CAPITULO 7

871 84 9
                                    





Sansa despertó con la canción del acero al amanecer. Solo Sandor estaba en el patio, y parecía más furioso que nunca. Agradeció que su enemigo fuese un muñeco de madera y paja y no un soldado de su guardia cuando le arrancó la cabeza de un mandoble. Le hubiese gustado permanecer allí toda la mañana observándole, pero era un día importante, y ella tenía mucho que hacer.

El castillo bullía de actividad. Las cocinas llevaban en funcionamiento desde antes del alba, y todos corrían de un lugar a otro limpiando y preparando habitaciones y salones, esparciendo paja fresca en los establos y despejando las entradas de nieve. Cuando quiso darse cuenta, Lord Glover y Lady Lyanna habían llegado y después de ellos. El resto de sus banderizos. El salón estaba lleno cuando Sansa llegó, y tras las cortesías obligadas, ocupó su lugar en la mesa de honor junto a Jon.

Estaba nerviosa, no podía evitarlo. Tenía la boca seca y le temblaban las manos ligeramente. No se sentía cómoda con todo aquello. Pero debía hacerlo.

Cuando anunciaron a Sandor, estaba completamente distraída, y no fue hasta que Jon no le dio un codazo disimulado que tomó plena consciencia de la situación.

"Sandor, de la casa Clegane"

Jon se puso en pie, y Sansa le imitó; a pesar de estar un par de escalones por encima de él, Sandor era medio palmo más alto que Jon.

-Arrodíllate.

Sansa se fijó en que llevaba puesta la túnica que le había hecho. Se había bañado y arreglado. Su pelo brillaba y le cubría estratégicamente la mitad quemada de su cara, mientras que su barba tapaba lo demás. La túnica le quedaba como un guante. Marcando las curvas de sus brazos y su espalda ancha. Los pantalones y las botas de cuero negro, le hacían parecer aún más alto y el cinturón sin adornos del que colgaba su espada larga, le daba un toque de color al conjunto. Era un hombre realmente imponente. Aun sin armadura, era más grande que todos los presentes. Sansa pensó que no podría tener un protector mejor. La mayoría de sus enemigos se lo pensarían antes siquiera de enfrentarse a él.

Sandor se arrodilló sin levantar la vista y desenfundó se espada para levantarla frente a él con ambas manos.

-Sandor, de la casa clegane. Estás ante la legítima señora de Invernalia

-Os ofrezco mi espada y mi vida, para que dispongáis de ambas como creáis mejor. Os juro lealtad mi señora, a vos, y solo a vos hasta mi último aliento. Os defenderé y daré mi vida por vos si es necesario. Cumpliré vuestras órdenes y velaré por vuestros intereses como vuestro escudo juramentado.

Algunos murmullos se alzaron en el salón, pero se acallaron rápidamente.

-levantaros Sandor Clegane, escudo Juramentado de Lady Sansa Stark, señora de Invernalia.

Sandor se incorporó despacio y sonrió a sansa con discreción. Ella deseo devolverle la sonrisa. Hizo una leve reverencia ante Jon y fue a situarse tras Sansa. Ella notó su presencia cerca, y se sintió extrañamente reconfortada.

Unos minutos después comenzó la cena. Sansa atendió a los invitados con su impecable cortesía, siempre bajo la atenta mirada de Sandor. Que se aproximó únicamente para retirarle la silla cuando se levantaba y permanecía el resto del tiempo entre las sombras.

La bebida y la comida corrieron esa noche en el salón de sus padres. Sabía que agasajar así a sus banderizos les saldría caro, pero no era un momento para mostrarse someros en las celebraciones. Poco antes de la hora del lobo. Sansa decidió que ya había tenido bastante. Ella no deseaba estar presente en el interrogatorio de Sandor. Demasiados recuerdos dolorosos y él podría contárselo después, así que decidió ahorrárselo. Se levantó después de disculparse y Sandor salió tras ella. La siguió en silencio por los pasillos y se detuvo junto a su puerta sujetándola para que pasase.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora