CAPITULO 12

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El invierno había llegado con  todo su esplendor al norte. La nieve había cubierto con una gruesa capa cada brizna de hierba y cada brote hasta que solo había quedado una alfombra blanca, salpicada, de vez en cuando por alguna construcción.

La mayor parte de la gente de las aldeas cercanas ya estaba en el castillo para pasar el invierno bajo la protección que ofrecían sus muros. En el exterior, lo más probable era perecer y, tras el largo verano que lo había precedido, todos esperaban un invierno más largo aún.

Algunas ancianas se reunían al calor de un fuego y contaban historias sobre la larga noche, un invierno tan largo, que los niños nacían y morían sin ver la luz del sol. Ese también fue el último invierno en que se vio a los caminantes blancos. Sansa siempre había desdeñado esas historias cuando era pequeña, pero ahora, todo era distinto. ¿Qué había al otro lado de ese muro? Esta vez, estaba sola. Sus padres y sus hermanos habían desaparecido o estaban muertos. Jon estaba al otro lado del mundo negociando con una mujer a la que no conocían y que podía acabar con la vida de mil hombres con solo susurrar una palabra a uno de sus dragones y Sandor... en realidad no sabía dónde estaba su esposo. Algunas tardes, sentada frente a la chimenea de su cuarto, acariciaba la abultada tripa susurrándole al bebe que su padre volvería a tiempo, pero no estaba segura de ello.

Habían pasado casi seis meses desde su partida y las noticias ya apenas llegaban a Invernalia. Al principio, los cuervos de Jon y Sandor habían empezado a retrasarse, o a llegar de manera irregular, hasta que simplemente habían dejado de llegar. El maestre opinaba que el frío les impedía volar y acababan muriendo a medio camino, pero eso, no le servía a Sansa como consuelo.

Se sentía encerrada, su embarazo ya era más que evidente y casi todo el mundo lo sabía, aunque se reservaban sus comentarios. Aunque no le faltaba el trabajo, estaba cansada y hastiada. Le desesperaba estar aislada del mundo y le preocupaba que su esposo o su hermano muriesen y ella ni siquiera se enterase...

-Debéis estar tranquila joven señora –le decía siempre May cuando trataba de calmarla – Si les hubiese ocurrido algo no os haría falta un cuervo para saberlo... Tan solo debéis preocuparos de que ese bebe crezca sano y fuerte.

Sansa envidiaba su actitud y trataba de no darle más vueltas al asunto, pero, a medida que pasaban los días, se volvía mas y mas complicado.

A pesar de estar al sur, el invierno también comenzaba a hacer sus estragos en las tierras de los ríos. Las primeras nevadas habían caído sobre los campos y los pocos agricultores que no habían recogido sus cosechas se apresuraban a hacerlo. Lo que quedaba de la hermandad sin estandartes llevaba meses siguiendo el rastro de destrucción que habían dejado la montaña y sus hombres. Granjas arrasadas y cadáveres era lo único que quedaba en la mayor parte de los sitios que visitaban. Todo se recogía en carretas y se transportaba a la capital, dejando a los campesinos a merced del frio y el hambre. A la reina Cersey ya no le importaba lo más mínimo mantener las apariencias. Nunca le había importado el pueblo, pero desde que subiese al trono de hierro, ya ni siquiera se molestaba en ocultarlo.

La fortaleza roja se había cerrado a cal y canto y se había expulsado a la mayor parte de los habitantes del lecho de pulgas. Menos bocas que alimentar y menos problemas para los capas doradas en caso de revueltas. Con el gorrión supremo desaparecido, nadie se atrevía a plantarle cara a Cersey. Se había hecho con el poder absoluto. Al menos, hasta que la Reina dragón se presentase en sus puertas con el ejercito más grande reunido jamás. Entonces, ni todos los muros del mundo podrían protegerla. La fortaleza roja se derretiría bajo el fuego de los dragones de la chica Targaryen.

Por su parte, Sandor estaba cada vez más inquieto. Hacía dos meses que no recibía ninguna noticia de Sansa. Sus cuervos nunca volvían y comenzó a temer que hubiese algo interrumpiendo las comunicaciones, o peor aún. Que algo fuese mal y Sansa estuviese en peligro.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora