, pero no puedo detener lo que menos quiero que suceda! ¿Es este un castigo?

Se dejó caer en la cama aún sin abrocharse la camisa. El traje le esperaba colgando de una percha, listo para lucirse en tal especial ocasión. Cerró los ojos. Recordaba cómo en esa misma cama sentía las manos de Anne en su cabello y sus labios unidos jugando hasta cansarse. Solo duró unos días. Quería volver a sentir el rostro de ella entre sus manos y perderse en la mirada de esos ojos que tantos sentimientos albergaban. Hubiera deseado contarle lo que sentía antes de que ella desapareciera, pero no tuvo la oportunidad. Pensaba que una vez pasada la coronación ella ya no volvería al mundo real y quedaría como su prisionera por siempre.

Su prisionera...

Más bien, él era el prisionero. Prisionero en su castillo y en su reino. Prisionero de la ley. Prisionero de sus sentimientos.

Prisionero.

Él era el prisionero.

Pero uno que lo era por voluntad. No se atrevía a dejar su reino. También pensaba en Dave. Por fin descubrió a su hermano pequeño que tanto había echado de menos. Le hubiera gustado hablar más con él, ya que se perdió mucho de su vida. La diferencia de edad entre ellos era notable, pero por el mundo de los sueños apenas se apreciaban algunos años. Había tanto de qué hablar. Quería preguntarle qué había hecho todo ese tiempo, cómo le iban los estudios, qué hacían sus padres...

Sin embargo, lo que se interpuso entre ellos fue rivalidad en el amor. No era nada agradable que dos hermanos tuvieran los mismos gustos en chicas. Era triste que hubiera tal problema entre ellos. Y sobre todo que esa fuera causa de odio por parte de Dave y que le llevara a hacer cosas por las que Anne pagaría. Cuánta ironía. Fue precisamente por eso que Anne estuvo cerca de él aunque fuera por ese poco tiempo.

Anne...

Dulce y hermosa Anne...

Sus labios carnosos y suaves le hacían perder el sentido. No podía abstenerse que desearlos. Porque ella le atrajo la atención, era especial, y empezó a gustarle también su exterior pues contenía ese admirable corazón suyo en el interior.  Te puede gustar el exterior sin gustarte el interior, pero no puede gustarte el interior y no gustarte el exterior. Es un pack completo, porque el exterior forma parte de ese interior que tanto te atrae.

El gran reloj del palacio dio las seis, lo que significaba que la ceremonia estaba a punto de comenzar. Edward se vistió, se arregló el pelo y bajó. En el camino seguía pensando en si había alguna forma de evitar eso. Se colocó en la plataforma en la que debía esperar a la novia. Realmente había muchos invitados, prácticamente todo el reino estaba presente. Se oyó la música y Rosalie entró vestida de novia. Al llegar junto a él, le mostró su mano. Edward la cogió para ayudarla a subir los escalones, pero se dio cuenta de que no llevaba el anillo. Sus ojos se agrandaron. Ella sonrió.

- ¿Entonces no eres tú?

- Somos libres- confirmó Rosalie.

Edward sonrió, más alegre y aliviado de lo que nunca había estado en su vida.

- La boda queda cancelada. Ella no es mi predestinada- anunció Edward-. Gracias a todos por venir, el banquete se celebrará en honor a todos los que habéis venido y habrá un baile, en esperanza de encontrar pronto a la verdadera futura reina.

Todos los invitados parecieron alegrarase. Se saltaban la aburrida ceremonia, cenaban y bailaban y pronto repetirían la experiencia de asistir a otra boda real. Edward se volvió y divisó a Anne con vestiduras de princesa en medio del pasillo. Corrió hacia ella y la alzó en brazos, dando vueltas. Ante el asombro de todos los presentes, la besó ahí mismo.

- Te he echado tanto de menos- le dijo él.

- Yo también...

Anne todavía guardaba la noticia que realmente le daría alegría. Pronto le mostraría el anillo de su dedo. Por fin podrían estar juntos. Y sobre todo, le haría contestar a esa pregunta que tanto quería hacerle y cuya respuesta anhelaba escuchar:

- ¿Qué sientes por mí?

Hazte REALIDAD o Conviérteme en SUEÑO #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora