Sansa estaba peinando a Cat frente al espejo. La niña siempre reía cuando su madre le cepillaba el pelo, pero ese día no sonreía. Nadie había sonreído en las últimas semanas en Invernalia.
Sansa había llegado al norte después de que el ejército hubiese limpiado casi todo rastro de la batalla. Ser Ollie había hecho el viaje al norte conduciendo la carreta día y noche para llegar al castillo lo antes posible, pero, aun así, el viaje había sido demasiado largo.
Jon había llegado justo después de que el Rey de la noche hubiese caído, una vez muerto, los espectros habían desaparecido con él, y los muertos habían sido perseguidos y ejecutados uno por uno. Enormes piras se habían encendido para quemar sus restos hasta los huesos; a pesar de toda esa muerte, ya no había rastro del campamento, ni señales de ninguna batalla. El norte había recuperado lo que era suyo y el hielo y la nieve lo había cubierto todo. El recuerdo había quedado en las personas, en la alegría de ver a quienes habían sobrevivido, y en el dolor de enterrar a aquellos que ya no volverían. Cicatrices que jamás se borrarían.
Sansa se dirigió al bosque de dioses, andaba despacio, dejando que los copos de nieve se enredasen en su pelo y el frío diese color a sus mejillas. Había ido allí cada día desde hacía un mes, siempre la misma rutina, paseaba hasta el árbol corazón, se sentaba en el mismo tronco en que su padre limpiaba a hielo tras ejercer la justicia del Rey, frente a la misma oscura laguna en que el señor de Invernalia purgaba sus pecados y aclaraba sus ideas y rezaba. ¿Rezaba? No sabía si rezaba en realidad. Quizás solo hablaba con sus muertos. Que ya eran demasiados...
De vez en cuando, todos los fantasmas de su pasado la asaltaban. Había enterrado a su familia, a sus enemigos, a gente amada y a gente que odiaba... pero ella seguía allí, un frágil pajarito que había sobrevivido a una larga tormenta y a un crudo invierno y se había convertido en un lobo con piel de hielo y corazón de piedra.
Una mano cálida rozó su espalda con delicadeza y por un fugaz instante, pensó que era él, casi podía olerle. Pero eso era imposible. Cerró los ojos. Si no veía su rostro, podría alargar la fantasía un poco más.
-Madre.
La voz suave de Ben hizo que su burbuja explotara, y el frío la envolvió de nuevo. Agarró la mano de su hijo mayor y la besó
- ¿qué haces aquí? Hace frío. - Ben se quitó su capa y la dejó con cuidado sobre los hombros de su madre.
-Necesitaba un momento a solas Ben
-Ven conmigo. Tu hijo Jon se ha empeñado en empezar a andar... deberías verlo.
Sansa se levantó y tomó el brazo que su hijo le ofrecía, volvió la vista hacia el árbol corazón antes de echar a andar.
Tal y como había dicho Ben, el pequeño Jon había dado sus primeros pasos, y su hermano gemelo no tardó en seguirle. Los dos pequeños habían avanzado hacia ella con pasos temblorosos y Sansa sintió que los ojos la escocían por las lágrimas que retenía...
Rob abrió la puerta y entró corriendo frenando en seco para no tropezarse con Ben, que estaba sentado en el suelo
- ¡Madre, Ben! Tenéis que venir ¡Ha despertado!
Madre e hijo se miraron y Ben cogió a Jon en brazos. –Ve madre
Sansa se levantó corriendo y salió de la habitación. Rob iba a seguirla cuando su hermano mayor le sujetó. –Déjala Rob, después habrá tiempo, debe ir sola- el chico estaba claramente desilusionado, pero asintió y se quedó con sus hermanos.
Sansa llegó a la puerta y agarró el picaporte, pero se detuvo en seco antes de abrir, estaba sin aliento. Respiró hondo y se arreglo el cabello. Abrió la puerta despacio y sus ojos tardaron un momento en acostumbrarse a la oscuridad. Escuchó un ruido suave y se acercó a la cama.
Vio dos ojos grises que la observaban desde el lecho y no pudo contener el llanto. Se echó sobre Sandor y le abrazó con toda la fuerza que le permitieron sus brazos. Cuando él la envolvió con los suyos y susurró su nombre, todo se detuvo a su alrededor. El tiempo perdió su significado y solo deseo no moverse jamás de allí.
-Abre las cortinas... -dijo con voz ronca- quiero verte
Sansa dudó, pero se levanto a descorrer la cortina más cercana y volvió junto a su esposo.
Estaba delgado, y demacrado, pero estaba vivo y despierto por fin... Cuando Sam había llegado e él en el campo de batalla, había perdido tanta sangre que pensó que no podría hacer nada por él. Cauterizó la herida y la desinfectó, pero no recuperó el conocimiento. Sam le cuidó durante días, dándole la leche de la amapola y alimentándole con agua y sopa, pero a medida que pasaba el tiempo, perdió la esperanza de que fuese a despertar de nuevo. Le había dicho a Ben, que quizás la pérdida de sangre había afectado al cerebro y que era posible que no despertase, y en caso de que lo hiciese, podría no ser el mismo que conocía, pero a Ben, eso le dio igual. Insistió en cuidarle el mismo. Cuando estuvo suficientemente estable para viajar, se habían trasladado a Invernalia y Sansa había llegado unos días después. Desde entonces, apenas se había separado de él, salvo para ir al bosque de dioses o para atender a los pequeños. Rob y Ben la habían ayudado, y ambos estaban con su padre siempre que ella salía.
-Pensé que te había perdido –dijo Sansa entre lágrimas mientras acariciaba su rostro
-Jamás mi amor. Te prometí que no te dejaría... estás más hermosa que nunca... - tomó la cara de su esposa entre sus manos y la acercó a él para besarla. Fue un beso distinto, nuevo, pero familiar, cargado de emoción y ambos se separaron con lágrimas en los ojos. Cuando bajó las manos por su cuello, notó la cicatriz que su esposa tenía en el cuello
Sansa trató de sujetar sus manos, pero el ya la había visto- ¿qué? ¿Quién te ha hecho esto?... ¿Cómo?
Ella interrumpió sus preguntas con otro beso, se separó un poco, sus labios casi se rozaban –Shhhh. Ya habrá tiempo para eso. Ahora, solo abrázame. Quiero estar contigo. Se tumbó junto a él, y se acercaron tanto como pudieron, hasta casi hacer desaparecer el espacio entre ellos
-Lo siento Sansa... jamás debí haberte enviado lejos... jamás debí marcharme...
Ella cerró los ojos y se apoyó en su pecho
-Yo jamás debí dejarte ir... no hay nada que disculpar. Solo estoy agradecida por tenerte junto a mí de nuevo...
-Espero que sea así. Porque no pienso volver a alejarme de ti- Ambos rieron
-Creo que hay alguien que quiere verte.
Sansa besó sus labios y se levantó, cuando abrió la puerta, se encontró con cuatro caritas que la miraban impacientes.
-He intentado retenerles madre, pero son muy testarudos- dijo Ben. Su madre abrió la puerta y Rob y Cat se abalanzaron sobre su padre, cubriéndole de besos. Cuando pudo quitárselos de encima entre risas, vio a dos pequeñines que le miraban con curiosidad. Sandor miró a su esposa
-Han crecido mucho desde que te fuiste
Ben se agachó junto a ellos y le cogió en brazos – Id a saludar a vuestro padre.
Sandor los tomó en brazos y los besó con ternura, uno de los pequeños, pasó la mano por su cara y tironeó de su barba, riendo.
Todo lo que hubiese pasado hasta ese momento, dejó de importar, el frío, la muerte y la guerra. Nada tenía sentido. Solo su familia importaba.
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El rey de la noche
FanfictionVientos frios llegan del norte, pero entre tanta oscuridad y muerte, un sentimiento fuerte se alza...