Segunda parte capitulo 3

384 20 1
                                    


-Majestad ¿Tenéis un momento?
-Claro, siempre tengo tiempo para vos – dijo Danny sonriendo a Tyrion. La princesa Rhaela hizo una grácil reverencia cuando pasó a su lado y Tyrion se la devolvió con una sonrisa. La observó mientras corría hacia Jorah, que la esperaba en la puerta. Esa niña siempre le recordaba a su sobrina Mircella, dulce e inocente, despertaba simpatía en todo el mundo.
- ¿y bien? - Tyrion se aseguró de que no hubiese nadie más escuchando
-Me preguntaba si habíais pensado en tomar alguna medida respecto a la muerte de Alystair Clegane, quiero decir, contra Lord Robert.
-Sabéis bien que está siendo difícil demostrar que estuviese implicado directamente en ello. No debemos acusarle sin pruebas o tendremos problemas con los señores del valle. Hay algo extraño en todo esto. ¿Qué pretendía Lord Robert con esto? ¿Vengar a alguien que murió hace 20 años?
-Bueno mi reina, ambos sabemos que Robert no es precisamente un gran estratega... sin embargo coincido con vos. Si el objetivo era acabar con Clegane, puede ser que quisiesen crear caos en el norte. En cualquier caso, creo que deberíais tomar alguna medida que apacigüe a Sandor mi señora.
-Jon le dijo que fuese paciente y Sansa le detendrá si llega el caso. Siempre han sido fieles y obedientes a la corona.
-Me temo Majestad, que vos no conocéis al perro como yo... Los tiempos en que obedecía ciegamente las órdenes de su amo, quedaron atrás y el norte no olvida.
-Hablaré con Jon hoy mismo.
-Gracias Majestad – Dijo Tyrion inclinándose- y se dirigió a la puerta, había alguien que seguro, tenía alguna teoría que compartir con él.

Sandor estaba sentado en la puerta de su tienda. 2.000 hombres eran demasiados para hacer una entrada discreta en el valle, una vez que entrasen en las tierras de los Ríos, sería casi imposible evitar que los caballeros del valle y los pajaritos de Varys cantaran la canción de un ejército norteño marchando hacia el sur. Llegarían tropas reales para detener su avance y en nido de Águilas, tendrían tiempo para prepararse para un largo asedio.
-Lord Clegane- una voz femenina le sacó de sus cavilaciones
- Lady Lyanna- Sandor la invitó a sentarse con él.
- ¿os he interrumpido?
-No. Solo pensaba en como acercarnos al nido de Águilas sin que lo sepan hasta en Volantis, si consiguen atrincherarse en el castillo, jamás conseguiremos sacar de allí a ese jodido idiota hasta que el invierno nos mate a todos de hambre o de frio.
Lyanna se recostó en el respaldo y meditó un momento. Sandor la conocía desde que era apenas una niña, pero ya entonces tenía tanto de oso como su tío Jorah, con los años se había convertido en una mujer digna de admiración, una buena guerrera y mejor gobernante. Siempre fiel a la casa Stark, y sentía un especial afecto por Sandor.
-Mi querido Señor. No hay nada inexpugnable... -Lyanna se levantó. - Mañana hablaremos. Descansad Lord Clegane. Se retiró sin dar tiempo a Sandor si quiera a levantarse, estaba claro que la joven Mormont tenía algún plan que aún no había compartido con él. Se tumbó en la cama boca arriba y trató de dormir, aunque enseguida supo, que esa, si era una batalla perdida.

Sansa estaba tendida en la cama, llevaba demasiados años compartiendo ese lecho y se le antojó fría y enorme, añoraba sentir el cuerpo de su esposo junto a ella, su olor y su abrazo protector. Estirar el brazo y encontrarlo allí, siempre dispuesto para ella. Durante años, cuando las pesadillas aún la atormentaban y se despertaba aterrada en medio de la noche, él la abrazaba contra su pecho para confortarla y despertaban enredados cuando el amanecer acariciaba sus rostros... El llanto de uno de sus pequeños la hizo olvidar momentáneamente su melancolía, se acercó a la cuna y lo tomó entre sus brazos. Unos enormes ojos grises la observaron y levantó una de sus manitas para tocar su cara. Sansa le besó en la cabeza como había hecho su padre unas semanas antes, cuando partió. Los pequeños tiraban de su barba y reían. Ella no había podido hacerlo desde que Alystair había muerto. La noche antes de que se marchase no había pegado ojo, pasó largo rato en el bosque de Dioses esa tarde, aunque no podría decir si estaba rezando o mitigando su angustia. Cuando regresó le vio acostando a Cat. Le había dicho que no se olvidase de él, que pensaría en ella cada día... se quedó un momento junto a ella acariciándole la cabeza mientras se dormía. Sansa fue directamente a su dormitorio sin decirle nada, sabía lo doloroso que era para él separarse de sus hijos. Apareció a los pocos minutos, probablemente tras despedirse de Rob. Entró y se acercó a ella lo suficiente para sentir su aliento en el rostro. No necesitaban palabras aquella noche, todo había sido dicho ya, así que, simplemente se abrazaron, después llegaron los besos y las caricias, el roce de la piel contra la piel, el sudor, las lágrimas y los nombres susurrados entre gemidos y risas, el placer, el dolor y las promesas. El amanecer los sorprendió demasiado pronto, abrazados y desnudos en cuerpo y alma con una mezcla dulce y amarga en los corazones. Cuando los sirvientes llamaron, Sandor los despachó con indiferencia, se vistió y Sansa le ayudó con su armadura, no necesitaba ningún escudero imberbe, si no las expertas y amadas manos de su esposa. Apuraron hasta el último minuto juntos. Sansa le entregó su pañuelo a sabiendas de que le arrancaría una carcajada, no obstante, lo guardó junto a su corazón-
-Te lo devolveré muy pronto
-Lo sé.
Volvieron a besarse, hasta que se quedaron sin aliento. Salió por la puerta antes de que su fuerza de voluntad flaquease. Sansa había revivido esa última noche prácticamente cada día desde que se marchase, pero los recuerdos también pueden ser dolorosos.
Un ruido a su espalda la puso alerta. Dejó al pequeño en la cuna y se acercó a la cama, donde Sandor siempre ocultaba una daga, la cogió con mano firme y se dirigió a la ventana de la que provenía el ruido; una sombra pequeña y ágil se movió hacia la cuna y Sansa se giró. La figura encapuchada observaba a los bebes.
- ¿Quién eres? Apártate de mis hijos.
La figura tiró de la capucha y miró directamente a Sansa –El perro tendría que haberme llamado antes de iniciar una guerra en las tierras de los Ríos hermana...
Sansa soltó la daga y abrazó a Arya con todas sus fuerzas.
-Te he extrañado mucho Arya.
-Y yo a vosotros- le dijo devolviéndole el abrazo.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora