Epílogo

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Un niño de pelo rubio corretea por el extenso jardín, persiguiendo de forma inocente unas mariposas que hay revoloteando por las flores que lo adornan.

-Nicolai, ven aquí -lo llamo desde el interior del porche, ha empezado a llover y no me gustaría que enfermara.

Mi hijo viene al trote, haciendo volar su media melena. Cuando llega a mi altura peino su flequillo despeinado y me quedo embobada con sus ojos azules. Por suerte o por desgracia es la viva imagen de su abuelo y por consiguiente de mi. En contraste tiene la piel morena, como la tenía Pietro. Pensé que llevaría peor el hecho de tener que criar un niño fruto del maltrato de ese hombre, pero llegado el momento no fui capaz de deshacerme de él, ya lo quería incluso antes de que naciera. Además Arlet lo quiere como si fuera hijo suyo, cuida de él y sería capaz de protegerlo con su vida si hiciera falta. El cariño es recíproco, él la adora y aunque más de una vez me ha preguntado por su padre, ve en Arlet a una segunda madre, aunque la que siempre le regaña soy yo cuando hace trastadas.

-Quiero seguir jugando, mamá -me dice con su melodiosa voz aniñada.

-Cuando deje de llover.

-Me gusta la lluvia -rebate él bajando los hombros despreocupado.

Le sonrío y acaricio su mejilla. Entonces una mano rodea mi cintura desde la espalda y recibo un cálido beso en el cuello. Arlet se pone a mi lado, la miro de reojo y sonrío de lado. Su pelo cobrizo baila al pequeño viento que se ha levantado. Sus ojos verdes me siguen enamorando y su sonrisa me encandila. Dejo caer mi cabeza sobre su hombro y cierro los ojos. Han pasado cinco años desde aquella batalla. Todo ha cambiado mucho desde entonces. Después de que todo quedara reducido a escombros nos ha costado mucho volver a levantar ambos pueblos, porque aunque Down Ville no sufrió la batalla, ya estaba bastante deteriorada por la batalla que Edgar hizo allí para conquistarla. Con la ayuda de los ciudadanos de Fall Ville logramos reconstruirlo todo.

Por otro lado me ha costado mucho que me reconozcan como uno de los suyos a pesar de haber sido la que derrotó a mi padre. Pensaban que volvería a crear un sistema dictatorial como el de Edgar, pero todo lo contrario, seguí los consejos de Arlet y tras mucho esfuerzo hemos logrado crear una región donde humanos, vampiros y mestizos vivan en paz y con los mismo derechos, respetando a cada comunidad. Ya no había más guardias nocturnos despiadados, ni más esclavos humanos. Todos los vampiros que sobrevivieron del bando de mi padre fueron juzgados y encarcelados. Por una parte yo no quería matarlos porque era lo que hacía mi padre con aquellos que no seguían sus ideas, pero Arlet me aconsejó que sería lo mejor, erradicar de una vez ese ejército para que no volviera a reproducirse. Decidí entonces que fuera el pueblo quien eligiera el destino de estos vampiros y, mediante una votación, todos votaron de manera unánime que debíamos acabar con sus vidas de una vez. Y así lo hicimos. Ahora toda la región vive en paz, unidos los tres pueblos por el bosque donde Arlet y yo comenzamos a forjar nuestra relación.

Nicolai se escapa de mi mano, abro los ojos y veo como el sol vuelve a asomarse por entre las nubes. Él sabe que es peligroso ponerse bajo sus rayos, pero es demasiado nervioso, no puede estarse quieto y hace caso omiso a mis advertencias.

-Déjalo, es un niño, es normal que quiera jugar -dice Arlet en tono afable.

-Solo quiero que esté bien, ya sabes que necesita más sangre que los demás.

A Nicolai le pasó exactamente lo mismo que a mí al nacer, tenía poca sangre en su cuerpo y tuvimos que ingerirle grandes dosis durante varias horas seguidas. Yo me asusté muchísimo, pero por suerte sobrevivió. Desde entonces se alimenta de sangre muchas más veces que cualquier otro vampiro, como me ocurre a mi.

-Está bien, no te preocupes. Es un chico sano y feliz. Mientras siempre lleve consigo una botella no tendrá problemas.

-Es normal que me preocupe -respondo cruzándome de brazos y mirándola.

-Claro, igual que yo lo hago contigo -dice ella atrayéndome por la cintura. A continuación deja un beso en mi frente.

-¿Sabes qué? aún a veces me pregunto cómo supiste desde el primer momento que no iba a matarte cuando te encontré en el bosque.

-No lo sé. Cuando nos conocimos en la mina yo solo te conocía de oídas, había escuchado cosas horribles de ti. Sin embargo, cuando me enfrentaste en la celda no me pareciste tan cruel, más bien te vi haciendo un papel para hacer creer a los demás que eras cruel. Supongo que por eso sabía que no me matarías.

-Motivos me dabas, desde luego -contesto de forma divertida-. Pero cuando te vi tendida en el suelo, con tanta sangre y aún así sonriendo por estar junto al lago, sentí algo. Creo que en ese momento no me di cuenta, pero vi algo en ti diferente que jamás había visto en nadie. Hasta entonces solo conocía a los poderosos que éramos nosotros y a los débiles que eran los humanos, pero jamás había tenido delante a una chica que no me temía y que se atrevía a desafiarme.

-Sí te temía, en el fondo pensaba que cualquier día acabarías conmigo. De hecho cuando me apresaron y te mandaron ejecutarme lo pensé de verdad, pero una vez más me sorprendiste.

-Jamás hubiera sido capaz de matarte, pero sí fui capaz de matar por ti.

Junto mi frente con la suya y jugueteo con su nariz antes de atrapar su labio inferior y besarlo con dulzura. Arlet responde besando a su vez mi labio superior, logrando así que nuestros labios encajen perfectamente como dos piezas de un puzzle.



                                                                                                     FIN

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