• Capítulo 17 •

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— ¡Mamá no sabes lo hermosa que se veía Ámbar! — dijo feliz la rubia —. Quisiera ser como ella, es perfecta.

— Mi vida, vos ya eres perfecta — acarició el cabello de la rubia.

— Me hubiese encantado verla patinar, aunque, si la he notado algo grosera. Es como que, le faltaba el respeto a su entrenadora — hizo una mueca —. Qué raro...

— oh si... — La mayor se hizo la sorprendida.

(...)

— Y cómo te decía Emi, mañana no podré ir a entrenar, tengo que hacer algo. Te contaré si todo sale como espero — le dio un bocado al pequeño trozo de lasaña —. Qué delicia.

— Gracias — sonrió —. Por cierto, ¿Podrás darme un adelanto?...

— Tengo contactos para llevar a cabo nuestro plan.

— ¡Estupendo! —exclamó alegre la mexicana —. Ah oye, pasado mañana es la gala de apertura. ¿Estás segura de qué querés patinar con él?, podría cambiarte de pareja con Ramiro.

— Estaré bien, trataré de no pensar en algo doloroso — hizo una mueca —. ¿Qué tal su relación?.

— Cada día es una sorpresa.

(...)

    Él no podía asimilar todo lo que le había pasado en estos dos últimos meses, y no pudo dejar de pensar que cuanto se había equivocado en decirle que no quería verla más, claramente había tocado fondo. Pero de algo estaba seguro, la amaba como no amó a Daniela y a Luna. La quería solo para ella, no quería que otro se le acercara, solo él quería besarla, sentía que él solamente podía tocar aquellos cabellos sedosos dorados y tenía esas inmensas ganas de encerrarla en una jaula para él sólo. ¿Era un delito quererla para él? – quizás sí – Pero no podía evitarlo. Sus instintos no lo dejaban.

— Para la gala de apertura, mi tío nos pidió que si podíamos cantar una canción nueva. Para empezar antes de la competencia de parejas — Dijo Nico sirviendo la comida en cada uno de los platos–, ¿Qué dicen?.

— Estupendo — dijo el pelinegro.

— ¿Qué tal vos, Simón? — dijo tratando de llamarle la atención al castaño.

— Perdón, pensaba en otra cosa, deberán disculparme no tengo inspiración — dijo tocando apenas su cena.

— No, ni nos dimos cuenta, eh — dijo sarcástico Pedro.

(...)

   Caminando entre los árboles de aquel parque buscando a la persona que la había citado, tenía cansancio por quedarse hasta la madrugada hablando con Ludmila. Al fin la encontró, era una mujer de pelo corto color negro, tenía un vestido con puntos blancos y unos tacones. Le dedicó una sonrisa a la rubia, algo que hizo que ella se estremeciera.

— Aquí estoy, Mariana.

— Gracias por venir — sonrió nuevamente.

— Bien, dime lo que necesitas para atraer a Luna.

— Necesito que la traigas esta noche a la vuelta de esa cafetería — señaló el lugar.

— Entendido.

— del resto me encargo yo, por cierto, no te vendría mal comunicarte con tu madrina — dijo la mujer y le entregó un papelito con un número telefónico, Ámbar miró el papel confundida. Cuando su mirada regresó a la mayor ella ya se había ido.

¿Realmente quería volver a ver a esa señora?, ¿Quería destruirse más estando con Sharon?, después de todo ella es su única familia. No. Ahora tiene a los Sliders.
Cerró su mano en un puño para hacer el papel añicos.

(...)

— ¡Hola de nuevo rubio! — dijo amablemente.

— ¡Malena!, pensé que no vendrías más. ¿A qué se debe tu visita?, tan hermosa presencia debe tener un motivo — eso hizo que la rubia se sonrojara.

— Y-Yo... Y-Yo no tengo ningún motivo, simplemente vengo y ya — se encogió de hombros —. ¿Me darías un licuado de frutilla?. ¡No!, mejor un agua sin gas. Por favor.

— Claro, Male.

(...)

"Dije 'me voy' esperando a que me digas que me quede un rato más...". Cantó con tantos sentimientos juntos, quería explotar, odiaba sentirse así de horrible. Quería que todo fuera tan fácil como antes, que solo existieran Simón y Ámbar en aquella plaza junto al río donde se besaron. Donde se demostraron cuanto se amaban, y donde conectaron miradas que transmitían mucho cariño.
Pero la realidad a veces puede ser tan pero tan incierta, no sabremos si realmente tendremos un final feliz.

— ¿Otra vez cantando esa canción? — él bufó al escuchar ese comentario —. Te dije que tuvieras cuidado, que te consiguieras a alguien como yo, que... — esa fue la gota que rebalsó el vaso.

— ¡Suficiente! — se levantó y la agarró por las muñecas —. ¡Me tenés harto! ¡Yo sé muy bien que hago mal o bien! ¡Es mi vida! — le gritó zamarreándola.

— ¡Soltala! — le exigió el italiano. La castaña rompió en llanto.

   Él la soltó bruscamente y se dirigió a donde su amigo y la rubia del otro día charlaban a gusto. Se tranquilizó y cambió su expresión de enfado por una de felicidad.

— ¡Malena! — la saludó.

— ¿Vos quién sos? — preguntó otra voz femenina.

Continuará...

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 Bonita© | SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora