CAPITULO VI

929 90 14
                                    

VI


Sandor abrió los ojos y durante un momento, pensó que había muerto. Estaba en un lugar cálido. Sintió la pluma mullida bajo su cuerpo y las suaves mantas de piel arropándole. Estaba desnudo de cintura para arriba y un vendaje limpio le cubría el torso. Se pasó la mano por el pelo y lo notó limpio. Supuso que le habían bañado. Cuando los soldados le habían levantado del suelo, el dolor era tan intenso, que se había desmayado, y no recordaba nada desde entonces.

Abrió los ojos y una cálida luz bañó la habitación. Era una estancia grande y bien amueblada, con un ventanal cubierto con cortinas oscuras. Había una figura junto a la ventana. Una mujer. Primero pensó que era Sansa, pero después vio que llevaba un pañuelo cubriéndole la cabeza.

La doncella se giró y se acercó a él.

-no os levantéis ser. El maestre dijo que no debíais moveros.

Sandor no se molestó en corregir a la chica. Pero volvió a tumbarse.

-¿Dónde está Sansa?

La chica le dirigió una mirada tímida. –Lady Stark está atendiendo un asunto urgente mi señor. La señora no se ha separado de vos durante tres días.

-¿tres días?

-Si mi señor. Habéis estado durmiendo durante tres días. La fiebre era muy alta, y delirabais. Lady Sansa os ha cuidado mientras tanto.

¿El pajarito le había cuidado durante tres días? Sin duda, había muerto por la fiebre y eso era un sueño que se acabaría pronto... - ¿Dónde está mi ropa? Necesito ver a Lady sansa...

-mi señora ordenó que nos deshiciésemos de ella después de bañaros mi señor. Pero os traeré ropa limpia. Debo avisar a Lady Sansa. Me dijo que la avisásemos en cuanto despertarais. No os levantéis. Volveré enseguida.

La chica se marchó en silencio y Sandor trató de levantarse, pero estaba mareado y todo le daba vueltas, así que se quedó apoyado en los codos y echó un vistazo a su alrededor. La puerta se abrió unos minutos después, y Sansa entró en la habitación. Llevaba un vestido azul que hacía juego con sus ojos, y el cabello recogido en una trenza larga y gruesa que colgaba por delante de su hombro. Cuando la vio, tardó un momento en volver a respirar. Ella se acercó a la cama y se sentó junto a él sin decir una palabra. Puso una mano sobre su pecho y le obligó a tumbarse. Después, metódicamente, como quien está acostumbrado a repetir una tarea mecánicamente, puso una mano en su frente y la dejó allí unos instantes.

-Ya no tienes fiebre. El maestre dijo, que si despertabas, te recuperarías. Así que, supongo que si estas despierto, es porque vas a recuperarte ¿no?

-Eso parece pajarito. No es divertido ajusticiar a un hombre moribundo.

Sansa ignoró su comentario y le miró. - ¿tienes hambre?

El asintió, y Sansa acercó una bandeja con queso, carne en salazón y fruta y la dejó en la mesita junto a la cama.

Le ayudó a incorporarse y le invitó a comer sin moverse de donde estaba sentada. Solamente había unos centímetros entre ambos y a Sandor le invadió una repentina sensación de incomodidad.

-Bueno pajarito. ¿A qué debo todo esto? Tu doncella me ha dicho que has cuidado de mí durante estos días...- trató de emplear un tono neutro. No deseaba parecer desagradecido, pero tampoco estaba seguro de cómo actuar.

-¿por qué estás aquí?

La pregunta pilló a Sandor por sorpresa, que dejó en el plato un trozo de queso a medio comer.

-Quizás tu debas contestar a esa pregunta... la última vez que nos vimos, estaba en una celda...

-¿por qué estás en el norte, en Invernalia?

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora