Capítulo 15

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Llevamos un par de horas caminando por el bosque, vamos en dirección Fall Ville, por primera vez voy a conocer el pueblo que tanto quiero conquistar, pero el cansancio me hace pedirle a Arlet que paremos un rato, saca de su mochila (que es la mía en realidad) una botella con sangre que me bebo en seguida.

-La otra es mejor que la guardemos por si te hace falta -me dice aclarando que hay otra botella más.

Falta poco para que amanezca y Arlet decide que es un buen momento para quedarnos junto a un viejo árbol grande y robusto, ella también necesita descansar y estamos lejos de Rose Ville, los guardias no nos buscarán ya hasta la tarde. Coge varias moras de los árboles y se pone a comerlas. No entiendo como algo tan chico la puede alimentar, aunque supongo que estará acostumbrada a comer lo poco que se puedan permitir.

-¿Cómo tienes la herida del abdomen? -pregunta de repente buscando un tema de conversación.

-Curada.

-Me alegro.

La conversación es un poco tensa, creo que ninguna de las dos sabemos de qué hablar.

-Me buscan para matarme, ¿verdad?

-Esta vez no seré yo quien lo haga, lo hará Gorka, para que mueras de verdad -le digo de golpe, sin anestesia, pero Arlet ni se inmuta.

-Preferiría que me mataras tú antes que cualquier otra persona -contesta encogiéndose de hombros.

Eso me hace recordar a su madre, aún no sabe que realmente ha sido matada por Gorka y no por el fuego.

-Y ¿a tu madre? -pregunto tanteando el terreno. Una parte de mi quisiera decirle la verdad, la otra no se atreve.

-¿Mi madre?

Le extraña mi pregunta.

-Sí, ¿también hubieras preferido que la matara yo en vez de otra persona?

Estoy metiéndome en arenas movedizas.

-Bueno, supongo que sí, aunque no me gustaría que la hubiera matado nadie. Y no me hagas recordarlo, por favor -zanja el tema, frunce el ceño, se muerde el interior de la boca. Se está aguantando las ganas de llorar. Me siento mal.

-Lo siento -digo en voz baja.

El silencio vuelve a apoderarse de nosotras, aunque no por mucho tiempo.

-¿Te hizo algo tu padre?

-Nada del otro mundo -le quito hierro al asunto.

-No me sentí muy bien dejándote allí.

-Es mi padre, le conozco desde hace 60 años, sabía que no iba a hacerme nada -miento como una bellaca.

-¿Seguro que no ha pasado nada? -No está muy convencida de mis palabras.

-Seguro -asiento con el ceño fruncido para darle más credibilidad.

-Está bien. Vamos a descansar ya, que para eso hemos parado.

Ambas apoyamos nuestras espaldas en el árbol del tronco. Aunque sabemos que los guardias no se saltarán la hora de dormir, preferimos estar precavidas ante un posible ataque sorpresa, nunca debes fiarte de los guardias nocturnos.





El sonido de la naturaleza me hace abrir los ojos y llevarme la mano a la cara para protegerme del rayo de luz que me apunta con fuerza. Estoy expuesta al sol y mi cara me arde. Voy a levantarme cuando noto una carga sobre el hombro, Arlet se ha quedado dormida en él. La zarandeo un poco para despertarla y ella me mira confundida, al momento se da cuenta y se separa un poco ruborizada. Entonces me levanto y me voy a la sombra, la calentura de mi piel empieza a descender y Arlet se ríe por lo bajo.

-¿Qué te hace gracia?

-Tienes la cara roja como un cangrejo.

Y ahora también de vergüenza, pienso. Le doy la espalda para que deje de mirarme.

-Gracias, por reírte de mí.

-Vamos, es una tontería, no te lo tomes a mal.

Oigo sus pasos acercarse a mi. Miro de reojo y veo su mano apunto de tocar mi espalda. La esquivo con desdén.

-No es para ponerse así -comenta ofendida.

-No sé tú, pero a mí no me gusta que se rían de mí.

-Era solo una broma, señora arisca. Está claro que contigo no te lo puedes pasar bien ni un minuto.

Enfadada coge su mochila (la mía) y emprende la marcha rumbo a Fall Ville.

No hablamos en todo el camino.

¿Me había molestado de verdad que se riera de mi? Sí y no. No solo era por eso. No dejo de pensar cuando me dijo que no vino a por mi por ser yo, sino porque necesita mi ayuda. Para nada más. Solo me usa por conveniencia, y me molesta. Y me molesta más aún ser tan tonta como para seguirla a todos lados, en todo momento, como si ella mandara sobre mi. El por qué lo hago es una pregunta que me da miedo contestar porque quizá hace tiempo que conozco la respuesta, pero hacerla pública en mis pensamientos sería enfrentarme a una realidad que poco me compensa, por no decir nada, y que me traerá más problemas de los que ya tengo. Sería enfrentarme a todo lo que me rodea, a todo lo que he pertenecido desde que nací, a todo lo que yo creo. No puedo decirlo en voz alta porque se produciría una batalla campal en mi mente entre los pensamientos razonables y los sentimientos irracionales. Acabaría volviéndome loca o peor aún, haciendo una locura, y no me puedo permitir ninguna de las dos. 

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