Capítulo 4

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Huelo la sangre. Aún estando a kilómetros de mí la huelo perfectamente. Sangre. Corro sin parar por el bosque, esquivando ramas, piedras, árboles. La oscuridad de la noche no es un obstáculo para mí. Sigo avanzando a grandes zancadas. Sé que mi cuerpo pronto me pedirá alimento, pero eso no me hace parar, ni mucho menos. Ella es mi objetivo y no la voy a dejar escapar. Hace rato que dejé atrás la mansión e incluso el submundo. Desde que mi padre conquistó Down Ville se unieron los bosques de ambos pueblos creando un gran laberinto de árboles. Yo los recorro desde pequeña y somos muy pocos los que nunca nos perdemos en él. Ahora debo de estar en mitad del camino entre los dos pueblos. El suelo húmedo bajo mis pies me indica que estoy cerca de un lago que hay casi oculto y que solo los que conocemos el bosque de punta a punta sabemos de su existencia.

Freno de golpe, casi derrapando. Oigo mis pulsaciones aporreando mis oídos. Mi respiración tan agitada que siento que los pulmones me arden. La sien me palpita. Y mis fosas nasales se abren ante la entrada del olor del charco de sangre que tengo delante de mí. Arlet está tendida en el suelo. Como yo, también respira agitada, como si hace poco que hubiera parado de correr. Tiene todo el brazo empapado de sangre. Mira hacia su izquierda con una pequeña sonrisa. La curiosidad me hace mirar en la misma dirección y me sorprendo al estar parada frente al lago. ¿Ella también lo conoce? ¿Se ha parado aposta o ha sido casualidad? Ahora que la tengo delante y tan débil puedo rematarla, cargarla hasta la mansión me haría perder más energía. Me acerco hasta ella lentamente. Arlet se percata de mi presencia y clava sus ojos en mí. Está oscuro, no distingo el color.

-No me mates -habla con esfuerzo-. Soy lo único que les queda.

-¿De qué estás hablando?

Me detengo y la miro confundida.

-Soy la única persona que puede defenderlos de vuestro poder, la única persona por la que tienen un poco de esperanza. Por favor -Su voz es un hilo frágil y doloroso. La herida del brazo le está restando vida.

-Puedo no matarte aquí y ahora mismo, pero sí cuando te lleve de nuevo al submundo.

Arlet guarda silencio, mordiéndose el labio. De una manera o de otra morirá, eso no lo puede remediar. Emprendo de nuevo los pocos pasos que me alejan de ella y me arrodillo para coger su cuello y morderlo. Será mi primera víctima y disfrutaré de su sangre. Al tirar de su cuello para incorporarla, Arlet grita de dolor. Le han hecho un corte bastante profundo en el hombro. La contemplo un momento antes de clavar mis colmillos en su piel. Me mira con compasión y recuerdo uno de sus miedos: la muerte. ¿Teme a la muerte en sí o quizás teme la forma en que puede morir?

-¿Tienes miedo? -le pregunto alargando el momento más de lo que debiera.

Arlet asiente primero, pero después niega con la cabeza.

-No me vas a matar -contesta con convicción.

Me sorprende su respuesta y la miro atónita.

-¿Qué te hace pensar eso?

-No eres como los demás.

-No soy ninguna cobarde si es a lo que te refieres.

Se acabó, ya estoy tardando demasiado. Me decido a morderla, pero justo entonces escucho las voces de los guardias. ¿Cómo han llegado hasta aquí tan rápido? No quiero que se la lleven ellos, no les daré el gusto de ganarse todo el mérito. Ella es mía, la he encontrado primero. Tiro de su cuerpo a la vez que le chisto para que no se queje más, aunque claro, si tiro de su hombro no me extraña que se queje. Así que la cojo en brazos y corro hasta esconderme tras unos matorrales. Pongo una mano sobre su boca para hacerla callar y nos quedamos en completo silencio. Segundos después veo a varios guardias llegar a donde estábamos antes.

La HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora