37. Amanece un nuevo rey

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Edward prometió contestarle después del baile. Antes de la cena, Anne salió un momento con él al balcón. Tenía que enseñarle algo.

- ¿Qué ocurre, Anne?

- He encontrado a tu verdadera prometida- y diciendo eso, empezó a sonrojarse.

- No quiero ninguna prometida. He tomado la decisión de abdicar. En la cena lo anunciaré. ¿No estás feliz?

Anne trató de sonreír. Si Edward abdicaba, eso significaba que Dave sería el nuevo rey, por lo que ella sería su prometida. No quiso decir nada para no estropear su ilusión. Ed quería ser libre y volver al mundo de la realidad, no quería ser un impedimento. Fueron a sentarse a la gran mesa alargada donde estaba dispuesto el banquete. Anne andaba algo cabizbaja. Rosalie, que se sentaba a su lado le preguntó qué ocurría.

- Edward va a abdicar. ¿Esto me convierte en la prometida de otro?

- Pero díselo- dijo Rosalie con tono de obviedad.

- Pero entonces le estaría quitando la libertad- explicó Anne.

- Mira que eres tonta por dejar escapar esta oportunidad después de todo lo que hemos pasado todos.

Anne reflexionó. Nada habría servido si se rendía. Edward se levantó para hacer el anuncio. Debía darse prisa o le perdería para siempre. Trató de levantarse y echar la silla hacia atrás, pero con las prisas se tropezó con la silla y por acto reflejo agarró el mantel de la mesa. Edward, que preveía el peligro (y el desastre), fue hacia ella como un rayo. Anne cayó al suelo de espaldas, arrastrando parte del mantel y lo que había en la mesa. Edward llegó y la cubrió con sus brazos mientras las copas y los platos chocaban contra el suelo, rompiéndose. Acabó con un corte en la cara por uno de los cristales. Pero siendo el rey del mundo onírico eso no era problema para él.

- ¿Estás bien?- preguntó a Anne.

Ella asintió, sorprendida y él en un instante hizo desaparecer el corte.

- ¿Y la mesa?- preguntó Anne.

- La volveremos a poner. No puedo servir a mis invitados lo que ha estado en el suelo aunque pueda dejarlo como antes. Sabes que no todo se resuelve a los deseos de uno.

Mientras los sirvientes ponían la mesa de nuevo, Edward propuso un cambio de planes y anticipó el baile para que los demás no esperaran sin hacer nada mientras él y Anne iban a cambiarse, pues quedaron manchados de la comida y la bebida que había sobre la mesa. Él la acompañó rodeando sus hombros con el brazo. Antes de ir a una habitación a que la ayudaran unas sirvientas a prepararse, se paró a hablar con Edward.

- Por favor, Edward, escúchame, esto es importante. Tengo que decirte quién es tu prometida.

- Ya no será asunto mío cuando abdique- dijo él.

- ¿Y vas a dejar que Dave cargue con lo que tú no quieres? ¿Has hablado con él?

- Sí, y está conforme.

- ¿No te has preguntado por qué?

Edward comenzó a dudar de su decisión. ¿Por qué no se había preguntado a sí mismo la razón por la que Dave había accedido tan fácilmente? Anne le mostró su mano.

- Yo soy tu prometida.

Edward tomó su mano y miró el anillo, incrédulo. No entendía nada. La miró sorprendido.

- No robé el anillo esa vez. Lo dupliqué. Dave robó el original y por eso no lo vimos en su sitio y creímos que el que yo tenía era el único. Todo este tiempo, Rosalie llevaba una copia. Cuando encontramos el anillo verdadero y probé a ponérmelo, el de ella desapareció.

Hazte REALIDAD o Conviérteme en SUEÑO #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora