Capítulo 5

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Acabo de llegar a la mansión y estoy exhausta, necesito sangre. Camino a paso raudo hasta la cocina, abro la nevera y saco una botella de sangre que me bebo de un trago y sin miramientos. Cojo una segunda botella y esta vez me lo tomo con más calma, el primer chute ha servido para renovarme un poco las fuerzas y empiezo a sentirme mejor. Me tomo unos minutos para acabarme esta botella y pensar qué es lo que voy a hacer con esa chica. Ha sido una locura dejarla con vida y más aún haberla curado, ahora puede escaparse en cuanto se sienta con más fuerzas. También ha sido una locura esconderme con ella cuando oí a los guardias, tendría que haber dejado que la atraparan en ese mismo momento, igualmente me llevaría el mérito de haber dado con ella. Y la mayor locura de todas ha sido el no matarla cuando podría haberlo hecho. Tenía todas las condiciones a mi favor, ella no se hubiera podido resistir, ni si quiera hubiera tardado mucho, ya había perdido mucha sangre, estaba al borde de la muerte. Idiota, eso es lo que soy.

Me miro de arriba abajo y compruebo que toda mi ropa y mis manos están manchadas de sangre, tengo que darme un baño cuanto antes. Salgo de la cocina y me dirijo a mi cuarto para coger ropa limpia, después aprovecho la ducha para relajarme un poco lo que me provoca más sueño del que ya tengo, estoy deseando echarme en la cama. Cuando me pongo ropa limpia me deshago de la sucia lanzándola por la ventana del baño. Esta ventana da a un pequeño jardín olvidado que nadie pisa ni cuida, las plantas están muertas y todo lo cubre la suciedad que se va acumulando, una camiseta y un pantalón no lo verá nadie entre tanta porquería. Salgo del cuarto de baño y cuando ya estoy a un solo paso de mi habitación mi padre aparece por el pasillo, el corazón me da un vuelco y trato de entrar en mi cuarto antes de que me vea, pero este no es mi día.

-Lux, espera un momento.

Mierda.

-Dime, papá.

Me apoyo en el marco de la puerta y saco a relucir mi mejor sonrisa, como si nada tuviera en la mente que me perturbara los pensamientos. Arlet no existe en estos momentos. Mi padre me mira de arriba abajo, incluso percibo un leve movimiento en sus fosas nasales, me está oliendo.

-¿Qué haces aún despierta? -me pregunta escudriñándome con la vista.

No sé en qué momento se me seca la boca, pero tengo que tragar saliva antes de responderle, el corazón me va a mil.

-¿Y tú?

Mi padre hace un rápido gesto con la ceja elevándola, he metido la pata. Agacho la cabeza y vuelvo a tragar saliva. Odio estos momentos así con él.

-Lo siento -digo en voz baja y oigo a mi padre respirar profundamente.

-Me dijeron que saliste en busca de esa chica que se escapó, ¿la encontraste?

Y ahora, ¿qué digo? Si digo que no quedaré mal para él. Si digo lo que ha pasado quedaré peor. Y si digo donde está...

-No -miento-. No sé dónde está, pero mañana pienso salir de nuevo, voy a encontrarla, te lo aseguro.

Las mentiras tienen patas muy cortas, Lux. Me advierto a mí misma.

-Mañana mandaré yo a un grupo de guardias a que rastreen el bosque, no hará falta que vayas -me responde sin cambiar el gesto.

-Quiero ir -le contesto con convicción-. Además, nadie conoce mejor que yo el bosque, ellos tardarán horas, incluso se podrían perder. ¿Vas a dejar que la busquen los mismos patosos que la dejaron escapar? Dame la oportunidad de demostrarte que te hablo en serio cuando te digo que estoy preparada para mi futuro próximo.

-No dudo de tus capacidades, Lux -comienza diciendo, pero después parece cambiar de idea. Alisa la frente y se lleva las manos a la espalda-. Está bien, mañana irás tú sola, pero espero que no vuelvas con las manos vacías.

La HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora