Capítulo 20

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Se supone que para cualquier mujer, el día de su boda es el más bonito de su vida. Para mi es el peor.

La boda se celebra en la mansión. Algo sencillo y sin muchos invitados, solo los amigos de mi padre y los de la familia de Pietro. Visto un sencillo vestido blanco en señal de pureza y virginidad y Pietro va con un elegante traje negro, pañuelo blanco anudado al cuello y una sonrisa reluciente esperándome en el improvisado altar del salón. Mi padre se ha dignado a llevarme del brazo hasta mi futuro marido. Pietro tiene a su madre al lado, mirándome con el ceño fruncido y una maliciosa sonrisa oculta en la comisura de su boca. Me detesta, pero ama el poder de mi padre por eso accede a que su respetable hijo se case con una traidora como yo.

El cura es un viejo vampiro amigo de la familia que por la desenvoltura con la que está llevando a cabo la ceremonia no parece la primera boda vampírica que oficia. ¿Cómo son las bodas vampíricas? Pues tampoco son nada del otro mundo. El cura dice unas palabras sobre la vida, la muerte y la resurrección. Después hacemos el intercambio de sangre que para esto ya nos cogieron muestras de nuestra sangre horas antes. Cada botella de sangre con su nombre correspondiente. Nos lo sirven en una reluciente copa dorada, nos miramos, él cómplice, yo ida en mi mundo interior, bebemos la copa de un trago saboreando la sangre que ahora nos unirá para toda la eternidad. "Puedes besar a tu mujer", dice el cura. Y Pietro lo hace, y yo me dejo. Ha sido un beso casto, simple, tímido. Los asistentes aplauden y se acercan a felicitarnos por el bonito enlace. Aunque más bien felicitan a Pietro, a mi me ignoran. El único que se acerca es mi padre que me tira del brazo sin previo aviso y me aleja de los invitados para hablarme en completo secretismo.

-Ni se te ocurra estropearlo todo otra vez. Pietro se hará con Fall Ville y tú estarás a su lado en todo momento, apoyando su reinado. Eso es lo que hacen los vampiros de verdad, luchar todos unidos, no en contra de su raza.

No le respondo. Le sostengo la mirada sin un ápice de sentimiento, ni rencor, ni enfado, ni miedo. Nada. No existe nada en mi corazón desde que me separé de Arlet.



Lo peor de este día es cuando llega la noche de bodas. No estoy nada preparada para dejar que Pietro me tome como su esposa, haga conmigo lo que quiera y se deshaga de mi intimidad como si no valiera absolutamente nada. Es esta noche cuando veo la otra cara de Pietro, deja de ser el chico amable y tierno para ser todo un depravado sexual. Nada más entrar a nuestra nueva habitación conyugal me despoja de mi vestido de novia sin miramiento alguno, aunque trato de esquivar sus besos me sujeta la cara estrechándola entre sus grandes manos y me obliga a besarlo. Toca todo mi cuerpo con desesperación y lascivia sin importarle si me hace daño o no. No gimo de placer, gimo de miedo y dolor.

Cuando ya me tiene completamente desnuda me empuja contra la cama y comienzan unas eternas embestidas que logran hacerme sangrar rompiendo mi sexualidad por primera vez. Lloro. Y él se da cuenta. Me abofetea mientras me grita que pare, me coge del pelo y hunde mi cara en su entrepierna para que le haga sexo oral. Es lo más repugnante que he hecho en mi vida, pero no puedo negarme porque vuelve a golpearme la cabeza con más fuerza. Lo hago sintiéndome la persona más sucia y desgraciada del mundo. Cuando satisfago su deseo me empuja con las piernas hasta tirarme de la cama. El dueño es él, y yo, por ser una traidora, no merezco otra cosa que dormir en el suelo como los perros. Me hago un ovillo en la alfombra de la habitación y lloro en silencio.
Sin duda, este no puede ser el día más bonito de mi vida.



Durante el resto de la noche y hasta caer rendida al amanecer, no tengo otro pensamiento que el de volver a estar con Arlet, aunque al momento me arrepiento porque recuerdo que por su culpa estoy así. Ella quiso que yo volviera a la mansión para ayudarle en su estúpido plan de acabar con mi padre. Quizá ahora si lo prefiera más que nunca. Matar a mi padre y sobre todo a Pietro, pero no a este precio. Desearía poder cambiar este momento por el de el incendio de la casa de Andrea, cuando estuve apunto de morir ahogada por el humo. Fue la primera vez que sentí como eran los labios de Arlet, y ahora los necesito más que nunca. Necesito que me salve otra vez, que venga a buscarme y me saque de aquí.
Te necesito Arlet, te necesito. 

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