39. Epílogo

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Al día siguiente, Anne fue a ayudar a Edward con la mudanza. Tenía curiosidad de dónde vivía. Era una casa abandonada a las afueras de la ciudad. "Vaya, rey en sueños y viviendo en una casa abandonada en la realidad..." pensó ella. Ese día no hablaron mucho, estuvieron ocupados con la mudanza.

- Y pensar que todos estos años estaba en la misma ciudad que mi familia... Si hubiera tenido un poco más de tiempo quizá les hubiera descubierto- decía Edward en la cena.

- ¿Me dirás cuál fue tu primera ley? - preguntó Anne.

- Mi primera ley fue hacer realidad un sueño que yo eligiera... Pero eso es algo que descubrirás mañana.

- Y también quería saber como sabías dónde vivía para darme el cuadro...

- Estaba en el Libro. Bueno, ¿preparada para mañana?

Ambos estaban ansiosos por su primera cita. Edward no podía esperar a mostrarle a Anne su sorpresa. Seguramente se quedaría boquiabierta. Estaba dispuesto a hacer eso y mucho más por ella.

Al día siguiente, Anne se levantó temprano para arreglarse. Se puso la mejor ropa que encontró y se echó su colonia favorita. Estaba más guapa que nunca, el amor la hacía sonreír y la sonrisa le embellecía el rostro. Sus ojos brillaban con ilusión. Tenía a su príncipe azul. Edward la esperaba con una carroza de caballos. Ella se llevó las manos a la boca, impresionada. Era muy romántico, aunque le daba algo de vergüenza. Parecía una princesa de verdad. Su sonrisa decreció cuando vio que la llevaba a la casa abandonada. Edward se rió al ver su cara de decepción.

- Verás como no es lo que crees.

Anne no estaba muy segura de esas palabras, pero decidió confiar en lo que decía. Él la ayudó a bajar y entraron a la casa. Había una alfombra roja que conducía al final del pasillo, donde había una puerta. Fue a abrirla, pero al otro lado solo vio campo. Era la puerta trasera.

- Un momento, tienes que ponerte esto- le dijo Edward mostrándole una caja.

Ella fue a una de las habitaciones y abrió la caja. Era un vestido digno de la reina de las hadas. También había unos zapatitos y una corona. Se preguntó si los diamantes eran de verdad. Parecían reales. Se miró en un espejo medio roto. Estaba increíblemente hermosa. El vestido era voluminoso y tenía pequeños diamantes sobre el pecho y en la parte de abajo de la falda. Los zapatos también estaban decorados con pequeños diamantes. El vestido era entre blanco y plateado. Brillaba con la luz y los diamantes producían puntos coloridos a su alrededor cuando les daba un rayo de luz. Salió de la habitación y Edward, al verla, se quedó embelesado. No podía quitar sus ojos de ella. Él se había vestido de príncipe para ella. Anne le miraba también embobada. Edward era realmente apuesto.

- Wow...- fue todo lo que pudieron decir.

Entonces echaron a reír al darse cuenta de cómo estaban. Edward la cogió de la mano y sacó una llave. La metió en la cerradura de la puerta del final del pasillo y giró. Miró a Anne, sonrió y abrió la puerta. Ella se quedó boquiabierta y sus ojos casi saliendo de sus órbitas.

- ¿Pero cómo...?

Apenas podía articular palabra. Era la guinda del pastel. O mejor dicho, el pastel entero, y uno muy grande. Ante ella se extendía el maravilloso paisaje de un campo lleno de flores con un camino de pétalos de rosa que cruzaba un puente, y al otro lado del río, majestuoso, el palacio del mundo de los sueños, más hermoso que nunca.

- Este es el sueño que decidí hacer realidad cuando di la ley. En el mundo de los sueños hay otro palacio, pero es el de Dave. Es mejor tener uno real, ¿no crees? Cuando Dave se entere querrá copiarme la idea- rió él.

- Wow... Wow, wow, wow...

Anne seguía boquiabierta. Realmente era un sueño hecho realidad. Mientras caminaban descalzos por el camino de pétalos, Anne vio una manta de picnic en la orilla del río. Había todo tipo de apetecibles tentempiés y aperitivos. Anne echó a correr, sintiéndose libre, respirando el aire limpio perfumado con la fragancia de las flores. Metió los pies en el agua, que estaba fresca.

- Esto es perfecto...- murmuró ella.

De pronto, sintió los brazos de Edward rodeándola por detrás.

- Voy a comprar la casa abandonada y a restaurarla. De esta forma, nadie podrá quitarnosla. Podremos vivir donde más nos apetezca, ya sea en el palacio o en la casa, pero todo esto estará a nuestra disposición en todo momento. Ya tengo resuelto el problema de dónde viviremos- dijo Edward, haciendo que Anne girara y le mirara-. Encontraré un trabajo, ganaré dinero y podremos casarnos. Hasta entonces, espérame como mi prometida.

- Sí... ¡Con mucho gusto seré tu prometida!- exclamó ella abrazándole.

Disfrutaron del picnic, pero lo que más disfrutaron fue la promesa de un futuro juntos, no mucho después de la boda de Rosalie y Dave dos años más tarde (en el mundo real).

Los sueños pueden entrelazar
los destinos de quienes, al soñar,
un mismo deseo compartieron
y sus corazones así unieron.

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Hazte REALIDAD o Conviérteme en SUEÑO #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora