CAPITULO 11

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Habían pasado casi tres meses desde la partida de Jon y Sansa era feliz. Más de lo que recordaba haber sido nunca. Liberada de la ilusión infantil y desengañada de la falsa imagen de la corte y la nobleza, había encontrado su lugar. El castillo volvía a funcionar bajo sus órdenes y el pueblo se preparaba para el largo invierno. Sus pequeños caballeros habían progresado y la guardia comenzaba a parecer un verdadero ejército.

Los días de Sansa, pasaban rápidos entre todas sus tareas y apenas encontraba un momento para coser o leer, por las noches, tras la cena, daba un paseo con Sandor por las almenas. Ella le contaba como había pasado el día, cómo iban las cosechas o los animales y él, le hablaba de los entrenamientos o le contaba anécdotas y chismes. Tras eso, la mayor parte de las noches, recorrían juntos el camino hasta sus habitaciones y Sansa le empujaba dentro sin miramientos.

Al principio, Sandor trataba de escabullirse algunas noches, diciéndole que era peligroso, que la comprometería, pero después, era él quien la urgía a volver a su habitación. Gran parte de la noche, la pasaban en vela. Disfrutando el uno del otro.

Aquella noche, había sido especial. Antes de oscurecer, los pequeños caballeros de Sansa le habían demostrado sus habilidades a caballo con una justa y un duelo a espada. Premió al vencedor con una cinta de su vestido y después los envió a las cocinas a por chocolate y pan recién orneado, entre las risas y las torpes reverencias de los niños.

Mientras se dirigían hacia el salón, Sandor había elogiado el esfuerzo de los pequeños, el hijo mediano de Ollie parecía el más avezado de los cuatro. Era rápido y hábil. "Son buenos chicos. Serán buenos soldados y servirán bien a la casa Stark" le había dicho. Aún no habían terminado de cruzar el patio cuando un mozo de cuadra les interrumpió. El chico tardó un momento en recuperar el aliento antes de extender un papel hacia Sandor –Un cuervo ha llegado para vos mi señor.

-Gracias. Puedes irte –Extendió el pergamino con urgencia y lo leyó en silencio. Un momento después se lo tendió a Sansa, que, a pesar de que se moría de curiosidad, había permanecido apartada.

"Clegane, historias terribles llegan del sur. La montaña asola de nuevo las tierras de los ríos. La reina regente le ha enviado a aprovisionar a la capital para el invierno. Me temo que no lleguemos a tiempo, pero iremos en su busca. Fue la última orden de Lord Eddard. Llegaremos a Invernalia en dos semanas. Informa a tu señora."

El aire se hizo helado y denso de repente y la oscuridad los envolvió, o eso le pareció a ella. Sabía lo que significaba aquel mensaje, y sabía cómo les afectaría. Sin duda, Sandor querría partir con ellos en busca de su hermano. Le miró interrogante, pero no encontró ninguna respuesta en su mirada.

-Te veré después de la cena Sansa – dijo antes de marcharse hacia las caballerizas, dejándola allí.

Se había acostumbrado a cenar con él. Muchas veces cenaban en una de las salas pequeñas, al calor de la chimenea. Sin Jon y el resto de invitados, estaban prácticamente los dos solos en el castillo.

-¿no os gusta mi señora? –la voz de Ely sacó a Sansa de sus cavilaciones

-Oh... si Ely, está muy bueno. Es solo que no tengo hambre. A decir verdad, las dos últimas semanas no se había encontrado demasiado bien. Había perdido el gusto por algunos de sus platos preferidos y se levantaba con nauseas que había achacado al trabajo duro y la falta de sueño.

-Mi señora... ¿puedo deciros algo?

-Claro Ely, puedes decirme lo que quieras. –Ely la conocía desde que había nacido. Había acompañado a su madre desde aguas dulces el día que se casó con su padre, y jamás había salido del castillo. Ni si quiera cuando Theon y Ramsay se hicieron con él.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora