CAPITULO 10

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La luna iluminaba el cielo como un ojo vigilante, y reflejaba su luz en los copos al caer. Sandor pensó en cuantas cosas crueles se hacían al amparo de la oscuridad, y en cuan cierto era que la noche es oscura y alberga horrores. Un recuerdo de llamas verdes y olor a carne quemada le produjo un escalofrío. Pensar en el fuego, siempre hacía que la parte quemada de su rostro le doliese...

Sansa se rebulló sobre su pecho y el la abrazó más para calentarla. Sentía su respiración acompasada en su pecho y sus facciones relajadas. Estaba tranquila y dormía profundamente. Se preguntó qué tendría que haber hecho esa criatura que ahora descansaba sobre él para haber sobrevivido al infierno en que se había visto envuelta, y en qué la habría convertido. El sabía de primera mano, que nadie pasa por una experiencia así sin consecuencias... Profundas heridas que nunca llegan a cicatrizar del todo y que hacen que el dolor permanezca latente para siempre. Deseaba algo mejor para ella. Deseaba poder darle la vida que le había sido arrebatada... devolverle su inocencia... pero eso, era imposible. Le llenó de satisfacción ser él quien pudiese proporcionarle la seguridad que tanto anhelaba. No era el caballero hermoso y galante de las canciones que las niñas cantaban, pero estaba dispuesto a matar y a morir por ella, y si así lo deseaba, sería su amante y su compañero; pero, fuese como fuese, no permitiría que nadie volviese a hacerle daño.

Un ruido en el exterior llamó su atención, percibió movimiento a través de una tabla medio levantada en la pared y trató de levantarse sin despertar a Sansa, pero ella se apretó aún más contra él. Sandor le acarició la cabeza

– No pasa nada pajarito, continúa durmiendo- Ella se incorporó un poco sin soltarle

- ¿Qué pasa?

-Hay alguien fuera – dijo en un susurro- quédate aquí y escóndete

- No- respondió tajante- no te atrevas a dejarme – le dijo aferrando su brazo.

Tomó la cara de la joven con ambas manos y la acarició con ternura – No voy a dejarte, solo voy a echar un vistazo. Mientras tanto, estarás más segura aquí dentro. Obedéceme. - La mirada de desaprobación de Sansa, fue una pista clara de que no ganaría nada obligándola a hacerle caso. -Volveré enseguida a por ti y haremos lo que quieras, nos iremos lejos de todo esto si es lo que deseas, o nos quedaremos aquí y recuperaremos tu hogar. Te lo prometo. Pero ahora, hazme caso, por favor- La beso, fue un beso dulce, largo y profundo, cargado de sentimientos que desconocía y de promesas. Se levantó y se vistió rápidamente; se ajustó el cinturón con la espada y se puso el yelmo, no sin antes echar un vistazo para comprobar que Sansa le había hecho caso. Ella le devolvió una mirada de preocupación desde su escondrijo.

El perro, salió por la parte trasera en silencio. Tres hombres con antorchas se dirigían hacia ellos. Desde esa distancia, no podía reconocerlos, pero parecía que buscaban a alguien. Aprovechó las sombras para ocultarse y observar sin ser visto. Eran soldados del valle. Probablemente ya habrían notado la ausencia de su señor y eso, no era una buena noticia. Sin duda había actuado de manera irreflexiva, pero no se arrepentía en absoluto. Hubiese matado a mil hombres por defender a Sansa y estaba dispuesto a morir protegiéndola si era necesario. Escuchó un crujido lejano a su espalda. Otra patrulla se acercaba por detrás de su posición. Eran al menos una veintena. Ni con diez años menos hubiese podido acabar con veinte hombres él solo.

Se apoyó contra la madera, que emitió un suave crujido y la luz de la luna hizo que la sangre brillase en su armadura. Aunque esos soldados no supiesen nada de los planes de meñique para asesinarle, si le veían cubierto de sangre, no perderían el tiempo haciendo preguntas.

Volvió la vista hacia donde yacía el cuerpo. La nevada de la última hora lo había cubierto casi por completo, pero lo encontrarían tarde o temprano. Debía sacar a Sansa de allí si quería tener alguna oportunidad. No sabía que le harían si la encontraban, y no pensaba averiguarlo. Quizás pudiese resistir el tiempo suficiente para que ella llegase al castillo... Se dio la vuelta despacio para volver a entrar en el granero cuando un gruñido llamó su atención. Dos ojos rojos le observaban desde la maleza cercana. Reconoció inmediatamente a Fantasma.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora