Capítulo 3

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Mi padre me ha mandado llamar, quiere hablar conmigo por una cena que celebrará dentro de unos días con su mano derecha, Gorka, y su esposa Eloisa. Les conozco desde que nací, mi padre los tiene en alta estima porque le sirvieron de gran ayuda durante la batalla y no le traicionaron en ningún momento. También le ayudaron con Down Ville y ahora planean juntos conseguir Fall Ville. Para mi padre contar con Gorka es un alivio, pues es más joven y acata bien sus órdenes, le quita mucho peso de encima. Eloisa es menos fuerte, pero sabe engatusar muy bien a la gente, suele trabajar espiando a los humanos poderosos de los pueblos de alrededor, siempre en busca de una nueva batalla para un pueblo nuevo que conquistar.

Ya me imagino porqué mi padre me invita a esa cena. No es para que me una a ellos en la conquista de Fall Ville. Mucho menos para decirme que cuento con ellos para relevar a mi padre. En esa cena el anfitrión será Pietro, el hijo de Gorka y Eloisa. Mi padre está empeñado en que lo conozca y me case con él para que la familia Von Lamp siga creciendo, yo tenga descendientes cuanto antes y él pueda unirlos a la lucha. Mi padre nunca da puntada sin hilo, todo lo hace por su causa, por su ambición de poder, de querer más. Yo estoy de acuerdo con esa ambición, yo también la tengo, pero pienso que no me hace falta casarme con nadie para conseguir mis objetivos. De hecho, ni me lo he planteado, y si encima es con alguien a quien solo he visto cuando éramos pequeños que jugamos un par de veces, menos aún.

Entro en la sala habilitada por mi padre en el ala derecha de la mansión. Está sentado en un sillón de cuero rojo sangre, frente al viejo escritorio de madera, rodeado de una extensa librería llena de polvorientos y pesados libros, empuñando su pluma en un diario. Nunca me ha dicho qué es lo que escribe en él, pero parece algo sobre sus memorias.

-¿Querías verme? -anuncio mi entrada.

Mi padre levanta la vista del escritorio y me mira. Asiente en silencio y entro en la habitación hasta sentarme frente a él en una incómoda silla bastante antigua.

-Quiero que me expliques qué ha pasado hoy en la mina -habla mi padre dejando a un lado la pluma y el libro, y poniendo sus manos entrelazadas sobre la mesa.

-Vi que uno de los esclavos no estaba haciendo su trabajo y quise llamarle la atención, como hacen los guardias.

-Para eso están los guardias, no tú - rebate con voz peligrosamente calmada. Primer golpe.

-Solo quiero que me respeten.

-Eres mi hija, con eso debería bastar para que no solo te respeten sino que te teman. ¿Qué pasó después?

Odio sus interrogatorios, siempre acaba llevándose él la razón.

-Una entrometida se puso en medio para impedirme que le diera más golpes a ese piojoso, así que mandé a los guardias que la encerraran.

-Y, ¿qué te contestaron ellos?

Guardo silencio. No sé por qué me pregunta todo esto si ya sabe lo que ha pasado de pe a pa.

-Me hicieron caso -contesto al fin, emitiendo una parte de la historia.

-Después de haberlos amenazados con ser desterrados -añade mi padre endureciendo el gesto.

-Porque no querían hacerme caso -replico elevando un poco la voz.

-Porque no había nada que la culpara.

-Se interpuso en mi camino, eso es razón suficiente para culparla.

-Si alguien tratara de atacarme, ¿lo impedirías?

Su pregunta me pilla desprevenida, pero no tengo que pensarme su respuesta.

-Por supuesto -digo sin dudarlo.

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