Capítulo 18

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Empujada por Arlet volvemos a casa de Luisi y una vez la tengo delante le pido disculpas por los gritos y la amenaza. Ella las acepta y también me pide perdón por sus maneras a la hora de contarme la verdad sobre mi familia.

-Es normal que te pusieras así. De repente una desconocida te cuenta cosas muy duras sobre tu familia y a la primera no te crees nada.

Por supuesto que no, pero ahora voy atando cabos. Mi abuelo no murió siendo un héroe sino que mi padre se lo quitó de en medio porque sabía que no podría ser el señor del pueblo mientras él viviera. Mi abuela trató de impedir que mi abuelo llevara a cabo la batalla y la mató, por eso se la nombra tan poco en casa, mi padre la tiene como una traidora. ¡A su propia madre! Pero claro, no es difícil odiar a alguien que no lleva tu sangre porque, ahora resulta que mi abuela no es mi abuela. A saber cuál era la de verdad. Y lo de mi madre es lo que más me ha dolido. Me cuesta creer que por culpa de mi padre yo haya tenido que vivir tantos años sin ella. Toda la vida odiando a los humanos y resulta que tenía al asesino a mi lado. Dos mujeres que perdieron la vida por intentar parar lo que mi abuelo y mi padre creían que debían hacer. Y aquí estoy yo, la tercera generación entre dos aguas, sin saber qué hacer. Pasado, presente y futuro enfrentados en algo tan pequeño como mi mente, mi corazón y mis sentimientos.



Arlet y yo no nos poníamos de acuerdo para ver quién se quedaba con la cama, así que hemos decidido compartirla. El espacio que queda entre nosotras es mínimo, pero para nada siento nervios ni ella parece sentirlos tampoco. Estamos tumbadas una frente a la otra, yo junto a la pared, ella en el filo de la cama. Los primeros rayos del sol empiezan a asomarse por las rejas de la ventana, estoy a punto de dormirme aunque creo que con tanto follón metido en la cabeza me costará conciliar el sueño.

-Esto me está sobrepasando. Llevo toda mi vida creyendo firmemente en unos ideales y ahora de repente todo se ha vuelto del revés -le hablo bajito, en un susurro para que ni mi voz rompa la poca calma que hay ahora mismo en mi mundo.

-Solo quiero que te des cuenta de que tú no eres como tu padre. Eres diferente a él, no eres mala persona.

Me responde en el mismo tono y agarrando mi mano. No entiendo por qué mi mente me salta ahora con ese "¿me odias?" que antes me dijo.
¿Me odias?
¿Me odias?
Claro, ahora lo entiendo.

-Te odio -le digo sonriendo.

-Yo también te odio -responde seguido de un beso.

Supongo que esta es nuestra manera de hablar claro de nuestros sentimientos. Solo entre tanto odio nos entendemos, porque para nosotras el odio representa el amor. Nos odiamos, por eso nos salvamos.





Cuando despierto a eso de las seis de la tarde me encuentro sola en la habitación. Una botella de sangre en el sitio donde estaba Arlet esta mañana es lo único que me acompaña ahora. Me la bebo sin prisas, disfrutando del silencio y pensando en volver a sentir los labios de Arlet sobre los míos. Justo estos pensamientos son los que intentaba evitar hace apenas un día.

Cuando salgo de la habitación veo a tía y sobrina hablando en voz baja. Cuando se percatan de mi presencia Arlet me mira con gesto de preocupación e incluso percibo un cierto brillo de emoción en sus ojos. Luisi está seria. Algo pasa y no pienso tardar más en saber de qué se trata.

-¿Por qué me miráis así?

-Siéntate con nosotras.

Luisi da unos golpecitos a una silla que hay junto a ellas.

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