De repente he empezado a sentir que hace mucha calor y destapo la manta que Arlet me puso para dormir. Abro los ojos y veo que aún es de noche. Arlet está dormida y todo parece estar en calma, pero sé que algo está pasando. Demasiada tranquilidad no puede ser buena. Fuerzo un poco la vista hacia la puerta y me parece ver que sale humillo de entre el hueco de la puerta y el suelo, me levanto despacio y doliéndome en silencio de la quemadura, y me agacho para verlo mejor. Al momento me llega olor a quemado, abro la puerta y una fuerte humareda me echa hacia atrás. Arlet se despierta sobresaltada y corre hacia mi. Ambas nos quedamos atónitas al ver las inmensas llamas de fuego que están devorando la casa.
-¡¡Mamá!!
Arlet sale corriendo de la habitación sorteando el humo y las llamas como si lo hubiera hecho cien veces antes. Corro torpemente detrás de ella y la veo intentando abrir la puerta de la que es la habitación de su madre, cuando logra abrirla un escupitajo de fuego la empuja hacia atrás tirándola al suelo. No queda ni rastro de la habitación. Arlet no deja de llamar a su madre llorando, pero sabe como yo que ya no hay nada que hacer, el fuego se la ha comido por completo. Entonces unas voces fuera de la casa empiezan a escucharse. La puerta es derribada y unos humanos tiran cubos de agua para apagar el incendio. Yo empiezo a encontrarme muy mareada, no dejo de toser por culpa del humo y el calor hace que la quemazón me arda más que antes.
-Arlet, tenemos que salir de aquí o acabaremos muertas.
Tiro de su brazo, pero ella no deja de llorar mirando hacia la habitación donde estaba su madre. Los vecinos siguen llegando con más agua y ya piensan entrar para ver si hay supervivientes. No pueden verme. Si lo hacen me llevarán con mi padre, o me matarán.
-Arlet, por favor. ¡Vámonos ya!
Un nuevo golpe de tos me hace caer al suelo. La respiración empieza a faltarme y la vista se me nubla. Es entonces cuando Arlet parece darse cuenta de lo que me está pasando y empieza a tirar de mi para salir de la casa. Por la puerta principal es imposible, es donde más se concentra el fuego. Salimos por la ventana de su habitación, así además no me verá nadie. Nos alejamos de la casa lo más que yo puedo, porque a pesar de dejar atrás las llamas me sigo encontrando mal. Arlet me dice que respire profundamente, pero no dejo de toser y el pecho empieza a dolerme.
-Necesitas agua.
Arlet sale corriendo dejándome allí sola. No sé a dónde piensa ir, pero temo que alguien venga y me encuentre. Trato de incorporarme y veo de forma borrosa a Arlet cogiendo agua de una pequeña fuente de lo que hace años sería un parque de juegos para niños. Viene corriendo hacia mi con agua entre las manos, pero se le va cayendo por todo el camino y apenas me da tres o cuatro gotas que no me alivian nada. Arlet vuelve a la fuente y prueba otra forma de traer el agua: por la boca. Me incorpora lo suficiente para quedar cara a cara con ella, entonces pega sus labios a los míos y me pasa todo el agua que ha cogido. Lo trago como si no hubiera un mañana. Vuelve a repetir la acción un par de veces más. Noto el agua bajar por mi garganta limpiándola de todo el humo que había tragado allí dentro.
Cuando me pasa hasta la última gota de agua nos damos cuenta de que nos resistimos unos segundos a separarnos. Nos miramos confusas y Arlet es la que da el primer paso para despegar su boca de la mía, pero no lo hace bruscamente. Ambas respiramos agitadas, ella por la carrera y yo por las ganas de poder respirar aire limpio.
-Lo siento -dice alejándose de mi-, era la única forma.
Nos miramos en silencio casi avergonzadas, hasta que recuerdo el terrible dolor que siento en mi barriga. Arlet echa un vistazo a la quemadura y por la cara que pone de preocupación no debe de tener muy buena pinta.
-¿Qué pasa? -pregunto casi con miedo.
-N-no me gusta como está. El surco rojo se está empezando a poner negro y no se qué hacer para pararlo.
-Busca una curandera -le respondo al instante.
-Ni hablar, no pienso dejarte sola -niega rápidamente.
-Tienes que hacerlo, me duele mucho.
Arlet se muerde el labio. No parece muy convencida, pero accede porque no tiene otra opción. Carga conmigo hasta unos matorrales donde me deja lo mejor escondida que puede.
-Vendré lo más pronto posible.
No sé cuánto tiempo pasa, quizás horas, hasta que Arlet llega por fin y para mi suerte con una joven curandera. Hubiera preferido a una mayor y con más experiencia, pero esta chica nos hace el favor de no cobrarnos nada por el estado en que estoy, así que algo es algo.
Examina la quemadura y, como Arlet, pone cara de preocupación. En seguida se pone a sacar diversas hierbas curativas y jarabes medicinales de un bolso que lleva consigo.
-¿Qué es lo que tiene? -le pregunta Arlet que está mirando por encima de su hombro.
-¿Ves esas pequeñas supuraciones blancas? -le señala algo de mi quemadura que prefiero no mirar.
-Sí.
-Acompañado con las manchas negras que le están saliendo son síntomas de infección. Voy a limpiar la zona de la quemadura haciendo salir el líquido de la supuración y le voy a poner una pomada antibiótica que te voy a dar para que le hagas las curas tres veces al día. La quemadura debe estar siempre tapada con una gasa limpia.
-De acuerdo. Gracias por todo.
La joven curandera de rasgos exóticos se pone manos a la obra y en menos de diez minutos ya tengo la quemadura tapada con gasas, como ella había dicho.
-También deberías darle sangre -le aconseja al verme la cara, según ella está amarillenta.
Cuando a un vampiro se le pone la cara amarillenta es síntoma de que necesita sangre urgentemente, quizá me encuentro tan mal no solo por la quemadura sino porque también mi organismo me está pidiendo a gritos que le alimente de una vez. Cuando la curandera se marcha es cuando empiezo a sentir seriamente que quiero sangre. Antes, con la distracción de la quemadura, no me acordaba de beber, pero la chica se ha encargado de recordármelo y ahora lo necesito más que nunca.
-Necesito sangre -le digo a Arlet que se ha sentado a mi lado, escondiéndose también entre los matorrales, suerte que estamos unos metros alejadas del vecindario, nadie podrá verme.
-No tengo, y no puedo volver al submundo a por botellas, me acabarían cogiendo -responde con frustración.
Pero yo ya no atiendo a razones, la bestia me está matando por dentro.
-Lo necesito -le repito-. Sangre, Arlet, sangre.
La mestiza me mira unos segundos pensativa. Agarro su brazo con fuerza. Demasiada fuerza. Siento mis ojos inyectados en sangre y mis colmillos palpitando bajo mis encías.
-Muérdeme -dice decidida.
Acerca su cuello hasta mi boca sin dudarlo un segundo. Ya puedo oler la sangre circulando por su vena. No lo pienso más y clavo mis colmillos en su cuello, trago su sangre sintiendo como la bestia disfruta de ella, la degusta con placer y calma poco a poco su sed. Cuando llevo apenas un par de minutos, Arlet se separa de mi con brusquedad respirando agitada.
-Si sigues acabarás matándome.
Sé que tiene razón, pero eso la bestia no lo entiende. Aún así, hago un esfuerzo por controlarme, me siento mejor y lo poco que haya bebido me ayudará a aguantar un tiempo más.
Arlet comienza a marearse por la pérdida de sangre y acaba cayendo inconsciente al suelo mientras la sangre de su cuello sigue saliendo. Tengo que cortarla. Pongo mi mano sobre los dos puntitos que le he hecho con mi mordida y presiono fuerte durante un rato. Cuando quito la mano la sangre ha dejado de salir. De paso aprovecho para lamer la sangre que se ha quedado en mi mano. Cierro los ojos y me doy el capricho de descansar un poco, lo necesito.
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La Heredera
VampireUn pueblo en penumbra donde los vampiros mandan y los humanos son meros esclavos. Una chica tendrá el poder de acabar con todo el mal y volver a la paz. Han pasado 60 años desde que Edgar Von Lamp se hiciera con el poder de Rose Ville y ahora su hij...