CAPITULO 1

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Los personajes no me pertenecen, tan solo las tramas son una idea original. Algunos diálogos y escenas se han extraído de la serie y los libros. Si no habéis leído los libros o visto todas las temporadas, esta historia contiene spoilers, así que... ya sabéis...Ante todo, espero que os guste y gracias por leer.



Lo había perdido casi todo. Había estado en ese intangible espacio que hay entre este mundo y el otro, pero había regresado de entre los muertos.


Cuando lo encontró y curó su maltrecho cuerpo, le había dicho en muchas ocasiones, qué, si aún seguía respirando, era, porque Dios, quienquiera que fuese, tenía planes para Sandor Clegane. Por los siete, que Él jamás había sido un hombre religioso, y más bien achacaba al odio el seguir vivo. Un sentimiento poderoso que le había empujado gran parte de su vida. Pero independientemente de lo que el creyese, resultó cierto que tenía cosas que hacer aún. Tenía una misión, y promesas que cumplir.


Había recorrido el campo teñido con la sangre de los que habían sido sus compañeros en la construcción del septo. Derramada por la espada de algún hijo de puta de la hermandad sin estandartes, supuso que, les había dado igual matar a gente de fe, su dios rojo aceptaba ese tipo de sacrificios. El hermano, colgaba del altar del septo como un muñeco. El que había sido su amigo tenía la cara oscurecida por la sangre acumulada y la lengua le colgaba en una posición ridícula. El leve viento hacia que se balancease como una campana.


Sandor dedicó un momento a observarle y pensó en alguna oración que decir, pero ninguna de las que le habían enseñado vino a su mente. Había escuchado cantar a esa gente durante meses, pero no fue capaz de recordar ninguna de sus canciones.


La ira de los viejos tiempos le había invadido de nuevo. Se acercó al tocón de madera y arrancó el hacha que había clavado allí­ la noche anterior sintiendo que había recuperado un miembro otrora cercenado.


Rastreó durante días hasta dar con ellos. Los observó en la distancia unos instantes, los hombres que bebían y reían, no percibieron la presencia de aquel ser enorme y harapiento hasta que fue demasiado tarde. Hundió la hoja en el esternón del primer muchacho como si fuese de mantequilla. Podría haber sido un leñador durante el tiempo que pasó con el hermano, pero no había olvidado como blandir el acero.


Sus compañeros le atacaron, pero Sandor se moví­a rápido sin su armadura y la sorpresa del ataque y el vino, habían embotado los sentidos de los hombres. Clavó su hacha en la carne del último de los hombres, y cuando la sangre le salpicó y regó el suelo a su alrededor, antiguos sentimientos despertaron en él, pero uno renació con más fuerza que nunca.


No es que durante esos años no hubiese pensado en ella, nunca había dejado de hacerlo, pero tras la batalla del aguas negras, había centrado sus esfuerzos en proteger a Arya y a sí­ mismo. Aun así­, cuando la joven loba le había dejado para que muriese bajo aquel árbol en el tridente, sus últimos pensamientos conscientes habían sido para ella. Había lamentado no habérsela llevado con él, no habérsela follado hasta matarla. La había dejado allí­, había permanecido impasible mientras el puto Rey niño la torturaba y luego no había tenido el valor suficiente para arrastrarla fuera de ese nido de víboras. Si al menos hubiese podido probarla, tendría algo bueno a lo que aferrarse en esos últimos momentos, algo hermoso que no hubiese sido corrompido del todo. Cerró los ojos cuando sus parpados pesaban como piedras y vio su rostro. Había olvidado algunos pequeños detalles, pero recordaba nítidamente su pelo largo y suave, cayendo en ondas sobre su preciosa cara, sus ojos azules, y la inocencia que aún conservaba y de repente se vio a si mismo sobre ella, apretando el filo de su puñal contra su piel, le había arrancado esa canción, ni si quiera se la había dado, la suave mano en su rostro, mezclando la sangre de los enemigos y sus lágrimas.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora