CAPITULO 3

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El camino hacia el norte con la hermandad no había sido tan malo como Sandor había pensado en un principio. Comía todos los días y había sustituido su hacha y sus harapos por una armadura ligera que no daba pena y una espada larga vieja, pero de buen acero que había afilado y limpiado con esmero. Pero, sin duda, lo que más había sorprendido a Sandor era la aparente devoción que mostraba la gente por la hermandad. En su camino hacia Invernalia, habían atacado al menos a cuatro convoyes con suministros para los Lannister. Beric había saqueado lo imprescindible y había repartido el resto entre los habitantes de las aldeas cercanas. Agradecidos, les habían ofrecido un lugar para dormir, una cena caliente y lo que tuviesen a mano. Pieles, acero e incluso plata. Beric lo llamaba donaciones, Sandor recordaba bien como había "donado" su oro cuando Beric le sentenció a juicio por combate.

El invierno empezaba a hacerse notar a medida que avanzaban, cuando pisaron las primeras nieves, Thoros ordenó parar en una aldea que había sido arrasada por los soldados de Gregor unos días antes, afortunadamente, Gregor no estaba con ellos, pero sus hombres habían decidido divertirse con las jóvenes del pueblo.

A pesar de que los aventajaban en número, sin duda los guerreros de la hermandad sin estandartes eran hábiles. Atacaron por la noche, cuando estaban más borrachos y habían pasado a cuchillo a más de la mitad de ellos cuando los demás se dieron cuenta. Beric mandó buscar a Sandor, había un soldado contando una historia que creía que le interesaría.

-¡el perro!, pero... no es posible... tú estabas muerto...- el soldado retrocedía en el suelo.

-ya, bueno, Últimamente casi nadie muere del todo.

-Este hombre dice que Ser Gregor murió a manos de Oberyn Martell en desembarco del rey, en el juicio por combate de Tyrion Lannister. La reina Cersey le mandó llamar para ser su campeón, y desde entonces, él y sus compañeros, han estado vagando libremente por aquí.

Sandor sintió un escalofrío. Conocía la reputación del príncipe de Dorne como guerrero, pero aún así­ dudaba mucho de que hubiese matado a la montaña que cabalga.

-¿cómo murió?

-Oberyn le clavó una lanza envenenada, la mascota de la reina Cersey, Quiburn, trató de curarle, pero no pudo hacer nada por él, aún así, aplastó la cabeza de ese bastardo como si fuera una uva antes de caer...

Thoros rio, pero Sandor no podía alegrarse, nada en el mundo le hubiese gustado mas que atravesar el corazón de su hermano con su espada y conservar su cabeza como recuerdo, quería que ardiese. Se marchó de allí­ sin decir nada. Necesitaba aire fresco.

Cuando regresó, los cadáveres de los soldados de la montaña, colgaban de una rama a la entrada de la aldea, eso serviría como advertencia a aquellos que buscasen problemas. Una vez más, los agradecidos aldeanos ofrecieron su hospitalidad a la hermandad, incluido Sandor que había vuelto a sus formas hoscas y hostiles con casi todo el mundo.

Cada noche soñaba con ella. Siempre el mismo sueño, algunas veces conseguía llegar hasta ella, pero solo servía para verla morir en sus brazos entre gritos de impotencia y lágrimas. Después todo se volvía rojo y la sangre lo inundaba todo. Se despertaba empapado en sudor, aunque había aprendido a controlar los gritos, y con suerte, volvía a caer en un sueño inquieto hasta el amanecer.

Los días pasaban, y Sandor se consumía poco a poco. Beric y Thoros lo habían notado, pero ambos sabían que había poco que pudiesen hacer por él. La herida del perro era profunda, y quizás nada pudiese cerrarla del todo. Encerrado en el mutismo, apenas hablaba con nadie, y pasaba más tiempo del necesario afilando su espada y aceitando su armadura.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora