Capítulo 24

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Sacrifico mis horarios vampíricos durmiendo por la noche para poder seguir huyendo hasta Fall Ville durante la mañana. Es cuando menos riesgos tenemos de que los guardias nocturnos vengan a buscarnos, aunque estamos convencidas de que esta noche habrán acortado distancia con nosotras. Aún así, Arlet me asegura que queda poco camino para llegar a Fall Ville, ya que cuando vino a buscarme a la mansión, descubrió un atajo. Es un camino complicado, lleno de ramas y arbustos, de bichos de todo tipo, de animales tan peligrosos como serpientes, y lleno de cuestas y bajadas que podrían provocarnos una mala caída. Pero corremos el riesgo. Creemos que es mejor esto a que mi padre nos encuentre y nos mate de una vez por todas.

Durante el camino voy abrazándome la barriga. La tengo revuelta desde que me desperté. Siento náuseas a cada momento y algún que otro mareo. Arlet cree que quizás me ha picado algún bicho y me ha provocado una reacción alérgica, yo no lo veo tan claro. Ni si quiera me apetece beber la botella de sangre que me ofreció nada mas levantarme. Verla me dan ganas de vomitar.

Es cuando llevamos un par de horas caminando cuando esas náuseas se convierten en lo que para mi fue un interminable vómito. Cuando noté que todo comenzaba a subirse a mi garganta corrí hacia un arbusto y devolví toda la sangre que Arlet me dio para beber ayer. Ella corrió rauda a mi encuentro dejándome un pañuelo, que llevaba anudado a la muñeca izquierda, para poder limpiarme. Hasta entonces no me había percatado de que llevara ese pañuelo. O quizá sí se lo he visto, pero no le he prestado atención hasta entonces. Ella volvió a mostrar preocupación por mi al señalar que mi cara tenía una mezcla entre blanco y amarillo y pensó que mi herida del abdomen no se había curado correctamente y se había vuelto a infectar, pero le dejé claro que eso era imposible porque de aquella herida ya habían pasado semanas y no quedaba ni rastro de ella.

Entonces propuso hacer un alto en el camino y descansar, pero yo desistí la idea e hice un esfuerzo por seguir caminando. Ya a lo lejos se veía el campanario de Fall Ville y no quería demorar más el tiempo de llegada, estaba deseando meterme en una cama y dormir hasta que todas estas náuseas y mareos se me fueran por completo. Por lo que continuamos el camino aunque a un ritmo más pausado. Arlet, como de costumbre, no se separó de mi y me preguntaba a cada momento cómo me iba encontrando. A mi me hubiera encantado decirle que después de vomitar me sentía mejor, pero no era cierto, seguía encontrándome mal.

La llegada al pueblo se me hizo eterna y placentera a la vez. Volvimos a la casa de Luisi. Yo le seguía guardando rencor por la estúpida idea de hacerme volver a la mansión y se ve que por parte de Arlet también había algo de tensión, pero no quise inmiscuirme, de momento. En cuanto pusimos un pie en la casa, Arlet le pidió que preparara un brebaje o sacara algún tipo de medicamento para mi malestar. Luisi nos atendió con eficacia, me metió en la habitación de la última vez y me adueñé de la cama por completo. Por fin un colchón y no el duro suelo del bosque. Me dio un jarabe asqueroso que me aseguró que pararía por completo las náuseas y vómitos. Para el mareo me hizo tomar una pastilla. Por último, el reposo lograría mi pronta recuperación.

Después de eso, Arlet se quedó conmigo en la habitación, tumbada a mi lado, velando por mi salud. No habló en ningún momento con su tía de nada que no fuera sobre mi estado. Fue entonces cuando me animé a preguntar qué había pasado entre ellas.

-Después de que te marcharas a la mansión discutí con ella -comenzó a contar-. Yo no estaba para nada de acuerdo con su plan, pero tampoco se me ocurría nada mejor.

-Me dejaste marchar -le recuerdo con cierta molestia. Aún me duele que me dejara casarme con Pietro, por su culpa he tenido que pasar los peores momentos de mi vida. Por mucho que quiera olvidar y perdonar el recuerdo sigue aún muy latente en mi.

-Lo sé. Y no hay día que no me arrepiente de haberlo hecho, y más aún sabiendo todo lo que hizo ese bastardo. A los dos días de tu marcha empecé a notar que algo no iba bien. Recordé entonces la conexión especial que tenemos gracias al poder de tu mente. Le hablé de ello a mi tía, pero volvió a decirme que era lo mejor que podíamos hacer. Hasta que una noche escuché tu súplica. Pensé que era un sueño, pero era demasiado real como para serlo. Tu voz estaba dentro de mi mente y me pedías ayuda. Así que me escapé para ir en tu busca. Esto supuso una gran pelea con mi tía porque no quería que corriera el riesgo de presentarme en la mansión, pero le dije que más riesgo corrías tú allí encerrada y que si no te hubiera dejado ir yo no tendría que arriesgarme. En otras palabras: le eché la culpa.

-Es que tiene la culpa.

Arlet se mantuvo en silencio. Tengo razón, lo sé. Y ella también sabe que tengo razón. El plan que ideó su tía no causó el efecto que quería y lo único que ha logrado es que enfademos más a mi padre. Pietro era la última baza que le quedaba, porque está claro que conmigo nunca había contado, y yo lo he matado. He matado la única persona en la que confiaba para dejar al mando todo lo que él ha conseguido. Querrá vengarse matándonos a todos.

-Dejemos este tema para cuando te mejores. Ahora solo quiero pensar en que te recuperes. Sigo sin explicarme de qué manera te has podido enfermar.

-No te preocupes, seguro que mañana estoy mejor.

Tras decir esto, Arlet me besa en la frente y después le doy la espalda para luego buscar su mano y tirar de ella para que me abrace. Creo que las medicinas que Luisi me ha dado han surtido efecto, por lo menos podré dormir tranquila unas horas.





Creí mal. Las medicinas de Luisi solo me calmaron por un rato, pero al poco tiempo de estar dormida me despertó una nueva sensación de náuseas, provocando que corriera hacia el baño para no vomitar encima de Arlet. Ésta se despertó sobresaltada y fue en mi busca mientras llamaba a su tía a voces. Tras vomitar, volví a sentir que todo me daba vueltas y ambas tuvieron que ayudarme a volver a la habitación. Mientras Luisi fue en busca de alguna curandera, Arlet me dejó un cubo donde poder vomitar sin que tuviera que salir de la cama todo el tiempo.
No entiendo qué es lo que me pasa, pero empiezo a preocuparme.

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